Por: Juan Tlapalamatl (@Jul_ElSombrero)
Definir una película favorita siempre es complicado para cualquiera, pues el mar inmenso al que se puede tener acceso en el cine hace que elegir solo una sea, más que un gusto, un martirio. Sin embargo, son especiales las películas que por el o la protagonista, la historia entrañable o el momento en el que nos encontramos, marcan un antes y un después en nuestro repertorio. En mi caso fue Submarine de Richard Ayoade, que descubrí en preparatoria y se ha convertido en mi “comfort movie” recientemente.
Mi descubrimiento fue una casualidad. Estaba mirando la televisión, cambiando de canales, cuando una imagen me sorprendió: era un chico y una chica que estaban dentro del mar con ropa, mirando al horizonte y caminando mar adentro.
Tristemente era la última escena de la película y el nombre no apareció en pantalla.
Meses después, en el descubrimiento de música nueva, apareció en sugerencias la portada de un álbum con el rostro del chico que había visto esa tarde en la televisión. El disco se llama Submarine, igual que la película, que de pura casualidad encontré completa también en el buscador.
La película es una coming of age protagonizada por Craig Roberts en el papel de Oliver Tate, un chico narcisista e inseguro que trata de controlar la narrativa de su vida cuando el romance llega en la forma de Jordana, quien despierta su interés por desarrollar un romance y tener como finalidad perder su virginidad.
La historia de ‘Submarine’ se cimenta en el deseo de Oliver Tate por comenzar su vida sexual, así como salvar el matrimonio de sus padres que más que en decadencia lo observamos como un fracaso total.
Lo curioso del encuentro entre Oliver y Jordana es que llega en forma de venganza a un exnovio y en el camino de su consumación Oliver va siendo consciente de las circunstancias que envuelven una relación, así como el contraste de la pasión del amor adolescente con la estabilidad del matrimonio de sus padres.
La búsqueda del romance en la vida de Oliver es resultado de la depresión que vive su padre, Lloyd, sin sabor en la vida lejos de su pasión por el océano, y la frustración del amor de su madre, Jill, con ganas de explorar el mundo y el anhelo olvidado de convertirse en actriz. Los sueños rotos de sus padres hacen que Oliver busque la felicidad, inconscientemente en el ámbito del amor.
Existen dos puntos clave en la definición de la película. El primero de ellos es, sin duda, la forma en que se segmenta la historia que se divide en las mismas partes del libro, como capítulos que en distintas secuencias abarcan la historia completa. Así como el narrador protagonista que representa Oliver y que hace que la película se sienta muy cercana y propia, como contada por un amigo, o incluso, como lapsos de historia vividos en carne propia, facilidad que otorga este tipo de narrador.
La segunda, la musicalización, como ya mencioné, a la que se llega más fácilmente buscando en el repertorio del vocalista de The Arctic Monkeys, Alex Turner. El trabajo de Alex Turner en la película se siente diferente, con propuestas más profundas y sentimentales a las conocidas con su banda de indie-rock alternativo, que adorna a la perfección los momentos más importantes de la película.
Aunado al soundtrack se añade la paleta de colores y el diseño de vestuario de los personajes, que convierten a estos elementos en símbolos de la melancolía, la magia de un lugar en el que la tristeza te hace sentir vivo.
En general la película demuestra ser un gran trabajo en producción con la ambientación total que te sumerge en el filme, actuaciones que reflejan emociones auténticas y expresiones que parecieran clichés a los que nunca se le ha sacado buen provecho dentro del cine.
El título, referente total y explícito dentro de la película del que no hablaré para no hacer un gran spoiler, hizo que en su momento fuera un parteaguas en la concepción del amor en mi adolescencia, y que continúa siento un referente para entender que la forma en la que cada uno de nosotros experimentamos nuestros sentimientos es única y por eso más especial.
Submarine se ha consolidado como una tragicomedia que comienza a ser un clásico del cine indie que refleja el sentir del adolescente, al igual que películas como Sing Street o series como The End of the F***ing World y Sex Education.
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