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Foto del escritorDavid Cavazos

Bananas

Por: David Cavazos (@DavidCav21)


El cine de Woody Allen, en sus comienzos, se encargó de explotar un arquetipo que le quedó como anillo al dedo a Allen antes de conocerlo como el típico neurótico como el que lo conocemos ahora. Inició como el fracasado desafortunado al que todo le salía mal. Desde su debut como director en el mockumentary Take the Money and Run (1969), los desafortunados eventos que vivía el personaje de Allen en el filme por su constante mala suerte eran una gran fuente de comedia que durante años le funcionó antes de meterse de lleno en el drama. Con su segundo largometraje, Bananas (1971), nos alejamos del documental falso, pero no nos alejamos de ese tipo de personaje que fue producto de la inspiración de Allen al ver a los Hermanos Marx. Dicha producción se ha convertido en algo muy característico de su tiempo, pero no sé si lo siga siendo hasta ahora.

Bananas nos narra la historia de Fielding Mellish, un torpe probador de productos que ha sido abandonado por su novia. Como resultado de ese evento, Mellish se va a la República de San Marcos donde se verá envuelto en un montón de situaciones que lo involucraran en una rebelión socio política donde hará lo mismo que solía hacer en su natal Nueva York: el ridículo.


A través de 80 minutos de película (típica duración de un filme de Allen), nos topamos con el mismo humor absurdista con toques de slapstick con el que el cineasta neoyorquino se dio a conocer, las reacciones de Allen y sus desgracias se sienten tan genuinas que nos brindará carcajadas al instante, de principio a fin. En eso es muy similar a Take the Money and Run, pero en Bananas tenemos un ingrediente extra, la sátira política del exterior. Algo que pocas veces hemos visto en el cine del neurótico director es esa crítica ambivalente a la situación política, gran parte de su filmografía se concentraba más en sus personajes que en su entorno, en Bananas es un combo cómico, se mofa de Allen y se mofa de su alrededor.

Tenemos ciertos gags en esta película que, personalmente, me han encantado, y han sido homenajeados en la posteridad. El primero, la tienda de revistas donde Allen compra una revista pornográfica, donde dejamos el humor absurdo y nos basamos en la incomodidad, una muy similar ocurre cuando compra una caja de condones en el mini súper y son lo menos discretos posibles. El segundo, probablemente mi escena favorita de toda la película, es la escena del metro, sin necesidad de diálogos y con una música simplona, nos brindan una escena de cine mudo perfectamente ejecutada con carcajadas genuinas, donde abunda más lo absurdo y la extravagancia del evento.


El humor descarado y desvergonzado de Allen está manejado en la línea de lo inteligente y el sinsentido, donde el director explotó todo lo que hacía en el filme anterior para brindarnos un formato más lineal donde vemos hasta qué punto puede llegar Fielding para que le suceda todo tipo de idioteces, porque es imposible que al tipo le salga algo bien. Cuando se da una pequeña señal de que todo está mejorando, la suerte le vuelve a jugar en su contra una vez más.


Quizás lo que convierta a Bananas en algo muy de su tiempo es todo este contexto socio político relacionado a los guerrilleros en Latinoamérica, algo contrario a Chaplin con su The Great Dictator, que puede sentirse como algo atemporal. En el filme de Allen las bromas relacionadas a este tópico son las que peor envejecen, aunque eso no quiera decir que no funcionen, porque tienen su propia efectividad, pero para un público que apenas está conociendo al director en sus primeras etapas, es probable que sea la parte más desgastante de la producción. Sin embargo, si eres un fanático acérrimo del cineasta neoyorquino, este filme entra dentro de esa línea de producciones decentes en el auge de su carrera.

Bananas es desfachatada, divertida si conoces un poco más su contexto socio político, pero ese humor absurdo que lo caracteriza en su película pasada se explota aquí de manera muy satisfactoria y que te brindará un muy buen rato, aunque habrán otras obras del cineasta que llegarán a opacarse.

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