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Foto del escritorAle Vega

EL HOMBRE EN EL SÓTANO

Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)


“Negacionista” es un término relativamente reciente que refiere a las personas que rechazan un hecho histórico o evidencia que se considere desagradable o provoque malestar. Se encuentra en nuestro vocabulario ahora porque hay ya un grupo de gente alrededor del mundo cuyas opiniones acerca de fenómenos trascendentales como el VIH, el cambio climático o el coronavirus – por mencionar algunos ejemplos – se inclinan hacia a pensar que son inexistentes, tratándolos más bien como ideas plantadas en pos de manipular a la población.



Por supuesto, negar que sucedieron ciertos eventos o circunstancias no es sólo cuestión de discrepar, se sabe que incluso puede generar catástrofes. La magnitud de las repercusiones es abordada por el director francés Philippe Le Guay en su película ‘El Hombre del Sótano’, que tiene como protagonista a un profesor de historia llamado Jacques Fonzic (François Cluzet) quien compra una bodega en el sótano de un edificio a la familia Sandberg, conformada por Simon (Jérémie Renier), Hélène (Bérénice Bejo) y su hija, la adolescente Justine (Victoria Eber). Lo que en un principio era un trato para que Jacques pudiera guardar sus pertenencias, se vuelve una pesadilla cuando se enteran de que este comprador tiene un pasado cuestionable por el que ha sido despedido y, al no tener hogar, pretende utilizarlo como vivienda. Las creencias de este personaje y su forma de actuar provocarán conflictos entre los integrantes de esta familia, llevándolos al límite de su paciencia.


‘El Hombre del Sótano’ fue una idea concebida a partir de un hecho real, que vivió una pareja amiga del cineasta, cuyo espacio fue rentado por un neonazi que quería guardar archivos que anulaban la existencia del Holocausto. Esto ofendió enormemente a los dueños y se discutió en dos juicios, siendo el último en el que por fin vencieron y recuperaron dicha área. Philippe Le Guay se enteró de esta historia en el 2006 y comenzó a documentarse para llevarla a la pantalla grande; pero le asaltaba el temor de no retratar adecuadamente el antisemitismo, y lo dejó en pausa. Fue hasta hace un par de años que lo retomó, al darse cuenta que, gracias al internet, los negacionistas se confabulaban cada vez más con los conspiranoicos. Siendo este equipo una máquina con la voracidad de absorber el debate público, el director se dio cuenta de que aquella trama guardada se había vuelto necesaria.


Fue entonces cuando reunió a rostros conocidos como Renier, Bejo y Cluzet (con quien ya había trabajado anteriormente en ‘Normandie nue’ y ‘Les femmes du 6ème étage’), quienes le aportan profesionalismo y veracidad a tres diferentes maneras de manejar la realidad: Simon es un hombre que se encuentra en la lucha interna de esperar a que las leyes se cumplan o elegir actuar con violencia, mientras es cuestionado por su hermano de no defender su religión; Hélène cae en un mar de información que desconocía (debido a no ser judía) respecto a los antecesores de su esposo y las injusticias que habían vivido, lo que le genera rencor y deprecio inesperados; mientras Jacques alega estar siendo privado de la libertad de expresión, cuando su verdadero plan es convertirse en víctima para que se confirmen sus teorías y prejuicios. Todo esto sucede bajo el mando de un guion que se cuece lento, pidiéndole al espectador que vaya siguiendo el hilo para apoyar a los Sandberg, pero orillándolo por momentos a preguntarse cuánto podrían permitirle a Fonzic respecto a sus dudas y cuestionamientos. También son elementos clave del filme el edificio en donde se encuentran y los habitantes del mismo, ya que representan un microcosmos, con el que podemos comprender por qué muchas veces a los lobos les funciona ponerse la piel de oveja un momento, con el fin de ganar aliados.



En El Hombre del Sótano’ se hace constante referencia a las ratas, ya que viven escondidas en los rincones y devorando presas protegidas por la oscuridad, siendo ellas un sinónimo obvio del propio Fonzic. Sin embargo, no olvidemos que estos animalitos son también tremendamente inteligentes, hábiles y amables. Esto nos enseña que no podemos dejarnos llevar por las apariencias (como le sucedió a Simon en el inicio), y que la esencia de cada uno es mucho más compleja de lo que se ve en la superficie. Ante esto sólo podemos seguir formando nuestro criterio, con el fin de que la calaña no se expanda más.

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