Por: David Cavazos (@DavidCav21)
El director Baz Luhrmann es de esos realizadores que son verdaderamente divisivos, o lo amas o lo odias, casi nunca hay un punto medio con él. Después de propuestas como Romeo & Juliet (1996), Moulin Rouge (2001), Australia (2008) o El Gran Gatsby (2013), el director australiano vuelve con su más reciente trabajo cinematográfico después de algunos años de ausencia, esta vez para retratar, con su característico estilo, la vida de Elvis Presley desde sus comienzos, lo más alto de su carrera y su dinámica con el coronel Tom Parker, quien se convertiría en su mánager y también en su peor pesadilla.
Abarcando varios años de su vida, este biopic explora todo el lado de la fama, la desgracia, la tragedia y, obviamente, el apartado musical. Siendo Austin Butler (los de mi generación lo conocerán por iCarly y Zoey 101) quien lidera el elenco como el cantante que lleva el título del filme acompañado de un Tom Hanks que hace acto de presencia como su mánager. ¿Cómo se encuentra la película en una época de biopics sobre grandes artistas como Bohemian Rhapsody o Rocketman? Vamos a averiguarlo…
Elvis puede presumir de todo el estilo que inyecta Baz Luhrmann, para bien y para mal. Hay un respeto por capturar perfectamente al personaje y representar lo imponente que era el Rey del Rock. No soy un gran fan de su música, pero eso no evita que esto se sienta disfrutable en gran parte del metraje. Por un lado, tenemos una impecable interpretación de Austin Butler, se ve y se siente plenamente poseído por Elvis y no dudo que su actuación resuene en los próximos meses (seguramente después de este rol le lloverán ofertas dentro de la industria), también está Tom Hanks en un rol muy diferente a lo que nos tiene acostumbrados. Sabes que es despreciable, sabes que es un maldito desgraciado, pero Luhrmann le da esa especie de encanto al personaje por lo que terminas cayendo igual que el propio Elvis. En cuanto al maquillaje y la producción, ambas son de primer nivel, como todo lo involucrado con lo musical. En esto último es donde Luhrmann se luce, pues combina todo el apartado técnico posible para que ofrezca un espectáculo que se pueda sentir único, como lo es el estilo del director, a pesar de que la película cae en el exceso.
Mi problema con la cinta es su edición. Después de Romeo & Juliet y The Great Gatsby ya estaba mentalizado con lo que Luhrman en términos generales iba a ofrecer, pero lo que hace con Elvis es inyectar su estilo a la milésima potencia, un non-stop por momentos muy dinámico, aunque para algunos rayará en lo nauseabundo por lo que creo que no todos lo van a disfrutar. La duración verdaderamente excesiva de 2 horas con 40 minutos tampoco le ayuda. Así como hay momentos non-stop, hay momentos (gran parte de ellos los trágico-románticos) que funcionarían mejor si duraran menos.
La película trata de abarcar tantos temas en diversos años que no termina encajando dentro de la duración, sintiéndose que no va a ningún lado y que realmente no se aportaba tanto en la trama. Si lo comparo con Bohemian Rhapsody (2018), tiene una mejor edición y un mejor manejo de los cortes, pero no está completamente salvada porque la película no sabe cuándo detenerse ni tampoco qué es lo que quiere contar. En ese apartado, biopics como Rocketman (2019) pasan la prueba al ejecutar las cosas de mejor manera.
Elvis podrá definirse como una mezcla de cine de autor con cine comercial. Los que son fans del mítico Rey del Rock van a disfrutar de este evento, los que aman el cine de su director podrán quedar encantados, aunque sus detractores seguramente la sufrirán. Pero, entre todo esto, estamos ante una cinta excesiva en gran parte de sus apartados, tanto en los positivos como en los negativos, una propuesta más de Baz Luhrmann que, fiel a su estilo, dividirá a la audiencia.
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