Por: Victoria (@viktoria_jpg)
El nombre de Quentin Tarantino es sinónimo de buen cine y sus películas garantía de experiencias únicas. El originario de Knoxville, Tennessee, ya nos tiene acostumbrados a grandes cintas, su carrera como director es como el vino, cuanto más tiempo pasa, mejor se hace. Es verdad que ha tenido sus tropiezos, pero en general ha demostrado ser un director que disfruta y ama hacer cine, y eso es gracias a que goza de una gran libertad creativa a la hora de hacer sus películas.
Hace mucho que nos dejó en claro que es un cineasta que cuenta con una filmografía extraordinaria (a pesar de no ser tan extensa), y es que no solo es un buen guionista, sino que es un director que ha logrado desarrollar un sello muy particular que lo hace único e inigualable.
Versátil como pocos, Tarantino decidió rodar una road movie de terror, Death Proof (2007), que lastimosamente no logró tener un buen recibimiento, ni por la taquilla, ni por la crítica. Después de este tropiezo llegó el 2009 y Tarantino estrenó su séptima película, Inglourious Basterds.
Si hay algo que se le tiene que agradecer a este filme (y por lo que siento que tuvo tanto éxito) es que se salió completamente del modelo cinematográfico establecido de la segunda guerra mundial, ¿a qué me refiero con esto?; tomando como referencia a algunas películas bélicas que se estrenaron en el 2008, por ejemplo, El Niño con el pijama de rayas, The Reader, Desafío, etc., encontramos una serie de elementos que se repiten en cada una de ellas, la solemnidad, la corrección política, maniqueísmo, una fotografía con tonos oscuros y el elemento mas importante, utilizar la historia para moralizar o dar un discurso o mensaje trascendental. Tomando en cuenta este contexto, no es de extrañar que una de las reflexiones mas audaces y complejas sobre este pasaje de la historia surja de una película que se niega a caer en este modelo, Inglourious Basterds no trata de esconder su culpa por ultrajar la historia, sino que, por el contrario, es una obra lo suficientemente audaz como para tomarla (la historia) y recrearla a través de una narrativa sublime.
Encabezada por un elenco de primera, que va desde Brad Pitt hasta Christoph Waltz y Michael Fassbender, Tarantino retoma su narración a través de capítulos, los cuales funcionan para reforzar la gran habilidad que tiene para el dialogo y el desarrollo de sus personajes, no solo de los principales sino también de los secundarios, tanto así que a veces puede dar la impresión de que en realidad no hay un protagonista claro. Las palabras cobran un protagonismo esencial a lo largo de toda la cinta, no es menor, entonces, que los personajes alemanes hablen alemán, los franceses en francés y los estadounidenses hablen mal el italiano, así como tampoco es menor que el personaje más complejo de la película sea el que mejor domina la mayoría de los idiomas. Es por eso que los personajes de esta película se volvieron tan icónicos y populares en comparación con otros de sus cintas anteriores.
El mensaje político de Inglourious Basterds va más allá de revelarnos los defectos del modelo de representación de la segunda guerra mundial, también va más allá de presentarnos personajes nazis encantadores o sensibles y soldados aliados pintorescos y sádicos, esos solo son aspectos superficiales, el mensaje político está mas relacionado con el lugar que ocupa el cine en la reflexión de la guerra y la propaganda política. Tarantino, comprometiéndose con sus personajes e interrogándose como nunca antes, realizó su película más compleja, dando como resultado la mejor obra de toda su filmografía.
Comments