Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Hay memorias que merecen ser desempolvadas, aunque probablemente ni siquiera seamos conscientes de ello. Hace falta excavar, indagar en nuestra mente e ir a lo profundo de sus conexiones, para evocar cuáles fueron los sucesos y la gente que, intencionalmente o sin quererlo, formaron a la persona que somos hoy. En el caso del cineasta Kenneth Branagh, el ejercicio del recuerdo partió de dos vertientes: las ganas de expresar lo que su ciudad representó para él en su infancia, y que el encierro pandémico le otorgara el espacio para permitirse la reflexión.
Gracias a ello, hoy podemos disfrutar en cartelera a ‘Belfast’, su película más reciente. Ésta está inspirada en las vivencias del director durante su niñez en Irlanda del Norte, quien llevaba una vida agradable al lado de su familia hasta que comienza el conflicto etno nacionalista coloquialmente llamado The Troubles, desatando la guerra entre los protestantes y los católicos de aquella zona de Belfast. El director presenta, a través de su propia mirada infantil, de qué manera este acontecimiento resulta incomprensible y desproporcionado para un pequeño que lo único que desea es jugar y convivir con los suyos, mientras lo envuelven conversaciones adultas llenas de apremio y preocupación.
Habiendo podido elegir el turbio contexto bélico para fincar su filme, Branagh atina en tomarlo por el lado enternecedor: Buddy, interpretado por el encantador Jude Hill, posee tal carisma y gracia que provocan en el público risas constantes y empáticas. Observamos a un muchachito que intenta entender por qué el catolicismo es atemorizante, por qué se ha construido una barricada en su calle y de qué van las peleas de sus papás, al mismo tiempo que comete travesuras con su prima, intenta acercarse a la muchachita que le gusta y anhela su momento de pisar nuevamente una sala de cine. Con una sonrisa franca y un acento marcado, logra echarse en el bolsillo a la audiencia, igual que lo hacen los dos actores que se lucen como sus progenitores, Jamie Dornan y Caitriona Balfe. El primero, a pesar de sus varias ausencias, nos regala a un padre fuerte y amable, y la segunda es una madre inteligente y valiente, cuyo lenguaje de amor se despliega en sus cuidados y lecciones. A pesar de que sus papeles pueden tildarse de tradicionales, ambos se muestran imponentes y memorables a la hora de personificarlos. Así, el realizador proyecta en pantalla a sus parientes, añadiendo además a dos abuelos sabios y graciosos: Judi Dench aparece tan regia como siempre, y la actuación de Ciáran Hinds es de tal calidad que le valió la nominación a Mejor Actor de Reparto en los próximos premios Oscar.
Otra de las características distintivas de ‘Belfast’ es su cinematografía en blanco y negro, que corre a cargo de Haris Zambarloukos - quien ya había trabajado con Kenneth en ‘Sleuth’, ‘Jack Ryan’ y ‘Cinderella’ -. Ésta permite que las remembranzas se presenten como tal, dándoles un eco de nostalgia mientras enfatiza con colores lo que para él fue un descubrimiento mayúsculo: El impacto del cine en su mundo, y el escape que fue durante aquella incertidumbre. Utilizando películas como ‘One Million Years B. C.’ y ‘Chitty Chitty Bang Bang’, además de un poético reflejo en los anteojos de Granny, Branagh hace homenaje a aquellas cintas que lo marcaron y delinearon lo que a futuro se convertiría en su carrera.
Estrenada en Telluride Film Festival y nominada a siete premios de la Academia, ‘Belfast’ es un coming-of-age lleno de dulzura e impecabilidad. Su director pone el corazón en contarnos de él, sin dejar de lado la elegancia de una hechura artística. El filme tiene a bien entregar el mensaje de que, cuando se enfrentan las tragedias y lo inevitable, pocas cosas resultan ser un lenitivo tan efectivo como la comedia. Y, si el humor va acompañado de seres que nos quieren y protegen, infinitamente mejor.
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