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Foto del escritorRedacción CinéfilosMX

Dos días, una noche

Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)


Afortunadamente, tratar el tema de la salud mental es cada vez más común en el ámbito laboral. Lo que era impensable hace unos años ahora se ha dejado de estigmatizar, para ir dando pequeños pasos en pos de cuidar a los empleados en esta área, con el fin de que su rendimiento y su bienestar se vean beneficiados. Sin embargo, aún está un peligro latente en los esfuerzos por normalizar esta situación: que un jefe ventajoso o una empresa sin escrúpulos use la conversación malintencionadamente para menospreciar a su gente.


En este contexto ese desarrolla la película de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, hecha en el 2014, llamada Dos días, una noche. Protagonizada por una maravillosa Marion Cotillard, nos cuenta la historia de Sandra, quien es empleada en una pequeña fábrica de paneles solares, además de esposa y madre de dos niños pequeños. Después de tener una baja temporal debido a su depresión, al volver a compañía se entera de que sus colaboradores han recibido un bono por suplirla en sus labores, y que en caso de ser reincorporada ellos perderían dicha recompensa. Sandra, aún delicada de salud y preocupada por la situación económica de su familia, decidirá visitar a cada uno de sus compañeros para pedirles que voten a su favor, para no ser despedida, a sabiendas de que para ellos significaría no obtener el dinero extra.

Lo primero que causa indignación en el público de Dos días, una noche, es la forma despiadada en la que una compañía y los jefes a cargo dejan en manos de los empleados la resolución de cuál será el bolsillo afectado. La gerencia no sólo no hace nada por ayudar o conciliar a su gente, además intentan aconsejar a los involucrados para convencerlos de que Sandra ni siquiera es capaz de volver a sus ocupaciones, argumentando que lo que vivió merma sus capacidades. Para la empresa, el caso es muy sencillo: Se han dado cuenta de que pueden prescindir de una persona, por lo que no se tientan el corazón para quitarle lo que, probablemente, sea lo único que ayude a darle un poco de estructura a la vida de esta mujer, en un momento en el que claramente la necesita.


Dejándola entonces a la deriva, el camino que Sandra emprende para conseguir el apoyo de sus compañeros se convierte en una montaña rusa, algo que no es fácil de resistir para alguien a quien aún le cuesta levantarse de la cama. Sabiendo que sería imposible convencerlos en grupo, hace cada una de las visitas a esos hogares de una manera humilde y sin intentar presionarlos, lo único que pide es compasión. Las respuestas que recibe de ellos son variadas y sorpresivas, van desde la ira y la altanería hasta la empatía y el arrepentimiento. La gente que la conoce y accede a escucharla es consciente de que para ella no sería fácil encontrar otro empleo, pero su situación propia los ata de manos, imposibilitando a muchos elegir la renuncia a su premio monetario y haciéndolos sentir avergonzados por ello.

La situación de nuestra protagonista sirve también para dimensionar lo que está pasando con sus conocidos. Viviendo en Seraing, Bélgica, la mayoría de las personas que Sandra visita se enfrentan a sus propios conflictos: Sus relaciones familiares están afectadas, algunos están obligados a tener trabajos extra en fin de semana, y más de uno sufre violencia en su hogar. La película nos muestra que esto va más de una crisis socioeconómica que desafortunadamente no sólo aplica en este lugar, porque las vicisitudes que pasan estos trabajadores podemos verlas fácilmente en la mayoría de las culturas e idiosincrasias.


No encontraremos en Dos días, una noche una fotografía muy adornada, y la música involucrada sólo es diegética, porque los hermanos Dardenne nos piden así que nos centremos en lo importante: Esta gente está siendo manipulada, y están llevando a nuestra protagonista a los límites de su salud mental. El mensaje de la película sirve para recordarnos que no importa en dónde estemos parados, ni quiénes sean las personas que gobiernan nuestros lugares de trabajo: Está en nosotros, los ciudadanos promedio, el no dejarnos amedrentar, y ser empáticos y amables en las situaciones asfixiantes. Somos nosotros los que tenemos que unirnos y pasar por encima de aquellos que buscan oprimirnos, para poner siempre por delante la decencia humana.

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