Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Las películas que más se recuerdan a la postre, esas que dejan mella en la audiencia, son casi siempre las que provocaron en ellos las sensaciones y sentimientos más fuertes. Explotar la vulnerabilidad a través de una historia, una actuación o un montaje no es cosa sencilla; hay que correr riesgos, aventurarse y perder un poco los estribos, todo en pos de crear una experiencia inolvidable para el público. Los cineastas parten de sus propias personalidades para lograrlo, filmando lo que les causa escozor, lo que les generó algún trauma, incluso lo que necesitan exorcizar, y ahí está la conexión: Uno se desborda a través de la pantalla, y el observador lo absorbe sin cuestionar, ingiriendo hasta la última gota.
‘Black Bear’, la cinta más reciente de Lawrence Michael Levine (‘Wild canaries’), es una de esas cintas, intrincada y vibrante como pocas en la actualidad. Escribir una sinopsis que le haga justicia podría incluso spoilear un poco la película, pero podemos decir que, en esencia, es un largometraje que se divide en dos partes: La primera nos muestra a Allison (Aubrey Plaza) una directora de cine que ha ido a pasar unos días a la habitación en una cabaña alejada de la ciudad, que le rentó a una pareja que ahí vive, Blair (Sarah Gadon) y Gabe (Christopher Abbott). De inmediato observamos que el matrimonio no se lleva bien, y la presencia de Allison sólo tensa más la situación. En un giro de tuerca, Levine nos muestra a una Allison que es actriz y cuyo esposo se encuentra dirigiendo una escena en la que ella es protagonista. Los métodos que éste usará para que ella de lo mejor de sí en su papel serán no nada más cuestionables, también provocarán en el público desprecio y nerviosismo.
‘Black bear’ tiene un espíritu que se alimenta de incomodar al observador. Nuestra protagonista parece tener un motivo oculto para actuar como lo hace, y nuestras ganas de descubrirlo o verlo develado nos hacen sentir ansiosos e incluso desesperados. ¿Por qué parece querer provocar al matrimonio que habita con ella? ¿Es una femme fatale, o pretende parecerlo? Mientras estamos intentando entender, la película toma otros caminos - todos dirigidos a través de una escena en la que Aubrey se encuentra sentada en medio de un muelle - y nos lleva a más preguntas, todas disparadas desde distintas aristas: ¿Hasta dónde estamos siendo despiadados con el ser amado?, ¿Qué dicen de nosotros los roles de género?, ¿Cuándo se es marioneta y cuándo titiritero? Este largometraje no tiene las respuestas, pero sí un cúmulo de escenas que incomodan, repetitiva y sofocantemente, y sin embargo nos arrancan una que otra risa: El absurdo es tanto que nos sobrepasa y eso es inevitablemente gracioso, y logra esto sin caer en el ridículo y permaneciendo en un contexto de realidad.
Mención aparte al deslumbrante trabajo de Aubrey Plaza, quien ya se ha lucido en otros de sus papeles, pero es en esta cinta donde más ha explotado tal potencial. Acompañada de un Gabe destacado y una Blair muy convincente, Plaza va del misticismo al sufrimiento con intensidad; los gritos, el llanto, su exasperación y su desengaño son de tal fuerza que al espectador no le queda más que dejarse arrastrar y sentirse casi igual de vulnerable y acorralado, lo que completa a la perfección la intención de ‘Black bear’: El público - gracias a la confusión y las sensaciones - la mantendrá en su mente, intentando desenredarla, por mucho, mucho tiempo.
Hay niebla en el camino, y un animal acecha entre los arbustos. Hay algunos gruñidos, que a veces son imperceptibles y otras resuenan fuertemente. ¿Es un oso el que se escucha? ¿Viene a hacernos daño? Es imposible saber lo que pretende. Tenemos miedo de acercarnos, porque lo que hay más allá de la superficie parece ser un peligro. Es un poco como lo que solemos ocultar los humanos: Nuestras emociones más salvajes, los impulsos incontrolables. Quizá el oso que se oculta en el bosque es un descomunal monstruo que no dudará en devorarnos… o quizá sólo son nuestros temores y reflejos los que nos haces sobre reaccionar, y sólo es un oso jactándose de ser un oso.
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