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Foto del escritorFreddie Montes

Cuties: ¡No nos hagamos!

Por: Freddie Montes (@FreddieMontes)


Primer largometraje de la cineasta francesa Maïmouna Doucouré que le valió un reconocimiento a la mejor dirección en un drama internacional en el Festival de Cine de Sundance.


Amy es una niña senegalesa de 11 años que vive en un pequeño apartamento francés junto a su conservadora familia practicante de la región musulmana. Un día, esta chica descubre y queda fascinada con un grupo de niñas de su edad que se reúnen para practicar sus pasos de baile con la intención de poder participar en un concurso de twerking.

La popularización de los hashtags #NetflixPedofilo y #CancelNetflix, la decisión de varios usuarios de cancelar su suscripción a esta plataforma y hasta una (supuesta) caída en el precio de sus acciones son algunas de las cosas con las que Netflix ha tenido que lidiar desde que comenzó la promoción de la cinta francesa ‘Cuties’ (‘Guapis’ en español o ‘Mignonnes’ en su idioma original) de la debutante cineasta Maïmouna Doucouré, quien también ha tenido que enfrentar, según sus dichos, amenazas de muerte por parte de algunas personas.


Todo inició cuando anunciaron el estreno en la plataforma de este filme acompañado de un poster que mostraba a un grupo de niñas con ropa realmente corta y haciendo posiciones de twerking, la sinopsis presentada tampoco ayudó mucho: “Amy tiene once años y quiere pertenecer a un grupo de chicas de su edad que bailan sensualmente…”. Ante esto, la directora defendió su obra alegando que ni la imagen ni la descripción reflejaban el espíritu de la cinta, por lo que Netflix terminó disculpándose y modificando tanto el poster como la sinopsis. Pero ninguna declaración por parte de los involucrados ni cualquier modificación en la promoción tienen la capacidad de cambiar el producto. Finalmente ‘Cuties’ llegó a nosotros y podemos hablar de ella con conocimiento de causa.

Lo primero que debo decir es que la cinta comienza con el pie derecho. Su ritmo es bueno, rápidamente somos testigos, sin necesidad de diálogos que nos lo expresen, que nuestra protagonista está en una etapa de la vida llena de dudas, actitudes rebeldes en contra de lo previamente establecido y ganas de descubrir un mundo que para ella es nuevo. No es gratuito el hecho de que sea la hija de una familia africana musulmana llegando a un colegio francés con toda su progresía y choque de culturas.


Otro punto positivo son las actuaciones, principalmente la de Fathia Youssouf, quien interpreta Amy, la protagonista. Y es que este relato es tan intimista que en ningún momento se nos muestra algo que sea ajeno a su visión. Por ende, las escenas en las que no aparece en cámara son realmente pocas, así que nos encontramos con una chica debutante que logra cargar con el peso de una película de gran manera. Con su simple interpretación podemos entender lo que pasa con ella en cada escena específica, si está triste, enojada, frustrada o ilusionada. El asunto es que su interpretación es lo único que nos ayuda a entenderla ya que el guion de la cinta es, por decir lo menos, inconexo.

Los problemas con esta historia llegan rápidamente. Está claro que esta niña está entrando a la pubertad, no está cómoda con la religión que profesa su familia y quiere encajar con chicas de sus edad, hasta aquí todo normal, pero llega el momento en el que el discurso de la niña con dudas se convierte en una crítica completamente gratuita al conservadurismo. Ojo, cualquiera puede usar sus medios para criticar algo que cree incorrecto, el problema es que no hay razón alguna para que la niña tome decisiones tan extremas. Su familia no la trata mal en un inicio, su papá no está presente pero no se olvida de ella, nunca se ve que tengan grandes carencias económicos. ¿Cuál es el problema? ¿Que la hacen cuidar a su hermano menor? Entiendo que no es el rol de una niña hacerse cargo de otro niño pero es ilógico que busquen justificar todo lo que hace la protagonista simplemente porque su familia le otorga responsabilidades que no van más allá de ayudar en la casa y asistir a las reuniones religiosas.


