Por: Freddie Montes (@FreddieMontes)
En la actualidad, Stephen King es uno de los escritores en activo más reconocidos dentro de la cultura popular (quizá el más) y su relación con el cine es muestra de ello. Hemos visto adaptaciones cinematográficas de sus obras más de cincuenta veces y tan solo en 2019 fuimos testigos de cuatro de ellas. Pero toda relación tiene un comienzo, y la de King con el cine se dio en el ya lejano 1976, después de que un director con varios años de carrera, pero aún sin un proyecto de renombre, leyera su primer libro y quedará tan encantado con él que inmediatamente llamó a algunos amigos productores para que se hicieran con los derechos de la primera obra literaria de ese tal Stephen King para llevarla a la pantalla grande. El director era Brian De Palma y la película llevó el mismo título que la novela: ‘Carrie’.
Este filme nos cuenta la historia de Carrie White, una tímida adolescente que sufre bullying en el colegio y que en casa debe soportar a una madre extremadamente religiosa, que comienza a explorar sus sorpresivos y misteriosos poderes telequinéticos tras sufrir un ataque de pánico en las duchas del gimnasio escolar a raíz de su primera menstruación.
Es increíble todo lo que trata ‘Carrie’ en tan solo hora y media de metraje. Para empezar estamos ante un coming-of-age con todas las de la ley, ya que acompañamos a la protagonista adolescente a través de su crecimiento personal. Somos testigos de cómo se enfrenta a problemas muy comunes en la juventud, con los que, quizá, varios se sientan identificados. Vemos a Carrie ser molestada por sus compañeros de clase, la vemos imposibilitada de romper las costumbres familiares a pesar de no compartirlas, somos espectadores de su sentir sobre no encajar en ningún lado y de todo lo que la lleva a creer que no tiene lo necesario, ni interna ni externamente, para ser feliz.
Dentro de esta historia juvenil, la cinta aprovecha para criticar distintos aspectos de la sociedad. Claramente cuestiona todas las actitudes estúpidas que se toman en la juventud respecto a la manera de relacionarse con los compañeros o amigos, pero no solo lo enfrenta, también demuestra lo que puede significar eso que generalmente es considerado como una simple o inocente broma en una persona cuyo interior es frágil, nos enseña como una serie de acciones pueden desencadenar el hartazgo de una adolescente, llevándola a un acto que demuestre su desesperación ante todo lo vivido. En este mismo tenor, aunque no de manera clara sino más bien a través de cierto subtexto, crítica por qué las chicas deben sentirse avergonzadas de su cuerpo, pero la forma de abordar este tema es bastante curiosa e inteligente ya que la historia se desarrolla desde un punto de vista aparentemente conservador en varios frentes, pero las imágenes se contraponen a esto para mostrarnos sin pudor cosas que son simplemente naturales. Y por supuesto que la religión no se salva, De Palma ironiza sobre el extremismo religioso, haciendo que su tratamiento hacia este tema navegue entre la crítica y la burla.
Lo impresionante es que dentro de todo lo anteriormente comentado, ‘Carrie’ se toma el tiempo para ser una cinta de terror que ha pasado de generación en generación como un clásico de temporada. La intención de la cinta no es mostrarte caras feas o que no duermas la noche en que la veas, pero sí busca construir un relato en el que lo sobrenatural va creciendo inteligentemente de forma paulatina, la telequinesis comienza con una inocente acción como tirar un cenicero y va avanzando hasta encontrar un clímax en el que tiene tanto poder para hacer volar cosas y personas con un simple movimiento ocular. Insisto, no es una cinta para tener pesadillas por un mes, pero en su icónica secuencia del baile hay más terror y, sobre todo, calidad cinematográfica que en un sinfín de películas del género. Y aunque tampoco busca hacerte brincar del asiento con los tan conocidos jump scares, debo contarles que en alguna función en México, según una anécdota de mi padre, aquella escena de “la mano” que ocurre casi al final provocó que tuvieran que entrar paramédicos a la sala para llevarse a algunas personas que habían sufrido un ataque, provocando que mi padre la considere como la película que más lo ha asustado en la vida.
Más allá de todos los interesantes tópicos que tiene su historia, se debe reconocer el extraordinario trabajo de un Brian De Palma que por algo tuvo en ‘Carrie’ el primer gran éxito de su carrera. Con un estilo muy ad hoc a la tesis de su película, este hombre dirige como un joven cineasta, no porque denote problemas de principiante, sino porque su estilo detrás de la cámara expone rebeldía. De Palma utiliza todo tipo de planos posibles para expresarnos el sentir de nuestra protagonista y su forma de ver el mundo y las personas que la rodean. Así mismo, utiliza técnicas de movimiento de cámara poco comunes pero bastante efectivas, desde la utilización de ángulos cenitales hasta aquel movimiento de cámara circular y acelerado mientras Carrie baile con su pareja, el cual genera un sentimiento de incomodidad ante lo que ha pasado y de incertidumbre a lo que está por venir a pesar de que es la única escena de toda la película en la que nuestra chica se siente plena y feliz.
Y a pesar de todos los puntos positivos antes comentados, no hay un rubro que le sume tanto a la fortaleza de este filme como el histriónico, en concreto con nuestro personaje principal y su madre. En el papel de Carrie tenemos a Sissy Spacek, cuyo afortunado trabajo comienza desde el casting, ella no era una chica fea pero no se parecía a ninguna otra, no cumplía con los elementos físicos de las estrellas juveniles del momento, lo que facilitaba entrar a este mundo en el que ella es abusada por sus compañeros debido a que es supuestamente diferente. Pero Sissy no solo cumple en el físico, también representa de manera perfecta y en cada momento a la chica tímida y oprimida, aunque su mayor valor llega en la famosa escena del baile y la sangre, porque sí, vemos a una joven enojada y harta capaz de hacer cosas horribles, pero en ninguna momento, ni el más mínimo, deja de transmitir su característica inocencia, su evidente tristeza y, hasta cierto punto, un sentimiento de culpa.
Por otro lado tenemos a Piper Laurie como la extremista madre de Carrie. Con ella somos testigos de lo que es, con todas sus letras, una secundaria realmente poderosa frente a la cámara. Es impresionante lo que logra transmitir, no solo con sus exagerados movimientos, sino con su rostro y, sobre todo, con su voz. Una muestra de su gran trabajo es que un personaje tan deleznable como el suyo puede tener un toque de encanto y causarnos cierta lástima a pesar de sus nada justificables acciones. Sin duda, el dúo Sissy y Piper es icónico dentro del séptimo arte, no por nada ambas consiguieron nominaciones al Oscar a pesar de formar parte de una película de horror.
Hay muchas cosas que hacen de ‘Carrie’ un clásico, su maestría en la dirección, sus impecables actuaciones o ser la primera adaptación cinematográfica de un autor que ha tenido una estrecha relación con el cine. Sin embargo, el mayor valor de esta cinta es su capacidad para jugar con el espectador, nos hace que aceptemos cosas para luego cuestionarlas; tiene un historia que apela a lo conservador pero en conjunto es sumamente liberal; cuestiona a la religión pero termina por darle un poco de razón a algunos de sus pensamientos; crítica a lo que se considera normal dentro de la adolescencia pero el único momento en el que su protagonista es feliz es cuando tiene una noche como adolescente normal; y nos hace empatizar, y hasta sentir lastima, por un personaje que al final se convierte en la causante del terror. Pregúntenselo ¿en cuántas películas de terror se han puesto del lado del personaje que provoca el mal? ¡Exacto! Eso es ‘Carrie’ y por eso es mágica, clásica e imperdible.
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