Por: David Cavazos (@DavidCav21)
El Conjuro (2013) fue de esas películas de terror que sorprendieron a propios y extraños porque, si bien utilizaba los mismos conceptos de las películas del género, la atmosfera de tensión y elementos característicos, como el matrimonio Warren interpretado por Vera Farmiga y Partrick Wilson, lograron estar bien implementados para salirse de ese estándar. James Wan había replicado con éxito en El Conjuro 2 (2016) para consagrarse no solamente como una franquicia redituable en taquilla, sino también como un universo expandido de estos eventos paranormales, el cual está conformado por una galería de películas terribles: Annabelle (2014), Annabelle Creation (2017) la más rescatable, La Monja (2018), La Maldición de la Llorona (2019) y Annabelle Viene a Casa (2019). Este año regresamos a la saga principal para completar la trilogía. ¿Logró estar a la altura de las dos primeras entregas? Definitivamente no.
Para esta nueva aventura de los Warren nos situamos en los años ochenta, donde exploramos un evento que puso en shock a todo un pueblo. Arne Johnson es acusado de homicidio y la única explicación que tiene el joven es que un demonio lo había poseído, que realmente el diablo lo obligó a hacerlo. ¿Realmente fue así? Será trabajo de los Warren descubrir qué fue lo que sucedió y enfrentarse a lo que es (según ellos) el caso más siniestro de su historia.
Para esta tercera parte, James Wan no toma la silla de director y en su lugar lo releva Michael Chaves, quien se encargó de La Maldición de la Llorona (2019). Personalmente, no extrañé la presencia de Wan como director porque también ha cometido los mismos errores que esta película, pero en menor medida. Aunque también esta tercera parte no logra ni complementar una trilogía y universo que perdió mi confianza años atrás.
No sé ustedes, pero a mí me habían vendido otra cosa. No tenía expectativas altas ni nada, pero el tráiler pintaba para que la tercera parte de la saga principal de El Conjuro se tratara de una película de juicio con elementos de terror con esa pareja que tanto amamos que son los Warren, que los elementos paranormales salieran a la luz ante el mundo y cambiará la percepción de la sociedad. Si ven ese tráiler que nos presentaron hace meses, realmente prometían eso. Quizás porque me gustan mucho las películas de juicios o porque este tipo de historias serían un poco refrescantes para el género, tomando como antecedente El Exorcismo de Emily Rose (2005).
No sé por qué no me sorprende el hecho de que nos salieran con más de lo mismo, posesiones... otra vez, exorcismos... otra vez, monstruos que podrían tener su propia película... otra vez, jumpscares en escenas de silencio... otra vez. A pesar de que no extrañé la dirección de James Wan, las dos primeras entregas de El Conjuro nos habían demostrado cómo crear una atmósfera de tensión espectacular en el cine comercial. En El Conjuro: El Diablo me Obligó a Hacerlo, nos presentan una amenaza repetitiva, con la resolución más cursi y las situaciones más predecibles. Hay una clara falta de propuesta en esta película, teniendo un caso real como éste, daba para temas más interesantes, pero tomaron el camino más predecible, con elementos ultra reciclados.
Lo rescatable aquí son Patrick Wilson y Vera Farmiga como los Warren, la escena inicial que homenajea a El Exorcista y El Resplandor, y el final con la grabación real del exorcismo. Ambos actores ya se ganaron nuestro cariño y su presencia es de las mayores compensaciones que tenemos de este universo, pero en manos de un mejor guion habría sido mucho mejor. Hay elementos de terror físico que están muy bien logrados, pero son efímeros e insuficientes, incluso la amenaza llega a ser interesante pero no se aborda de la mejor manera. Ahí había chispas de brillantez y el intento de llevar estos tópicos a una película de juicios se diluyó feamente en una aventura que no te llega a entretener completamente.
El Conjuro 3: El Diablo me Obligó a Hacerlo no hace nada por sorprender al espectador y nos inunda de sustos baratos y gratuitos. Aunque la presencia de Wilson y Farmiga llega a compensar un poco, la película desperdicia el concepto que nos quieren vender y lo reduce a una película más del montón. Hace años decían que la película se trataría de hombres lobo, sería más ridículo, pero hubiera sido mucho más divertido que lo que nos presentaron.
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