Por: David Cavazos (@DavidCav21)
Cuando pensábamos que Nomadland, Minari o Sound of Metal ya daban por hecho cómo sería el rumbo de la temporada de premios, llega la propuesta de Shaka King a callarnos la boca y hacernos reconsiderar el rumbo de las premiaciones.
Otra de las propuestas que se estrenan en cines norteamericanos, y simultáneamente en HBO Max, por parte de Warner Bros es Judas and the Black Messiah, película que se estrena el próximo 12 de febrero y que, gracias a un acceso al recién terminado Festival de Sundance 2021, pude lograr ver antes de su estreno oficial. Nombrada como una de las diez mejores películas del año por la American Film Institue y el National Board of Review, esta producción basada en hechos reales dará mucho de qué hablar en los próximos meses.
En Chicago, en el año 1968, William O’Neal (Lakeith Stanfield) se la pasaba de calle en calle haciéndose pasar por policía para robar coches, pero una noche, cuando su plan sale mal y la policía lo atrapa, solo tiene dos opciones: cooperar con el FBI o terminar tras las rejas. O’Neal no es tonto y decide por cooperar, el problema es qué es lo que hará, nada más ni nada menos que infiltrarse en el Partido Pantera Negra para acercarse más y más a su líder Fred Hampton (Daniel Kaluuya) con el fin de que el FBI logre silenciar sus poderosos discursos. Al final, no daremos cuenta de quién es más fuerte que quién… y no estoy hablando del FBI.
Si vieron el tráiler, se darán cuenta de qué tan vibrante y poderoso era el avance, tenía una esencia épica en su discurso que solo generaba ganas de ver la película. Imaginen esa sensación durante los 126 minutos de película. La cinta cruza sabiamente entre el drama político social con el thriller pues en todo momento se encarga de contar su historia de manera sabia gracias al ágil ritmo, al poderoso guion y a la dirección de Shaka King, quien equilibra lo que parecía ser una trama predecible para darle su propio estilo, pero con un discurso atemporal en el que se sigue exigiendo justicia hasta la fecha. Podremos encontrar algún parentesco con BlackKklansman (2018) de Spike Lee entre la relación líder/infiltrado, pero Judas and the Black Messiah no se inclina por ninguno de los dos lados, los comparte, vemos la perspectiva de cada uno, no se busca hacer villano a alguien, sino ser el reflejo social y directo de una comunidad que buscaba alzar la voz.
Las verdaderas estrellas aquí son Stanfield y Kaluuya, quienes otorgan actuaciones dignas de Oscar, al igual que la misma película, la cual será una gran contendiente en la temporada de premios. Son presencias electrizantes que, tal como las vieron en el avance, las verán en la película, plagados de estilo y de presencia. Ambos personajes son muy interesantes por sí solos, estando sujetos a que el espectador investigue sobre ellos al terminar de ver la película. Fácilmente es de lo mejor que encontraremos en actuación en estos últimos meses. Ni hablar de la ambientación y el resto de su elenco, como Jesse Plemons y Dominique Fishback, quienes también están brillantes en pantalla.
King nos presenta un drama que comunica lo que tiene que comunicar sin que su mensaje sobre el racismo se queda atrás, es algo que va a perdurar por un largo rato. Su imponente energía hace que la atención entre todos sus personajes valga la pena, que nos importe y que nos interese lo que está sucediendo en pantalla. Más que una pancarta bonita, la película es un manifiesto profundo e impecablemente llevado al cine, como si se hubiera hecho en los 60, con furia, rabia y cansancio por todos los eventos desafortunados que ha vivido la gente de color en Norteamérica.
Fred Hampton era una leyenda que, si habrán investigado, saben cuál es su destino, pero queda claro que aunque mates a un hombre, sus ideas seguirán más vivas que nunca. Él representaba no solamente poder, sino también esperanza y una revolución ascendente, mientras que O’Neal seguía ordenes a pesar de que la revolución era necesaria.
Judas and the Black Messiah es una enérgica y furiosa producción que cumple en todo lo que promete dentro de cada uno de sus apartados, protagónicos electrizantes, un discurso marcado de la manera más elegante pero también dura y la dirección de Shaka King se encarga de que esto sea una experiencia inolvidable que nos transporta a los años 60. El mensaje que nos presenta Judas and the Black Messiah no dura 126 minutos, dura toda una vida, porque nadie puede matar a la libertad.
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