Una nueva película de M. Night Shyamalan ha llegado para el gusto de sus seguidores y para la desgracia de sus detractores. Todo cinéfilo sabe perfectamente que cuando este director anuncia una nueva película tendremos el equivalente a un volado. Puede salir muy bien o puede salir verdaderamente mal. Lo que se le agradece es que pueda entregarnos propuestas originales en medio de muchas secuelas y precuelas que arriban a las carteleras.
En esta ocasión nos presenta Trap (La Trampa). Bajo su guion y dirección, Shyamalan nos trae una de sus ideas más interesantes hasta la fecha. Sabemos que la gran característica de este director está en sus giros de trama. En El Sexto Sentido (1999) el giro estaba al final de la película, en Knock at the Cabin (2023) el giro resultó ser que no lo había, en Trap el giro está desde el tráiler. ¿Eso es necesariamente malo? La respuesta es que no, pues el resultado resulta ser gratificante.
Para premiarle por sus buenas notas en la escuela, Cooper (Josh Hartnett) lleva a su hija Riley (Ariel Donoghue) al concierto de su artista favorita Lady Raven (Saleka Shyamalan). Al llegar al estadio donde será el concierto, nota que hay muchos policías armados a su alrededor realizando una especie de operativo. Cooper le pregunta a un vendedor lo que ocurre y le menciona que todo el concierto es una trampa para atrapar a un temido asesino llamado The Butcher que se presume que estará ahí en el evento. La calma y tranquilidad de Cooper se convierte en tensión al tratar de pasar desapercibido y poder escapar de dicha trampa. Ah sí, olvidé mencionar que Cooper realmente es The Butcher.
Planteándolo como la combinación de El Silencio de los Inocentes con The Eras Tour, M. Night Shyamalan nos vende la historia como un thriller del juego del gato y el ratón desde la perspectiva del gato, en donde vemos a Cooper deambular y escabullirse en el estadio con tal de escapar. Sin embargo, al tratarse de una película sobre un asesino, lo que menos vemos en la película es un asesinato, lo que menos hay en esta película es sangre o carne partida, al final ese no es el objetivo de Shyamalan, su intención es inyectarle tensión al concepto. Esa carencia de elementos grotescos en un concepto como éste puede recordar fácilmente a Red Eye (2005) de Wes Craven, donde Cillian Murphy resulta ser un sociópata (revelado desde el tráiler) que tiene amenazada a Rachel McAdams dentro de un avión. Tanto la obra de Shyamalan como la de Craven no parten de tener un montón de giros, sino de usar la idea principal y jugar con ella en una película de duración corta y de ritmo ágil para mantener al espectador al borde del asiento, ambas películas lo consiguen.
El verdadero corazón de esta película recae en su protagonista Josh Hartnett, quien no solamente tiene una actuación estupenda, sino que también le otorga un significado diferente a la película, uno que no se esperaba venir. Es impresionante porque no vemos a Cooper matar durante toda la película, pero la película no necesita recurrir a los asesinatos para demostrar cuán peligroso y temible puede ser. Hartnett hace un trabajo impecable en proyectar esa locura y mirada cínica mezclándolo con la calidez de un padre que haría todo por su hija y su familia. Es ahí donde la película pone sobre la mesa una historia sobre el balance de una doble vida, de un hombre que puede irradiar amabilidad y encanto, pero no sabemos lo que hay detrás, lo que le oculta a su familia como también el rol que tiene como padre.
El estilo Shyamalan está presente, sus diálogos tienen todo su sello, como también su forma de entregarlos que rayan entre lo fantasioso y la comedia negra. También se trata de una de las películas de Shyamalan con mejor trabajo de fotografía a cargo de Sayomhu Mukdeeprom (recientemente entregó la impecable Challengers), no se pierde la costumbre del cameo de Shyamalan y en esta ocasión se une su hija Saleka para interpretar a la artista Lady Raven, acompañada con un repertorio de buenas canciones compuestas y cantadas por ella, aunque en la actuación hay áreas de oportunidad, en lo musical deslumbra. Ariel Donoghue resulta ser adorable como Riley y ver cómo se la pasa en el concierto es parte del sazón de la película.
El concepto de la película logra atrapar al espectador con facilidad, pero era complicado mantenerlo después de mostrar su giro en los primeros diez minutos de la película. Sus primeros dos actos son brillantes, el tercero puede ser el más divisorio, pues los fans más puristas de Shyamalan no encontrarán revelaciones shockeantes y sus teorías serán arruinadas. Sin embargo, es una prueba de que los giros no necesariamente tienen que ser revelaciones, sino las decisiones imprevistas que puede tomar un personaje de una forma tan rápida que con solo verlas te suman al suspenso.
Trap es una de varias pruebas en las que Shyamalan puede seguir aportando ideas originales y emociones al espectador, con la variante de un protagonista que no puedes odiar aun cuando se trata de un desquiciado. Hartnett logra uno de los trabajos más destacados de su carrera. La verdadera trampa de esta película podría ser su último acto y sus demasiadas conveniencias por el bien del entretenimiento. Sin embargo, dentro de un año complicado de estrenos insípidos en cartelera, Shyamalan logra darle personalidad a un hombre que fácilmente será el padre del año.
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