El concepto de un coming-of-age suele tener que ver con el camino a una madurez emocional proveniente de los altibajos de la juventud. Por supuesto, van sustentados en su mayoría por el cariño de los seres queridos y el descubrimiento de nuestros motivadores y soportes, aquellos que nos harán crecer como individuos y ser parte de una sociedad. Eventualmente, muchos de ellos tienen moraleja: las raspaduras de esa transición valen la pena, porque aprendemos de ellas para mejorar.
Siendo ésta la base del subgénero, es fascinante cuando nos lo presentan de otra forma, una que se atreve a darle el giro suficiente para hacer una premisa verdaderamente llamativa. ‘John and the Hole’ nos presenta a su protagonista, un chico de trece años (Charlie Shotwell) que vive de manera acomodada con sus padres (Jennifer Ehle, Michael C. Hall) y su hermana (Taissa Farmiga) en las afueras de Massachusetts. Un día, mientras juega con su dron en los bosques aledaños, encuentra un búnker a medio construir que ha quedado abandonado. Intrigado con la existencia de dicho lugar, John lo utilizará para otorgarse una libertad que no ha experimentado, con el interés de apreciar qué se siente hacerse adulto.
Basada en la historia corta llamada ‘El Pozo’, una de las mayores virtudes de ‘John and the Hole’ es tener al escritor de la misma ejecutando el guion de la cinta. Nicolás Giacobone, que fuera ganador del Oscar por ‘Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance)’, nos regala los diálogos justos para comprender cuáles son las curiosidades específicas de John sin sobre explicar o intentar dar trasfondo, porque en realidad no se necesita y, de hecho, le añade perturbación al personaje. Consiguen entonces que el espectador se sienta descolocado, elucubrando cuáles podrían ser las posibles intenciones o motivos del muchacho, y ese desasosiego enriquece la película con sorpresas y constante tensión. Se mantiene creíble durante su trama e, incluso en circunstancias en las que pudiéramos llegar a debatirle, agrega un elemento de fábula que permite seguir disfrutando el embeleso.
El trabajo de Giacobone hace mancuerna ideal con el ferrolano Pascual Sisto, director de ‘John and the Hole’, que además puede presumirla como su ópera prima. El español enfoca sus esfuerzos en lograr que el ambiente se sienta claustrofóbico, entre encuadres y silencios, gracias a la cinematografía de Paul Ozgur, quien maneja las luces de forma adecuada entre los espacios cerrados y el caserón de múltiples ventanas, así como de las respectivas tomas aéreas en apariencia provenientes del dron. Las escenas en donde John se halla solo y, por lo tanto, carecen de diálogo, se intensifican gracias a la acuciante música de Caterina Barbieri, también con los sonidos dentro del hogar y en los jardines, maximizados por el diseño de sonido que llevó a cabo Nicolás Becker, quien en su tiempo fuera galardonado por la Academia gracias a su labor en ‘Sound of Metal’.
Sin embargo, la joya de la corona que es ‘John and the Hole’ es Charlie Shotwell, quien encarna, primordialmente a través de expresiones (y, en ocasiones, ausencia de las mismas) y parcas conversaciones, a un chico lleno de inquietudes. Se vale de la mirada para que la audiencia comprenda que su motor es la indagación, y probablemente el temor que le genera el futuro. En los momentos en que John interactúa con su mejor amigo, observamos otra vez a un niño que juega e inventa tonterías, aunque tampoco se aleja del peligro por completo. Maneja una ambigüedad que desconcierta pero no causa desagrado, ni siquiera cuando sus decisiones son más oscuras. A final de cuentas, todos podemos comprender el incierto preadolescente: hemos estado ahí.
Seleccionada por el Festival de Cine de Cannes en el 2020 y estrenada en el Festival de Cine de Sundance en 2021, ‘John and the Hole’ es una magnífica mezcla de ‘Home Alone’ (Chris Columbus, 1990) y ‘Kid Thing’ (David Zellner, 2012). Nos lleva de manera sutil a cuestionamientos existenciales como la muerte, las vicisitudes de la adultez y las reglas tácitas de la vida, causándonos miedo por no saber qué nos depara lo desconocido. No obstante, quizá debamos voltear a la otra opción, y preguntarnos: ¿no es acaso más terrible quedarnos en el vacío de la rutina y a la monotonía, como si nada hubiera pasado?
Comments