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Foto del escritorFreddie Montes

I'm Thinking of Ending Things: “No te gustó porque no le entendiste” edición 2020

Por: Freddie Montes (@FreddieMontes)


El guionista de la popular ‘Eternal Sunshine of the Spotless Mind’ produce, dirige y escribe esta adaptación cinematográfica de la novela homónima de Iain Reid publicada en 2016.


Tras meses de relación, una joven emprende un viaje por carretera con su novio para conocer a los padres de este. Durante todo el trayecto ella se enfoca en pensar la mejor forma de terminar con su relación. Pero al llegar al destino sus dudas iniciales se convierten en nimiedades debido a todos los acontecimientos de los que es testigo.

Charlie Kaufman es, sin temor a equivocarme, uno de los grandes guionistas contemporáneos. Su debut como escritor en el séptimo arte se dio a finales del siglo pasado con la sorpresiva ‘Being John Malkovich’; un lustro después encantó al público y a la crítica (ganó el Oscar a mejor guion original) con ‘Eternal Sunshine of the Spotless Mind’, un auténtico clásico instantáneo; y entre estas dos cintas se mandó uno de los guiones más impresionantes del cine moderno: ‘Adaptation’. Era lógico que un tipo con tantas ideas dando vueltas en su cabeza quisiera dar el gran salto, por lo que en 2008 debutó como director con ‘Synecdoche, New York’, un surrealista drama tan sencillo y complejo como la vida misma que ha divido opiniones desde hace años. En 2015 volvió a la dirección con una bella pero cruda animación titulada ‘Anomalisa’, y este 2020 estrena en Netflix ‘I'm Thinking of Ending Things’ (‘Pienso en el final’), una de esas películas que desde antes de su estreno pintan para posicionarse como una de las grandes obras del año. Ahora que está disponible y a la mano por fin podremos descubrir si lo que se pensaba sobre ella resulta cierto.


No se necesita ser un genio para comprender en qué nos vamos a adentrar con este filme. Desde los primeros minutos Kaufman nos deja en claro que la lógica no va a ser un elemento característico de su obra y que tú como espectador debes estar atento a cada dialogo, objeto, vestuario, gesto o color presentado de manera lógica o no para poder entender o medio entender sus ideas.


Tras un fugaz prólogo nos encontramos con nuestros dos protagonistas viajando en un auto por una desolada carretera. Este momento ocupa poco más de veinte minutos en pantalla y por supuesto que se siente pesado, pero se siente así porque su director así lo quiere. Más allá de los diálogos sobre temas variados que aparentemente no van a nada, se genera un ambiente incómodo y hasta claustrofóbico para el espectador con cada uno de los elementos ajenos a la conversación, desde el molesto rechinar de los limpiaparabrisas y el abrumador sonido de la tormenta de nieve que golpea el carro, hasta los movimientos de cámara y los abruptos cambios de toma. Kaufman busca hacerte parte de un relato con el que difícilmente podrías empatizar, y hasta este momento lo logra.

La llegada a la granja familiar es el momento de mayor exposición para los conceptos de esta cinta. Es el punto en el que la película pierde sentido en su forma pero lo gana en su fondo. También es donde los valores visuales alcanzan su máximo esplendor y demuestran que, en este sentido, Kaufman ha madurado desde su primera odisea como director. Es cierto que todo lo que sucede en este tramo de la historia no es perfecto, pero sí es capaz de mantener al espectador atento a la trama, al menos por morbo, y a la expectativa de tener un cierre maestro en el que todo lo presentado llegue a buen término. Uno podría pensar que este acto es el ideal para ganar o perder a la audiencia, pero no, para perder audiencia, interés y calidad tenemos al tercer acto.


No quiero contar mucho más sobre la trama, pero después de la cena familiar y sus respectivas, digamos, complicaciones, nos encontramos con un momento de cuarenta minutos de duración que ya es repetitivo. Otra vez las pláticas sobre todo tipo de temas que sí, resultan profundos y tienen una connotación filosófica, pero ya no le aportan mucho a la trama. A estas alturas ya se entendió lo que nos quieren dar a entender o ya se entendió que no se va entender nada, según sea el caso, pero no necesitamos que nos lo reiteren. Y no, el pretexto de hacer parte al espectador por medio del cansancio aquí ya no funciona porque dicho recurso ya se explotó en los dos actos anteriores.


Por fortuna, Kaufman se olvida de los diálogos, algo que hubiera sido realmente lapidario para la cinta, y decide ponerle punto final a su obra con una especie de largo epilogo realmente artístico y surrealista que puede hacer que el espectador subsane en su mente lo antes expuesto y se quede con una sensación más agradable al terminar de ver el filme.

En cuanto a las actuaciones debo decir que le suman muchísimo a esta cinta. Jessie Buckley y Jesse Plemons lo hacen bastante bien, principalmente en las escenas del auto, cuando están más contenidos y no tienen que llevar sus emociones un escalón arriba. Y ojo, que aguantar este tipo de escenas no es tarea fácil. Por otro lado tenemos a Toni Collette y David Thewlis, quienes interpretan de manera fenomenal a los padres del joven. La primera exponiendo todo tipo de expresiones fuera de las comunes pero sin necesidad de caer en la sobreactuación; y él en un papel un poco más contenido pero igual de exigente que desarrolla con maestría.


Por supuesto que esto no es una película para cualquiera, pero no en el sentido de la típica retahíla que seguramente escucharemos o leeremos varias veces de *léase con voz de que le acaban de dar el jalón*: “Es que no le entendiste. Pero claro, esto no es para todos. Esto es más filosófico, más profundo. Esto es cine de arte. Hay que tener cierto criterio y conocimiento para enamorarse de estas propuestas”. Ni por esto ni porque los amantes de esta película sean más inteligentes que los que no lo son, o viceversa, simplemente porque es una película que te exige como espectador, que es pesada en su narrativa, que te inunda de diálogos que aparentemente no van a nada, que reclama tu atención para captar cada uno de sus detalles, pero, sobre todo, porque es una cinta que te pide a gritos algo a lo que no estamos muy acostumbrados: no pedir explicaciones de las cosas.


Claro está que Kaufman es un rey del guionismo cinematográfico, pero como director aún le falta madurar. Tal vez debió aprenderle un poquito más a Spike Jonze y Michel Gondry, o quizá debe darle otra vuelta a la filmografía de Lynch que claramente es un referente para él, o tal vez, al ser un hombre con tantas ideas dando vueltas en su cabeza, necesite siempre a un compañero de fórmula que le diga “Charlie, it’s too much”.

En resumen, ‘I'm Thinking of Ending Things’ expone de manera profunda los elementos típicos del cine de Kaufman: el amor, la esperanza, la soledad, el arte, el deseo sexual, la esquizofrenia, la vejez, la enfermedad y la muerte; en pocas palabras es una película sobre la vida. Y la realidad es que la tesis es interesante pero el producto final pudo haber tenido mejores resultados con algunos ajustes o de plano con menor duración. Y eso sí, no es una película para dominguear, no porque merezca más o menos respeto que otras producciones, simplemente porque tiene momentos imperdibles con referencias fugaces que son fundamentales para entender lo que sucede más adelante, por lo que contestar un WhatsApp o levantarte por un refresco (sí, refresco, con todo y sus nuevas etiquetas de “exceso azucares”) podrían hacer que esta película se vuelva aún más incomprensible de lo que ya es. Advertidos están.

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