Ha pasado poco más de un lustro sin que sepamos de Deadpool, el personaje de cómics creado por Rob Liefeld y Fabian Nicieza ha gozado de una gran popularidad por su humor meta y su forma de vida grotesca como asesino. El mercenario bocazas alcanzaría la fama mundial gracias a sus exitosas dos entregas para cine donde Ryan Reynolds se consolida como la persona que nació para ser Wade Wilson/Deadpool. Sin embargo, en ese tiempo de hiatus se cruzaron muchas cosas, Disney compró Fox, muchas conversaciones sobre poner a Deadpool en el MCU, mucha incertidumbre por saber si iba a mantener su esencia de anti héroe clasificación C.
Al final, los deseos de Ryan Reynolds fueron concedidos, Deadpool llega al MCU, totalmente violento y desquiciado, con total libertad creativa para Ryan Reynolds y con la confianza de Kevin Feige para dar lo mejor de sí. El problema es que, mientras Deadpool se ausentó en el cine, el MCU perdió el estatus de grandeza. La primera entrega de Deadpool se estrenó en el 2016 con la dirección de Tim Miller, en un momento donde el MCU estaba cobrando más fuerza y Fox dio un poco más de frescura al mostrar un antihéroe desconocido y menos ñoño, siendo todo un éxito de taquilla y crítica. La segunda entrega de Deadpool llegó en el 2018 con la dirección de David Leitch, siendo una pequeña pieza dentro del sándwich del MCU llamado Infinity War y Endgame, el mayor auge del cine de superhéroes. Fox hizo otro éxito de taquilla y crítica con aquella secuela que explotaba todo el humor meta, sexual y de violencia desenfrenada.
Deadpool & Wolverine, ahora con la dirección de Shawn Levy, llega cuando el MCU está en su punto más bajo, la gente ya no se interesa por cualquier cosa, el contenido de superhéroes se ha desgastado rápidamente y sus valores de producción han ido en picada. El público se acostumbró a la nostalgia, los cameos, las referencias, solamente yendo por el contenido en lugar de lo más importante, que debería ser la historia. Toda la trama del multiverso que el MCU ha traído desde Spider-Man: No Way Home hasta la fecha, ha dañado mucho al cine de superhéroes, como también la percepción pública. El rol de Deadpool & Wolverine no es otro más que volver a dar un éxito a Marvel en un año de repletos fracasos.
La trama de esta película, si es que la hay, se resume en dos frases: el universo donde vive Deadpool está muriendo. Para salvar a su mundo y a todos los que ama, necesitará la ayuda de una variante depresiva de Wolverine. Con $200 MDD de presupuesto (que en Marvel nunca se notan), el control total para Ryan Reynolds y el regreso de Hugh Jackman como el icónico Wolverine, Deadpool & Wolverine es un viaje que generará algunas risas y momentos de acción divertidos, pero nada más. No Way Home, mínimo, tenía una trama y contaba con momentos emocionales a pesar de sus elementos nostálgicos. Con la tercera aventura de Deadpool, te queda esa sensación de que nada de lo que está pasando tiene valor.
El multiverso le ha hecho un daño garrafal al MCU, a sus historias y lo que la gente busca en ellas. Deadpool & Wolverine no cuenta una historia, sólo es una excusa para el humor referencial y para apariciones especiales de personajes de sagas muertas cuyas presencias serán agradables como un homenaje a Fox, pero que se quedan en algo vacío. Es un festival de referencias en una historia intercalada con el MCU que para los fanáticos será divertido, pero para audiencias casuales será todo un caos difícil de asimilar.
El mayor destello de vida que tiene esta película recae en el bromance de Ryan Reynolds y Hugh Jackman, los dos son muy divertidos juntos, sus enfrentamientos son de lo mejor de la película. Sin embargo, las historias separadas de ambos no tienen ningún peso. Deadpool quiere de vuelta a sus amigos y a la mujer que ama, pero ya no tienen una presencia entrañable aquí, se sienten más como objetos o premios a conseguir. Wolverine tiene problemas emocionales, pues en su mundo es odiado, marcado como el peor Wolverine, siendo el destello dramático de la película que se ve completamente eclipsado por el humor.
La villana en turno es Cassandra Nova interpretada por Emma Corrin, una gran actriz que se desperdicia cada que aparece y Matthew Macfadyen llega como el antagonista de esta historia, el cual, simplemente, se reduce a nada. Nada de lo que vemos o de lo que se hace tiene una importancia o una trascendencia para con los personajes, ya ni siquiera para Marvel. Solamente vemos situaciones ir y venir, personajes que desfilan sin magia para irradiar, por lo que el peso recae en una comedia en la que el 70% de los chistes funcionan, pero en la que el otro 30% depende de conocer bastante de las referencias para que puedes emitir apenas una risa breve. El soundtrack está utilizado de una forma muy rara, pero solamente destaca cuando usan Bye Bye Bye de NSYNC y Like a Prayer de Madonna.
Deadpool & Wolverine, en lugar de ser una película, es un viaje. Será divertido si la ves solamente una vez, será algo plenamente olvidable con el paso del tiempo y quizá te guste menos. Es una excusa para reunir a dos personajes icónicos y queridos que por ellos vale la pena. Pero esa simpatía de las entregas pasadas se pierde mucho y nos quedamos con el festival de referencias que no hará más que empalagar. Definitivamente acabaron juntos, pero ¿a qué costo?
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