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Foto del escritorAle Vega

La Civil: Visibilizando el abismo que nos corroe

Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)


La violencia que nace a raíz del desmesurado dominio que poseen los grupos de narcotráfico y que se extiende por el país como un incendio arrasador, va poco a poco apoderándose igualmente de las pantallas mexicanas. Es así como hemos podido apreciar documentales destacados como ‘Hasta Los Dientes’ de Alberto Arnaut o ‘La Libertad del Diablo’ de Everardo González, y ficciones descorazonadoras como ‘Cómprame un Revólver’ de Julio Hernández y ‘Heli’ de Amat Escalante. Todas estas producciones abordan la misma urgencia: Visibilizar el abismo que nos corroe.



Las mencionadas cintas poseen la eficaz mirada latinoamericana, que ha atestiguado todo de primera mano. Si bien esto aporta fuerza al discurso, resulta interesante encontrar una película con el mismo eje temático, pero estructurada desde la distancia que concede provenir de otro continente. Esto lo encontramos en ‘La Civil’, un filme dirigido por la cineasta rumana Teodora Mihai, quien se atreve, después de una investigación de varios años y con la intención inicial de realizarla en formato documental, a tomar como inspiración la experiencia de Miriam Rodríguez, madre de familia que se convirtió en activista al buscar a su hija secuestrada, la joven Karen Alejandra.


Es así que Mihai nos cuenta la historia de Cielo (Arcelia Ramírez), una mujer común a la que, de la noche a la mañana, le desaparecen a su hija Laura (Alicia Laguna) y la extorsionan para devolvérsela. Por supuesto que Cielo mueve montañas para conseguir la exorbitante cantidad de dinero que le solicitan, aunque pronto se dará cuenta de que las negociaciones son más turbias de lo que esperaría. Desesperada por el desinterés de las autoridades y la nula ayuda de sus conocidos, Cielo emprenderá la búsqueda ella misma para encontrar a Laura, arriesgándose a peligros más grandes de los que alguna vez imaginó.


La forma en que la directora muestra el agobio de Cielo no sólo es conmovedora, también intensa y, por momentos, hasta furiosa. Observamos el camino que recorre una mujer que comienza la cinta siendo sumisa y abnegada, y que paso a paso se transforma en una guerrera que no se toca el corazón, incluso si le toca enfrentarse a gente que creía de su lado o a quienes poseen mayor poder que ella. Mihai cuenta que hubo una frase de Miriam que le impactó profundamente: “Abro los ojos y siento ganas de matar o de morirme”, y es claro para la audiencia que esto es un catalizador para su proceder. La cinematografía de Marius Panduru pareciera posarse sobre el hombro de la protagonista, nos lleva con ella dando traspiés y escondiéndonos de los disparos, al mismo tiempo que compartimos su enojo y creciente frustración.


Uno de los mayores aciertos de ‘La Civil’ proviene de la consagrada actriz Arcelia Ramírez, quien trabaja su arco narrativo impecablemente y a la que nunca le pesa soportar la película completa, ya que se encuentra presente en cada escena. Aún en las situaciones donde la violencia es desaforada, su temple y decisión prevalecen. Otra de las actuaciones sobresalientes es la del neoleonés Daniel García Treviño, quien nos otorga a un villano descarado y atroz al que también logra dar matices de humanidad, apelando a su trasfondo y las necesidades propias de la supervivencia en una ciudad orillada a ofrecer dos opciones: ser víctima o victimario. Aunado a estos dos personajes, vale la pena señalar la gran labor del mexicano Habacuc Antonio de Rosario, quien coescribió el guion del filme con suficiente veracidad e impacto para plasmar no sólo la historia de Miriam, sino la de cuantiosas familias del norte que viven atrapadas en la consabida guerra ejército – crimen organizado, cuyo fin se ve imposiblemente lejano.



Filmada (casi de manera irónica) en el pueblo llamado Nombre de Dios, en Tamaulipas, y ganadora del “Premio a la Audacia” en el Festival de Cine de Cannes, ‘La Civil’ es el retrato de la ineptitud burocrática y la corrupción del gobierno, pero sobre todo un homenaje a los parientes que no callan, que se ensucian las manos y sacrifican sus vidas en busca de un milagro. La película pide que no olvidemos a Miriam, a Karen, y a esos muchísimos desaparecidos que siguen llenando los tableros de las delegaciones y comisarías. A final de cuentas, esta horrorosa normalidad nos grita que, en una nación que no ejerce la justicia, las más de las veces el único camino restante es el de la venganza.

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