Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Es fácil traer a nuestra mente noticias recientes de brutalidad policial. En muchas partes del mundo, esto no sólo sigue sucediendo, sino que se ha incrementado. Ya sea una detención individual, una manifestación o una protesta, los policías se valen de su figura de orden y autoridad para utilizar su poder de manera salvaje, arbitraria y desmedida. Lo hemos visto hasta el hartazgo: Los encargados de protegernos no lo hacen más.
Esta actualidad hace aún más descorazonadora la más reciente película del cineasta Aaron Sorkin (Molly’s game), quien, después de 13 años de trabajar en el guion, y observando lo que ha sucedido desde que Donald Trump está en la presidencia de su país, decidió llevar a la pantalla la famosa historia de los siete hombres erróneamente acusados de conspirar para llevar a cabo disturbios en 1968.
El juicio de los 7 de Chicago, como su nombre lo indica, trata de aquel juicio que duró casi un año y tuvo como protagonistas a Abbie Hoffman (Sacha Baron Cohen), Jerry Rubin (Jeremy Strong), Tom Hayden (Eddie Redmayne), Rennie Davis (Alex Sharp), David Dellinger (John Carroll Lynch), Lee Weiner (Noah Robbins) y John Froines (Daniel Flaherty), quienes buscaban, cada uno dentro de diferentes grupos y con distintas estrategias, protestar pacíficamente en contra de la guerra de Vietnam. El gobierno de Richard Nixon decidió imputarles los disturbios violentos suscitados en 1968 con el fin de exonerar de cualquier culpa a su fuerza policial, así que los acusó de haber realizado un complot para lograrlo. Fue así como estos siete individuos, junto al líder de las Panteras Negras, Bobby Seale (Yahya Abdul-Mateen II), fueron sometidos a comparecer ante el juez Julius Hoffman (Frank Langella), quien les hizo la vida imposible debido a su prepotencia e ineficiencia absoluta.
Para plasmar la relevancia de tales acontecimientos, Sorkin se vale de su ya conocido talento para crear diálogos emotivos, eficaces y grandilocuentes, con lo que provoca teatralidad en el filme, característica que para nada es mala en este caso. Además del logrado guion, es necesario mencionar las destacadas actuaciones de todos los involucrados, que se lucen en cada una de las escenas que representan (incluyendo al propio Michael Keaton, quien sólo sale un par de veces). Las participaciones de Eddie Redmayne, Alex Sharp, Joseph Gordon-Levitt y Jeremy Strong son de lo más notable en la cinta, y Frank Langella nos hace odiarlo tanto que no nos queda más que aplaudirle. Sin embargo, Sacha Baron Cohen es, por mucho, la sorpresa más grande y agradable de El juicio de los 7 de Chicago: Explota su carisma natural para que el público comprenda por qué Abbie Hoffman era seguido por tanta gente, y al mismo tiempo le da fuerza y presencia en los momentos de seriedad. Su personaje no es demasiado solemne, lo que le permite lucirse mostrando entereza y valentía en situaciones complicadas, las cuales se equilibran perfectamente con las bromas y risas que corren a su cargo durante el filme.
Son todos estos recursos los que logran que El juicio de los 7 de Chicago sea una película de puros aciertos. Contar la historia de cómo 23,000 policías –entre los que había 6,000 soldados y 5,000 miembros de la guardia nacional – atacaron despiadadamente a alrededor de 15,000 manifestantes no es una tarea sencilla, y Sorkin lo hace elegantemente sin perder el mensaje principal. Los flashbacks que muestran el enfrentamiento incluyen escenas de los eventos reales, que nos aterrizan al recordarnos que no estamos viendo ficción, y los momentos cruciales en los que se cometen actos violentos contra Bobby Seale y Rennie Davis son lo suficientemente crudos para hacer comprender a la audiencia que a merced de las autoridades nunca estaremos a salvo. No debemos ignorar que este mal sigue presente entre nosotros, y recordémosle a esos policías y jueces que el mundo entero está observando.
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