El discurso de la directora se resume en que es mejor juntarte con unas pequeñas delincuentes (y no lo digo por lo del baile) antes que pertenecer a una familia conservadora. Y la historia nunca se retracta en este sentido. Al final de cuentas parece que la madre acepta que no seguir reglas, robar y subir fotos desnuda (literalmente) a internet son las justas consecuencias de ser una mujer que quería que su hija se adaptara a su religión y costumbres. ¡No nos hagamos! Esto no es más que un extremista discurso progre que busca justificar cualquier acción por estar presuntamente en pro de la liberación femenina.

Esto que escribo no es un tema de ideales o de expresiones moralinas, es un asunto de calidad cinematográfica, que es lo que a mí me corresponde en esta crítica. Y es que no dudo que esta cineasta haya tenido las mejores intenciones (tampoco lo aseguro) pero se nota, tanto en su película como en sus propios dichos, que su idea era crear una obra que mostrara a todo lo que se enfrenta una mujer a esa edad, específicamente en esa zona del mundo y bajo esas condiciones, pero al tener un guion tan malo y no ser capaz de llevar su relato al camino deseado termina por hacer algo que narrativamente no tiene ni pies ni cabeza y que en ningún momento logra conectar con su discurso. ¡No nos hagamos! Esto no es female gaze ni algo sólo para mentes abiertas, esto es una película mala en cuanto a calidad se refiere y que deja en manifiesto la inexperiencia de su creadora.

Finalmente lo que ha causado tanta polémica: las escenas de baile. La cosa es sencilla, puedes ser la persona más feminista del mundo, puedes defender hasta la muerte que estabas haciendo crítica social, puedes declarar que eres una empresa en contra de este tipo de prácticas, pero lo que es, es, y nada puede cambiarlo, así que ¡no nos hagamos! las escenas de baile de esta película claro que califican como hipersexualización infantil. No me atrevería a tanto como decir que es una apología de la pedofilia, pero por supuesto que tener más de una veintena de planos enfocados en las partes íntimas de las niñas mientras ellas pasan sus manos sobre éstas clasifica como hipersexualización.


Sí, entiendo que se busca incomodar al espectador, pero utilizar este tipo de recursos nos habla de una simpleza artística por parte de su autora. Imagínenlo así, van a ver una película que es una crítica a la pedofilia por parte de algún miembro de la iglesia católica, pero resulta que en más de una escena graban a niños teniendo alguna práctica sexual real con un adulto. Eso sería criticar la pedofilia practicando pedofilia ¿no? Pues misma historia con ‘Cuties’, una crítica a la hipersexualización infantil que hipersexualiza a sus actrices infantiles. De verdad ¡no nos hagamos!


Lo único que puedo rescatar, más allá de lo dicho en los primero párrafos, es su secuencia final. Ahí se muestra de manera interesante como esta niña puede decir que no a un mundo de costumbres que no comparte sin necesidad de romper con todas las reglas que conoce. Al final del día es una niña y esa sonrisa final, que es la única sonrisa realmente inocente que expresa durante todo el metraje, es una buena imagen para cerrar esta obra.

En resumen, ‘Cuties’ nos deja claro que no existe la buena o mala publicidad, simplemente es publicidad, y de ser una película que pudo pasar sin pena ni gloria por la plataforma se ha convertido en la más comentada de los últimos días, más para mal que para bien, pero igual ha sido más vista de lo que cualquiera se esperaría. Más allá de que esta polémica pueda hundir o enaltecer la carrera de su directora, lo cierto es que aún le falta un buen camino para lograr algo tan básico y necesario dentro de una película como lo es el plasmar de manera correcta tu idea. Sea como sea, con o sin escenas de baile, la película no es buena en cuanto a calidad y, con la pena, pero en ella se hipersexualiza a las niñas. ¡No nos hagamos!

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