Si bien habían nacido como colectivo mucho antes de esa fecha, fue en 1994 cuando detona el movimiento de insurrección en México llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, proveniente de Chiapas e impulsado por el hartazgo de haberse visto sometidos por demasiado tiempo a la opresión de estratos sociales altos, quienes se asociaban con las autoridades para quitarles tierras y obligarles a laborar con escasos o nulos sueldos. Llevando a cabo un reclutamiento pocas veces visto, se alzaron en armas para exigir aquello que les correspondía justa y honestamente.
Hoy, a 30 años de este singular acontecimiento, encontramos en pantalla grande el documental que tiene por nombre ‘La Montaña’. Esta película está protagonizada por Lupita, Carolina, Ximena, Yuli, Felipe, Bernal y Marijose, conocidos como el Escuadrón 4-2-1 (llamado así por conformarse de cuatro mujeres, dos hombres y una persona no binaria), quienes son los designados para representar a sus respectivos pueblos en un viaje en barco que zarpa desde nuestro país y cruza el océano Atlántico para conducirlos a Europa, con el fin de que compartan sus experiencias con otras naciones e intercambien ideas para promover la autogestión y sustentabilidad.
Para documentar una travesía de esta magnitud, el grupo solicita la ayuda del destacado cineasta y escritor Diego Enrique Osorno, quien, además de haber fungido como director de casi una docena de filmes, ha incursionado dentro de la industria en la realización de guiones y como productor ejecutivo. Se hace cargo entonces de recorrer los mares con la tripulación, recolectando conversaciones, esfuerzos, pasatiempos y vicisitudes para relatar de manera fidedigna los 52 días que duró la expedición. Este material narra el traslado orgánicamente gracias al trabajo de Miguel Schverdfinger, quien entrelaza la edición de lo captado dentro del Stahlratte con retazos de los videos (recopilados por Aída Bautista) que atestiguaron el origen del EZLN y su desarrollo, explicando con imágenes el contexto de una lucha que aún no finaliza, y cuyos bríos han evolucionado en pos de buscar paz para los suyos y una firme autonomía.
Aunque ‘La Montaña’ da la impresión de ser una cinta enfocada en el desplazamiento y sus inevitables percances, basta observarla por algunos minutos para darnos cuenta de que su propósito va más allá de eso, eligiendo revelar los aspectos más vulnerables y humanos de los individuos que nos muestra. A través de sus testimonios y sus pláticas (que se plasman en ocho idiomas, ya que parte del crew es extranjero) apreciamos el orgullo que les causa su modus vivendi, lo que han aprendido y las tradiciones que no permiten que se desvanezcan. Cuentan varias anécdotas mientras los vemos degustar pozol o sopa de espinaca, del mismo modo que lo hacen, con una atención al detalle fascinante, cuando bordan y arman textiles. Lo que hubiera podido convertirse en la torre de Babel termina por ser la unión idónea de distintos continentes e ideologías, que tienen bien presente el objetivo común.
Exhibida en festivales como Doqumenta, Biarritz, Ambulante y Rotterdam, ‘La Montaña’ es un microcosmos perfecto que simboliza a la raza humana y sus formas de hacer alianzas pensando en la globalidad. Con la hermosa cinematografía de María Secco, que ostenta atardeceres fastuosos, cielos abiertos y la infinidad del agua, disfrutamos visualmente el largometraje y reflexionamos lo importante que es el intercambio de culturas y la apertura al aprendizaje. De aquella rebelión que sucediera en el mandato de Salinas y conmocionara a la patria, lo mejor que nos han heredado es la posibilidad de esparcir la semilla de esperanza para los que optan por creer que puede alcanzarse lo imposible.
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