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Vendredi Soir (Friday Night)

Por: Carlos Urias (@ElcarlosUrias)


Para algunos directores, el cine se manifiesta como una fiesta de los sentidos: los auditivos y los visuales en una explosión de colores y sonidos, pero para Claire Denis es absolutamente todo lo contrario; en el cine de la directora, los planos encapsulan los sentimientos, las emociones, su cámara asfixia al espectador en una obra tan explicita como su cinematografía misma.


Vendredi soir o Viernes noche estrenada en Venecia por allá en el remoto año 2002, sigue a una mujer atrapada en el tráfico de la caótica ciudad de Paris, Francia. Cuando acepta subir a un extraño para un “aventón”, la historia se complica en una desenfrenada aventura pisco-sexual.



La cinta recorre temas tan absurdamente profundos como la embriaguez de los amores efímeros que se aturden con las efímeras sonatas de una realidad tan caótica mientras que sus sensaciones aterrorizan al espectador cuando sus sensaciones en los rostros, las manos, las piernas y los ojos describen las emociones fuertes de la aventura. Los planos nos adentran a una película prácticamente muda, que si no fuera por el desentonado grito desesperado del deseo no comprenderíamos nosotros como simples espectadores aquella fabula tan hermosa pero catastróficamente burda de los deseos desenfrenados y la sexualidad.


En la cinta de la directora Denis no existen realidades, parece casi incoherente resaltar esta particularidad de una película burda en lo que representa, para ella, las luces de la ciudad y una mujer bajo la influencia -tan desesperada y locamente atrevida como la de Gena Rowlands de John Cassavetes- es suficiente para demostrar una cualidad humana que nace de la espontaneidad y lo efímero de la vida, aunque con altibajos en sus sentimientos, la película desnudaría realmente a una mujer y el deseo incontrolable de la rapidez de la sociedades, lo desechable de las fantasías y lo tan desinhibido que puede llegar a ser la intimidad en la suma de situaciones que propician un estado de éxtasis.


Ni la libertad es libertad, ni mucho menos la realidad es tan real o al menos eso es lo que esta película intenta plantear. El caos del tráfico hace que nuestra protagonista, Laura, replantee aquel sentido de que llegaremos a algún lado. Al igual que la protagonista, la cinta posiblemente no llegue a ningún lado per se, serán los desvíos, las confusiones, las fantasías, los delirios y la demencia aquella la que recorra caminos inexplorados de un mundo raro, el espacio desaparece casi por completo para ubicar un mundo donde el roce de los cuerpos dice más que mil diálogos.



La directora es una genio de la sexualidad, ubica a sus personajes al borde de una catarsis que se detona con las miradas, en su cámara, no existen tapujos, utiliza el viaje como un medio para llevar sus emociones al abismo ¿qué es aquello que lo empuja? Posiblemente las miradas atípicas de los espectadores que sentados esperan el estallido de las formas y de la perfección. Así como el erotismo de Buñuel y la paranoia que encarcela a personajes y espectadores de Haneke, Vendredi Soir se convierte en el viaje más incómodamente erótico y fantasioso de la demencia de unas cuantas verdades incrédulas. Claire Denis, al igual que el aragonés, demostró que también puede ser portadora de la conciencia poética con la que soñaba el ruso Andréi Tarkovski.

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