Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Hablar de una construcción cuya magnificencia no sólo simboliza a la ciudad en la que fue erigida sino al país entero, es una tarea que debe ser tomada en serio. París y su torre Eiffel representan, a los ojos de los turistas del mundo, el epítome de elegancia, glamour e idealismo, y, a pesar de ello, poco o nada se platica de los problemas y obstáculos que enfrentó su autor para poder completarla y convertirla en el ejemplo de garbo y modernidad que es hasta hoy.
Es por esto que ‘Eiffel’, la cinta dirigida por el francés Martin Bourboulon, resulta un filme atrapante y llamativo. Nos cuenta acerca de Gustav Eiffel (Romain Duris), un hombre que se encontraba en el pináculo de su carrera gracias a su colaboración en la Estatua de la Libertad. Debido a esto, el gobierno le pide una creación especial para la Exposition Universelle, aunque él estaba enfocado en el trazado del metro de la localidad. Sin embargo, regresará a su vida un amor del pasado (Emma Mackay) que despertará en él la pasión que creía dormida, misma que usará para alzar el proyecto más ambicioso de la época.
Si bien ‘Eiffel’ contiene muchos eventos verídicos, sería erróneo llamarla biopic, ya que el elemento romántico dentro de la misma es meramente ficción. Efectivamente, Gustav Eiffel tuvo que hacer frente a varios bemoles que se produjeron al momento en que la sociedad cuestionó su visión y propósito: cuando los cimientos de la estructura de 312 metros que se elevaría desde las orillas del Sena acababan de ser excavados, un colectivo enfurecido - que incluía a los escritores Guy de Maupassant y Alexandre Dumas - escribió: "Nosotros, escritores, pintores, escultores, arquitectos, apasionados de la belleza, hasta ahora intacta, de París, protestamos con toda nuestra indignación en nombre del gusto francés... contra la construcción en el corazón mismo de nuestra capital de la inútil y monstruosa Torre Eiffel". Esta ira se ve plasmada constantemente en el filme, lo que nos hace comprender el agotamiento y la desesperación de nuestro protagonista, así como el bálsamo que representa su reencuentro con Adrienne, aquella mujer con la que casi llega al altar, pero que desapareció repentinamente.
Para lograr que la película sea intensa y romántica sin perder lo convincente del lado histórico, Bourboulon tiene en los papeles principales al ya internacional Roman Duris, quien entrega una actuación cargada de sentimiento y carácter, y a Emma Mackay, que es conocida por la serie ‘Sex Education’, y aquí nos otorga a una Adrienne energética y encantadora, pero contenida por la presencia de su marido Antoine (Pierre Deladonchamps). Estos personajes se complementan con el espléndido diseño de producción de Stéphane Taillasson y los retoques digitales de los escenarios a cargo de Olivier Cauwet, que nos transportan a 1889 para adentrarnos a la controversia generada en una población que se resiste a la innovación, arguyendo en contra de su estética y la precaria seguridad de la obra.
Considerada oficialmente como la producción francesa más grande del 2020, ‘Eiffel’ acierta en contarle al espectador del interesante contexto de la homónima torre al mismo tiempo que lo engancha con una relación que se encuentra prohibida por el escrutinio social, muy en el estilo de la siempre entrañable ‘Titanic’. A través de la forma de la letra A, Martin Bourboulon nos recuerda que hasta los planes más faraónicos son posibles si uno encuentra la fuente de su fuerza e inspiración. Y, en un mundo que suele aplastar los grandes sueños, el amor siempre funciona como la plataforma encargada de sostenerlos.
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