Por: Carlos Urias (@ElcarlosUrias)
Macario: la máxima representación del Día de Muertos, de las mejores películas, no solo de la historia filmográfica del país que celebra a los muertos cada 2 de noviembre, sino que es una de las mejores películas a nivel internacional.
Este filme, que desafía la excentricidad, rompe los paradigmas de la época en la contextualización geográfica donde se encontraba inmersa, es una historia fantástica, que reúne los elementos para poder decir que es una obra maestra en toda la extensión de la palabra, no solo por el hecho de mostrar con plenitud una cultura ancestral de origen mexicana, sino porque, también, reta a la misma cultura a una expansión intelectual del significado de la misma.
Si no estás familiarizado con esta cinta, la sinopsis es la siguiente:
Macario, un aldeano sumamente pobre que tiene esposa y varios hijos, se dedica a vender leña en el pueblo. Harto de una vida de privaciones y apuros, manifiesta que su mayor anhelo es poder comerse él solo un pavo, sin tener que compartirlo con nadie. Su esposa, confidente de tan profundo deseo, un día roba uno de la granja de una familia rica. Cuando Macario se dispone a comérselo, Dios, el Diablo y la Muerte se le aparecen para pedirle que lo comparta.
Una película digna de ver en estas fechas, como conmemoración de la celebración de Día de Muertos, es una grandísima opción, nos explica como en la cultura mexicana la muerte es algo normal, a diferencia de otras culturas globales, la muerte es visto como algo normal, inminente, una fecha desconocida pero que algún día llegara.
En esta odisea, la representación de la muerte es un punto muy bueno a destacar, debido a que nos introducen al concepto de la muerte como un igual, al igual que la representación de Dios y el diablo, aunque es ficción, nos acerca a una realidad en la que convivimos con seres de otro mundo entre nosotros.
Como dato curioso, la representación de estos seres, como Dios y el Diablo, fueron motivo de confusión en el festival de Cannes, pues los críticos no supieron que papeles representaban, esto mayormente por lo atípico de su vestimenta, fuera de lo habitual anteriormente representado en el cine.
Este filme es especial, pues el cine mexicano sufría una de las peores crisis de la historia del cine mexicano, misma razón por la que no fue nominado a los premios Ariel, la reconocida gala donde se galardona a lo mejor del cine, pues fue suspendida durante esos años.
A más de 60 años de su estreno, aún sigue dando de qué hablar, pues la elegancia de la fotografía, la representación de su analogía, destacando que la cultura conlleva a una representación donde la muerte es algo normal, donde una muerte cansada recurre a la ayuda de un mortal para llevar a cabo sus actividades, o mejor dicho, para salvar a unos cuantos de llevárselos a una nueva vida.
También, en la misma cinta, nos topamos un punto que destacar: el impacto de la iglesia misma.
En la cinta, la iglesia acusa a Macario por sus trabajos como curandero en el pueblo, nos damos cuenta como la iglesia y la santa inquisición no pueden ver la muerte sin el contexto de Dios como dador y quitador de vida, no abren la mente a la posibilidad de la muerte como ente místico, capaz de tener las mismas propiedades fantásticas como el diablo, desafiando la excentricidad en el panorama fantástico empleándolo a la pantalla.
Son pocas veces en la que los cineastas mexicanos apuestan por un concepto innovador, lleno de nuevas ideas que desafían los paradigmas preestablecidos por la misma industria.
El padrino de la muerte, es un cuento clásico en este país, rescatado por los Hermanos Grimm, reconocidos escritores alemanes, que adaptaron este relato para su distribución masiva, el cuento fue adaptado por lo que hoy conocemos como ‘Macario’, cuyos argumentos se basan en una cultura donde se venera a la muerte, donde existe un mundo más allá, a la altura del Valhalla, la cultura azteca tiene al mictlan.
No puedes dejar pasar la oportunidad de ver este clásico, un filme que es una obra maestra, digna de admirar, su historia conlleva un contexto histórico y cultural muy importante, vital para comprender la muerte y la vida.
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