Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Después de observar el logo de la distribuidora A24, la pantalla negra nos muestra una cita proveniente del libro de William Blake, titulado ‘Proverbs of Hell’, que dice: “Al pájaro, un nido; a la araña, una red; al hombre, amistad”. Es así como la aclamada directora independiente Kelly Reichardt establece ante el público la esencia de su película, diciéndoles que, más allá de lo que se entienda en su título, el punto focal está realmente en la calidez de las relaciones interpersonales.
‘First Cow’ es la cinta más reciente de la cineasta estadounidense, que está inspirada en ‘The half life’, el libro publicado por Jonathan Raymond en el 2005. Trata acerca de King-Lu (Orion Lee) y Otis Figowitz (John Magaro) - a quien apodan “Cookie”, ya que se dedica a cocinar -, dos hombres que están buscando sobrevivir en la ciudad de Oregon en 1820. Una vez que se encuentran y comienzan a amistarse, se dan cuenta de que ambos están persiguiendo el mismo sueño: poder hacerse de un negocio que los ayude a dejar la vida nómada. Estos planes coincidirán con la llegada a su localidad de la primera vaca, cuyo dueño, el Jefe de Factores (Toby Jones), ha traído desde Inglaterra con el fin de tener leche disponible para su té. Lu y Cookie harán entonces mancuerna para transgredir la ley, y alcanzar así el anhelado deseo de establecerse.
Como lo indica su nombre, ‘First Cow’ tiene como parteaguas la llegada de un animal nuevo a una ciudad que está en los inicios de su desarrollo, en la que las jerarquías empiezan a delinearse y los dueños de las tierras demarcan quién merece o no ser parte de este crecimiento. Sus personajes principales son dos hombres creativos y trabajadores, pero con pocas oportunidades de ser líderes debido a su difícil situación económica; sin embargo, la unión de sus fortalezas es lo que los hace introducirse a ese capitalismo del siglo XIX, uno haciendo gala de sus dotes como empresario mientras que el otro utiliza su talento en la comida, que aprendió de un panadero en Boston, para enamorar a sus compradores. Orion Lee nos regala en su interpretación a un hombre carismático y decidido, y John Magaro logra que su dulzura y bondad se noten en cada palabra y acción que realiza, especialmente en las escenas en las que la vaca (que en la realidad se llama Evie) aparece.
Todo lo anterior sucede en escenarios naturales, tan hermosos como esos a los que Kelly Reichardt nos tiene acostumbrados. ‘First Cow’ fue filmada durante 30 días en Oregon, cerca del río Columbia, y muestra locaciones que se ven casi salvajes gracias a sus colores vivos cuidadosamente fotografiados en planos amplios y nítidos por Christopher Blauvelt. La pequeña y precaria choza que comparten Lu y Cookie contrasta con la casona que el Jefe de Factores llegó a habitar, con lo que la realizadora también hace hincapié en la desigualdad de la colonización, y el eventual desvanecimiento del sueño americano. Gracias a la cualidad contemplativa de sus cintas, no requerimos de guiones extensos o explicativos que nos lleven de la mano, basta con observar atentamente las condiciones de cada personaje para entender en donde está fallando la construcción de la sociedad.
Estrenada en el Festival de Cine de Telluride del 2019, ‘First Cow’ llevó después su hermosa historia a otros muy importantes, como los de Nueva York, Berlín, Boston y Toronto. Después del análisis general de su hechura, vale la pena preguntarnos cuál es su mensaje más significativo. Por encima del capitalismo, las monedas de cambio, los delitos o la invasión, la película habla de cómo la complicidad y la confianza entre dos hombres que andaban un tanto a la deriva puede llevarlos a descubrir lo que de verdad quieren hacer con sus vidas, e incluso fraguar planes alocados para lograrlo. Lu y Cookie nos enseñan la importancia de darse una mano en épocas inciertas, porque hacer equipos y crear lazos es muchas de las veces lo que nos mantiene a flote. En un mundo hostil en el que cada quién vela por sus propios intereses, la amistad es un bálsamo que hace llevadero el mal tiempo y nos hace sentir en casa, como lo hace un buen vaso de leche, o un delicioso clafoutis.
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