Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Cuando se trata de contar una historia, mucho de ello tiene que ver con los personajes que la interpretan y muy poco con el lugar en el que se desarrolla. Es por esto que, cuando encontramos una película que además de ofrecernos buenos diálogos y protagonistas, también nos envuelve con sus espacios, sus colores y la vida de la ciudad en la que se ubica, experimentamos una inmersión que nos llena el ojo. y contribuye a que apreciemos más y mejor el trabajo de su autor. Hacer a las locaciones parte importante de una cinta es algo que hemos podido apreciar en filmografías como la de Woody Allen o Luca Guadagnino, incluso en la famosa trilogía ‘Before’, de Richard Linklater.
Y es justo esta muy grata característica uno de los principales aciertos de la más reciente película del director estadounidense Ira Sachs, que lleva por nombre Frankie. Este largometraje nos cuenta de una actriz mundialmente famosa llamada Françoise Crémont (interpretada por la siempre espectacular Isabelle Huppert), quien decide reunir a sus seres queridos para pasar unas vacaciones en Sintra, Portugal. Es así como se encuentra en un hermoso descanso en compañía de su esposo Jimmy (Brendan Gleeson), su hijo Paul, (Jérémie Rener), su hijastra Sylvia (Vinette Robinson), quien acude con su hija y esposo (Sennia Nanua y Ariyon Bakare); su ex esposo Michel (Pascal Greggory), y una de las amigas más cercanas de Frankie, la maquillista Ilene (Marisa Tomei). Todos ellos viajan para pasar este tiempo con ella sabiendo que no es sólo una escapada veraniega: Servirá principalmente para acompañar a la protagonista en sus últimos días, ya que la aqueja un cáncer que le augura poco tiempo de vida. Esto no se dice en voz alta, pero pone encima de las conversaciones y encuentros de los involucrados un velo de melancolía. Conforme avanza la cinta, seremos testigos de confrontaciones y decisiones que marcarán el rumbo de la familia, siempre teniendo a Frankie como eje de partida.
Como mencionamos al principio, Ira Sachs logra hacer de Portugal uno de los personajes más representativos de la película. De la mano de la cinematografía de Rui Poças, el director nos muestra una variedad de caminos adornados por espesos follajes y verdes intensos, pero también se la del lujo de presentar la arquitectura de Sintra a través de un recorrido por iglesias, castillos y hoteles. Sachs hace vívida a la ciudad usando el movimiento de su gente, que abraca desde locales (como los que arrastran a Frankie a una fiesta de cumpleaños) hasta los turistas, que van en camiones y trenes a recorridos históricos y playas. Hay también algunas tomas perfectamente enmarcadas por mosaicos de colores vivos y líneas intrincadas, que juegan con su geometría e infinidad para crear una bella estructura, la cual sirve como un fondo que contrasta con la existencia incierta y tambaleante de la actriz.
Isabelle Huppert encarna a una Frankie que, si bien se nota un tanto débil, no pierde nunca el porte ni la calma. Se sabe la organizadora del provenir de sus seres queridos y lo maneja con toda la elegancia que su enfermedad le permite. Su presencia y la constante amenaza que cierne sobre su vida hace que sus familiares y amigos reevalúen sus situaciones personales: Qué es lo que buscan en sus relaciones, hasta dónde la formalización de las mismas los hará felices. Mientras su marido se siente perdido sólo de imaginar vivir sin ella, su hijo divaga acerca de cómo manejará sus finanzas y su herencia cuando su madre ya no se encuentre. Su hijastra, por su parte, confronta el deseo de divorciarse con la culpa que sentirá por tener a su hija en medio del problema. Así es como todos van cerrando capítulos y momentos, que no necesariamente tienen que ver con la protagonista, pero que sí la involucran al ser el punto inicial de sus cavilaciones.
Estrenada en el Festival de Cine de Cannes en 2019, Frankie puede definirse como un melodrama nostálgico basado en un contexto de relaciones interpersonales y una estética que embelesa. Nos hace parte de la historia de una exper que no necesariamente nos parece cercana, pero sí nos permite vernos reflejados en sus experiencias y aprendizajes. Conforme avanzamos con ellos entendemos que no necesitamos cierres claros ni definitivos, la efímera existencia de Frankie basta para recordarnos que no importa qué papel representamos en la vida de los otros, ellos y el mundo que nos rodea siempre avanzarán y evolucionarán, estemos presentes o no.
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