Por: Victoria (@viktoria_jpg)
Leos Carax se levanta de su cama, camina lentamente por una habitación, se acerca a una pared y la toca suavemente con sus manos hasta encontrar una abertura que resulta encajar perfectamente con un dedo metálico que sobresale del resto de una de sus manos. Rasga la pared y penetra así en una sala de cine llena de lo que parece ser espectadores dormidos, indiferentes a la película que se está proyectando, entonces un bebé recorre el pasillo central de la sala, seguido de un perro grande y oscuro.
En este prólogo de Holy Motors, Leos Carax parece dejar clara la visión oscura y pesimista que tiene sobre el cine; un cine dirigido a espectadores a los que ya no les importa lo que está sucediendo en la pantalla, se encuentran ajenos a lo que se proyecta en ella, a lo que habita en ella.
De alguna forma podríamos decir que el dedo metálico que Carax utiliza para entrar en la sala de cine es una herramienta con la que intenta plantear la visón que tiene del cine digital y de sí mismo. En noviembre de 2013, durante el Festival de Cine Europeo de Sevilla, Carax habla justamente de la necesidad de reinventarse que tiene el cine. Es eso mismo lo que plantea en esta película, una reinvención tanto del cine en general como del suyo propio y es precisamente esa visión la que trata de llevar a la pantalla grande con Holy Motors, una armonía de imágenes, sentimientos y obsesiones que componen un filme complejo y fragmentado. Fragmentación que encarna el personaje principal de la película (Oscar) interpretado por Denis Lavant, que viaja en una limusina conducida por Edith Scob (Céline) y en donde pronto descubrimos que su trabajo es el de caracterizarse como personajes diferentes a lo largo del día.
Élisabeth Roudinesco explica que la sublimación es la creación de obras artísticas, literarias e intelectuales en donde un individuo toma la fuerza o energía de la pulsión para poder crear un objeto o un fin artístico con la intención de que una obra sea apreciada, admirada o valorada, asimismo, Sigmund Freud define la pulsión como un impulso psíquico característico del ser humano y que tiene un único fin: suprimir o calmar un estado de tensión. Para lograr este fin, la pulsión sirve de un objeto, el que sin embargo no es uno preciso, ni está predeterminado. Me parece importante hacer referencia a estos dos conceptos ya que son elementos que forman parte de la belleza performativa que retrata Lavant en los distintos personajes que interpreta, personajes que cautivan y nos acercan hacia la belleza de la vida, con todas sus sombras y contradicciones y serán estos mismos uno de los pensamientos esenciales y mas interesantes sobre el que gira el sentido interno de la cinta.
Holy Motors nos plantea una distopía en donde el cine se ha olvidado de cualquier artefacto técnico: las cámaras, las luces, etc.…todo ha desaparecido y se ha vuelto invisible, lo único que queda a la vista, entonces, es el actor. El actor es el centro de la ficción que propone Carax como parte inflexible del cine. El propio personaje de Lavant hace referencia a esta idea cuando en un momento se le pregunta por su razón para continuar haciendo lo que hace, y él sin titubeos responde “lo que me hizo empezar, la belleza de actuar”. Si el cine digital contemporáneo tiende a desaparecer o desperdiciar los cuerpos, Holy Motors es un ejemplo que opera en sentido contrario, lo que plantea la cinta es precisamente la sublimación del cuerpo, del actor; lo único que queda tras el cine digital que plantea Carax es el cuerpo que actúa. Lavant se sumerge en la piel de un personaje camaleónico que se transforma mientras avanza la película. Mas que representar, Lavant parece adueñarse de cada personaje del que se caracteriza, tanto así que llega un punto en donde no sabes quién es realmente Oscar.
El planteamiento de la representación que propone Carax en el filme de alguna forma se podría decir que hace referencia al teatro y la oposición entre teatro y cine que explica Gilles Deleuze “quienes amaban profundamente el teatro objetaban que el cine carecía siempre de algo, la “presencia”, la presencia de los cuerpos, que seguían siendo un patrimonio del teatro, el cine no nos mostraba mas que ondas y corpúsculos danzantes con los cuales simulaba cuerpos”. Lo que Carax plantea aquí nos lleva a una idea en donde solo queda la presencia como algo esencial y puro. Sin cine, ni público, lo que el personaje de Lavant realiza en su trabajo plantea al espectador serias dudas sobre lo que estamos viendo y lo que significa.
El trabajo actoral que realiza Lavant sirve para hacer referencia a algunos gestos al pasado en las obras precedentes del director que también protagonizó, así como visibilizar los claros efectos del tiempo en su cuerpo y que se ve reflejado en uno de los personajes que caracteriza Oscar, en donde se tiene que colocar un traje que permite capturar sus movimientos con un conjunto de sensores conectados a una computadora y realizar una serie de acciones, una de ellas consiste en subirse a una caminadora que cada vez le hace correr mas rápido. Oscar tiene un arma de fuego que comienza a disparar mientras aumenta la velocidad de la caminadora, hasta que finalmente se ve derrotado por el cansancio y cae. La escena es una clara referencia a Mauvais Sang (1986) en la que, mientras suena Modern Love de David Bowie, un joven Lavant es filmado mientras corre por las calles de París y se golpea compulsivamente. Mientras en aquella época el cuerpo de Denis Lavant soporta la velocidad que se le exige, en la caminadora el actor finalmente cae derrotado por el paso de los años, ya no es ese joven lleno de vida sino una muestra del envejecimiento, del deterioro, del tiempo que pasa por el y lo destruye. El cuerpo de Lavant le sirve a Carax como un punto de encuentro entre el presente y pasado.
El final de la cinta es la confirmación de la relación que nos plantea Carax al inicio de la película entre lo humano y lo digital. Vemos al personaje de Edith Scob llegando al lugar que le da título a la película para dejar su limusina y marcharse, pero antes de hacerlo se coloca una mascara que oculta su rostro. Es la forma mas clara y directa que pudo emplear el cineasta para explicar lo que se plantea a lo largo de toda la película: la identidad cambiante y la máscara como una forma de afirmar que es imposible ser algo más que un cuerpo cambiante que desempeña un papel. En contraste vemos como todas las otras limusinas que están aparcadas en el mismo sitio empiezan a dialogar entre ellas.
Carax representa perfectamente lo que afirma Donna Haraway en su ensayo El Manifiesto Ciborg, “las maquinas de este fin de siglo han convertido en algo ambiguo la diferencia entre lo natural y lo artificial, entre el cuerpo y la mente, entre el desarrollo personal y el planeado desde el exterior y otras muchas distinciones que solían aplicarse a los organismos y a las máquinas. Las nuestras están inquietamente vivas y, nosotros, aterradoramente inertes”.
Comments