Por: Alberto (@CineAutopsias)
La seriedad de lo absurdo
¿Qué es lo peor que han hecho en la vida? ¿Robar, mentir, copiar en un examen, quedarse con el cambio que les dan de más en una tienda? ¿Rodar una película con un presupuesto de 33 millones de dólares, un gran elenco, una historia interesante, un equipo técnico de primera y arruinarla? Esto último es lo que Woody Allen pensaba de La maldición del escorpión de jade (EUA, 2001), y se lo confesó a Eric Lax quien lo dejó registrado en su libro Conversaciones con Woody Allen (Random House Mondadori, México, 2010).
Vamos a ver. La maldición… no es la primer recomendación que te haría si me preguntas qué películas de Allen ver sin falta. Tampoco sería la quinta, ni la décima que me vendría a la mente… quizá sí es una mala película, pero si ya has andado por sus películas vale pena mencionar algunos detalles de esta para que te animes a verla.
La historia de la cinta se centra en C.W. Briggs (Woody Allen), un eficaz agente investigador de seguros que una noche es hipnotizado por el mago Voltan (David Ogden Styers) quien, por medio de palabras clave, obliga a Briggs a robar las joyas de familias adineradas. Pero junto a Briggs, Voltan hipnotiza a Betty Ann (Helen Hunt), la nueva asesora de la oficina de seguros con quien Briggs tiene una pésima relación. Al hipnotizarlos, Voltan les hace creer que se aman profundamente y sus compañeros de oficina se vuleven locos de la risa al saber de la animadversión que hay entre ambos.
Este momento de la historia es el punto de inflexión a partir del cual Allen se permite jugar con los temas recurrentes de las películas de detectives y los de su propia filmografía. Y creo que para valorar la película en su justa dimensión, esa es la palabra adecuada: jugar. En La maldición… Allen se reirá un rato de algunos temas serios.
Comienzo señalando uno de los más evidentes: la relación entre Briggs y Betty. Ella ha llegado a la oficina de seguros para innovar la empresa en todos los aspectos, él es un detective con sabiduría callejera que cree saber todo lo necesario para resolver un caso. Pero en lugar de plantear el perenne problema de tradición versus modernidad y hacernos pensar que “todo tiempo pasado fue mejor”, el personaje de Allen es tan graciosamente antipatico que no tendremos por él ninguna compasión si llega a perder su trabajo. De esta manera a través de la comedia, Allen nos hace reflexionar sobre aquellos prejuicios de los que no queremos deshacernos para mejorar nuestra persona y nuestro trabajo.
La película también explora las relaciones de poder que se dan entre hombres y mujeres, en el sexo, el amor, entre policías y entre ladrones. C. W. Briggs aprovecha su fama y buena suerte para menospreciar a sus colegas, burlarse de la policia y seducir mujeres que, sin aquella fama y fortuna, estarían fuera de su alcance; pero el guión cómico de Allen nos permite entender que esa actitud de Briggs es posible porque aquellas relaciones de poder están cimentadas en el desprecio que tenemos por las habilidades o conocimientos de quienes consideramos inferiores a nosotros.
A través de los tres principales personajes femeninos, el tema del amor está presente: Jill (Elizabeth Berkley), asistente de Briggs, es una chica que resiste sus embates seductores pues la búsqueda de un amor “convencional” le impiden caer en esa “guerra de los sexos”; para Laura Kensington (Charlize Theron), hija todopoderosa de una familia neuyorquina de abolengo, el amor y el sexo sólo pueden ser una aventura de cazería por la sabana africana y, por supuesto, tenemos a Betty Ann cuyo intento de equilibrar el amor y el trabajo está más cerca del desastre que del éxito. La figura petulante e incómoda de Briggs, le sirve a la historia para mostrarnos –desde una mirada masculina, por supuesto– la complejidad de establecer una relación de auténtico amor para las tres mujeres.
Finalmente quiero destacar otro de los temas recurrentes en la filmografía de Allen y que se presenta en la forma de una frase que dirá algún personaje o un narrador: es mejor tener suerte que ser buena persona (it's better be lucky than good). El control hipnótico que Voltan tiene sobre Briggs y bajo el cual comete fechorías, le sirve a Allen para preguntarnos si efectivamente Briggs está del lado de los buenos por convicción, ¿no será que en el fondo es un ladrón de poca monta o como aquellos que soborna para resolver sus investigaciones? Por supuesto, el hipnotismo es una situación tan extravagante que sólo puede ser tratada de forma cómica, pero que nos permite pensar que quizá Briggs no es tan inteligente o bueno como piensa, quizá sólo es un tipo con suerte quien, de haber caido la moneda en la otra cara, estaría de lado de los malos poniendo su talento al servicio de sus fechorías.
La maldición… no será la mejor película de Allen, pero al permitrise jugar con el aburdo de conquistar a la bella Laura Kensington o con su inverosímil escape del cuartel de la policía, llegamos a creer que C. W. Briggs a través de pastelazos y cáscaras de plátano logrará lo imposible: atraparse a sí mismo.
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