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Foto del escritorAle Vega

ONCE

Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)


Que una película logre superar el paso del tiempo no es cosa sencilla, ya que hay exceso de estrenos y novedades semana con semana como para dejar de lado aquello que no tiene la suficiente fuerza para arraigarse en su audiencia. Pocos filmes son los que lo consiguen, y son los que nos hacen preguntarnos cuál es el truco bajo la manga. En el caso de ‘Once’, aquella cinta del 2007 dirigida por John Carney, la respuesta se nota inmediatamente a través de su manufactura: Lo que la hizo memorable fue el corazón con la que fue creada.



A más de diez años de su estreno, recordamos su historia con el mismo cariño que le tuvimos aquella vez que se salió: Un chico que canta y toca la guitarra (Glen Hansard) en la calle de Grafton, en Dublín, conoce a una vendedora de flores (Markéta Irglová) con la que empatiza de manera casi inmediata. Conforme se hacen amigos él le cuenta que su ex novia está viviendo en Londres, y ella lo alienta a recuperarla. Cuando él se entera de que ella sabe tocar el piano y componer, le pide ayuda para grabar un demo y poder llevárselo a Londres para construir su carrera musical. Será esta unión la que hará que algo crezca para ambos, dándole claridad a sus caminos y a su futuro.


Cuando concibió la idea, en un café en su natal Irlanda mientras extrañaba a su novia –quien había tenido que reubicarse-, John Carney no era ni remotamente consciente de lo que eventualmente alcanzaría con ‘Once’. Para llevar a cabo su proyecto contaba con muy escaso presupuesto, por lo que su crew era de doce personas, y todos los extras de la filmación eran amigos suyos. Así mismo, se cuidó el dinero aprovechando la luz natural a la hora de grabar, y las locaciones fueron casas de conocidos del director. Los protagonistas, por supuesto, también recibieron un sueldo prácticamente simbólico. Después de haber considerado a Cillian Murphy para el papel principal (ya habían trabajado juntos en el 2001 en la cinta ‘On the edge’), Carney terminó eligiendo a Glen Hansard, al que conocía por haber sido bajista en la misma banda en la que él estaba, y quien en un principio sólo fungiría como asesor para la interpretación de sus canciones. Se une al cast Irglová, quien a sus 19 años impactó de manera positiva al cineasta en una fiesta donde tocó el piano. Debido a que el duerto HansardIrglová ya eran músicos que se acompañaban en el grupo llamado “The Swell Season”, la naturalidad para interactuar fluyó de la manera en que Carney soñaba, así como la propia trama de amistad. Después de múltiples esfuerzos y algunos rechazos, ‘Once’ vio la luz por primera vez en el festival Galway Film Fleadh en el 2006.


¿Qué sucedió después? Que ‘Once’, esa pequeña realización que fue pensada para venderse entre los fans de “The Swell Season” en los conciertos, llegó gracias a Galway a los ojos de un programador del Festival de Cine de Sundance. Éste quedó tan cautivado por ella que se la llevó para ser presentada allá, situación que la lanzó a una fama impensable: Fue top en taquillas en varios países, ganó el premio a Mejor Película Extranjera en los Independent Spirt Awards, su soundtrack fue nominado a los Grammys y premiado en los Critic’s Choice Awards, “Falling Slowly” ganó el Oscar a Mejor Canción, y en 2011 fue adaptada al teatro, haciéndose acreedora a la postre a ocho premios Tony.



Fue así como ‘Once’, la que fuese financiada en parte con el dinero de su propio director, mayormente improvisada y filmada en sólo 17 días, escribió con letras de oro su legado. Los años pasan y Carney sigue conquistando con nuevas cintas (de mucho mayor presupuesto) e incluso con la ya conocida serie llamada ‘Modern Love’, pero nada de esto borra el impacto que tuvo aquella que ideó añorando a su novia y en compañía de sus amigos, a quienes sólo tuvo que pedirles que expusieran su enrome talento e intentaran actuar un poco. La ilusión de plasmar hasta dónde puede llevarnos la complicidad con alguien que comparte nuestra esencia y la pasión con la que se lanzó a hacerlo le pagaron con creces. Bien lo dijo Markéta Irglová en su agradecimiento al recibir la estatuilla del Oscar: “El hecho de que estemos aquí esta noche, que podamos sostener esto, el hecho de que seamos capaces de celebrarlo, es sólo para demostrar que no importa lo lejos que estén tus sueños, es posible. Y, ya sabes, es justo para los que se atreven a soñar y no se rinden".

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