Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
En una época en la que todos los dispositivos a nuestro alrededor nos ofrecen a manos llenas contenido, entretenimiento e inmediatez, el ruido nos ha devorado casi sin que nos diéramos cuenta. Cada vez son más las personas incapaces de disfrutar de la soledad o la abstracción, como si nuestra mente fuera un lugar del que buscamos huir a como dé lugar.
El cine, por supuesto, es parte de esta ola. Las sagas de acción y de superhéroes acaparan las pantallas sin miramientos, con sus correspondientes sonidos atronadores. Es por esto que encontrar en las salas una película que representa la antítesis de esta corriente resulta un oasis en el desierto, y se vuelve digna de admirarse por su originalidad.
El director Elia Suleiman exhibe por fin en México (después de un retraso inevitable por la pandemia) su más reciente filme, que lleva por nombre ‘De Repente, El Paraíso’ – ‘It Must Be Heaven’ en otros lares-. La cinta tiene como protagonista al propio Elia, quien, al verse abrumado por la situación que vivía en su país natal, elige marcharse hacia París (y, posteriormente, a Nueva York) en busca de una vida más agradable, sólo para toparse con que la cultura de dichas naciones también lidia con sus dificultades y retrocesos. Elia nos enseña, a través de sus viajes y de la gente con la que convive directa e indirectamente, que los problemas generados por la violencia y el egoísmo no son propios de una única zona.
Si bien esta sinopsis puede sonar hasta un poco pesimista, Suleiman hace gala de su ya reconocido tono de comedia ligera para contar su trama. Diez años después de su última película, ‘The Time That Remains’, el realizador hace aquí algunas escenas en las que expone, por medio de actores destacados como Gael García Bernal y Grégoire Colin, cómo ha sido su experiencia siendo un “ciudadano del mundo”, llevando siempre como estandarte su nacionalidad Palestina. Es entonces que provoca risas en la audiencia, al ver sus encuentros con productores que no lo toman en serio o personajes que cuestionan su identidad, con los que no requiere dialogar en absoluto: Es suficiente con escucharlos y estimar sus comportamientos para disfrutar de su absurdo y sus rarezas.
Porque, además, la mayor cualidad de ‘De Repente, El Paraíso’ es que la observación se convierte en el papel principal. Es así como, a través de sus marcadas cejas y las manos que se mantienen entrelazadas detrás de la espalda, Suleiman nos guía por variopintos escenarios (que se enmarcan elegantemente gracias a la gran cinematografía de Sofian El Fani) y una vasta diversidad de individuos que nos muestran las aristas agridulces del ser humano: La belleza de los franceses y su moda, un vecino que cuenta la anécdota de una serpiente, otro que asalta un limonero, unos comensales enojados y muchos transeúntes que portan armas en su día a día. Es tan importante la apreciación que Elia sólo requiere decir cuatro palabras durante toda la cinta, el resto del discurso se compone de idiosincrasias, aprendizajes y empatía.
Estrenada en el Festival de Cannes del 2019 – donde compitió por la Palma de Oro – y elegida para representar a Palestina en la respectiva edición de los Oscars, ‘De Repente, El Paraíso’ es un bello ejemplo de que el cine puede decirnos mucho sin intentar apabullarnos. Las imágenes y el cálido humor de Suleiman no sólo nos permiten cavilar acerca de las transgresiones en el mundo, también nos llevan a reflexionar qué tipo de habitante queremos ser para él. Y está claro que la juventud simboliza para el cineasta un faro de esperanza: en sus protestas, su individualidad y energía, radica la posibilidad de una verdadera transformación.
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