Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
¿Qué se hace cuando la industria fílmica de tu país es prácticamente inexistente? Como mexicanos es difícil concebir este panorama, porque crecimos de la mano de la época de oro y los actores íconos de la misma. Sin embargo, en el caso de nuestros vecinos de Guatemala, la manufactura de películas es algo atípico y complicado, que requiere mucho sacrificio. Afortunadamente, estos obstáculos no detuvieron al realizador Jayro Bustamante, más bien lo alentaron a crear: Fundó en el 2009 “La Casa de la Producción”, especializada en apoyar a los proyectos independientes.
Es así como este joven director ha logrado realizar ya tres largometrajes, siendo el más reciente el que se titula ‘La Llorona’. Esta cinta comienza mostrándonos a Enrique Monteverde (Julio Díaz), un dictador que está siendo enjuiciado por el genocidio cometido en los 80’s bajo su mandato. Su esposa Carmen (Margarita Kenéfic), su hija Natalia (Sabrina de la Hoz) y su nieta Sara (Ayla-Elea Hurtado) lo acompañan. Una vez que se declara el fallo y las cosas se tuercen a su favor, el pueblo guatemalteco decide protestar fuera de la casa de Monteverde día y noche, con pancartas que recuerdan a los fallecidos y las injusticias de sus casos. Esta hostil situación se verá aún más enrarecida gracias a la llegada de Alma (María Mercedes Coroy), una mujer que fungirá como empleada doméstica, pero cuya conducta y pasado son misterios que la familia irá desentrañando.
Para diseñar este macabro largometraje, Jayro Bustamante se basó en el dictador José Efraín Ríos Montt, quien fuera presidente en 1981 y 82, y causante de crímenes de guerra y genocidio. Aunque poco se habla de él y de las grandes tragedias que sucedieron a partir de su mandato, el cineasta decidió abordarlo de manera frontal, a pesar de que sus seres queridos le pidieron tener mesura e incluso que desistiera. Es así que lo cuenta a partir del realismo mágico, en donde este horror se mezcla con una de las leyendas más conocidas de Centroamérica, la de la famosa Llorona, pero, en este caso, tiene un maravilloso twist: la joven no llora por un hombre ni atacó a sus hijos; realmente se lamenta por todo lo que ella y su pueblo, los mayas, vivieron y perdieron gracias a una guerrilla con soldados sin escrúpulos.
Para lograr que estos temas se homogeneizaran y la historia fluyera, Bustamante contó con la excelente cinematografía de Nicolás Wong, que permite que el espectador se sienta igual de atrapado que los personajes, en una casa impoluta de colores neutros, tan elegante como asfixiante. Parece incluso por momentos que los espiamos, asomándonos a través de puertas entreabiertas y cortinas semitransparentes, a punto de descubrir algún evento siniestro o un secreto oscuro. Aunado a lo visual, los diálogos están sobrados de fuerza, tanto durante el juicio, donde las palabras son dolorosamente contundentes – y están basadas en los testimonios verídicos del de Ríos Montt – como dentro del encierro, donde el silencio posee más significado que las conversaciones. Además, hay valor agregado al poder observar a los personajes hablar Kaqchiquel e Ixil, ya que con este detalle el director continúa honrando el bagaje de su gente y sus raíces.
Jayro cuenta que decidió comercializar ‘La Llorona’ como una película de terror, sabiendo que en su país este es el género más visto. Y, si bien también puede considerarse una cinta histórica, la realidad es que la designación le queda como anillo al dedo: Ni los eventos sobrenaturales ni la imagen ya referente de una aparición de pelo lacio e infinito pueden compararse con la brutalidad y el trauma con los que estas personas tuvieron que vivir por tanto tiempo. Nuestra protagonista, esa alma en pena, no grita para asustar, sino para reclamar lo que le fue arrebatado, para descargar la furia contenida, para recordarle al mundo que, así como el propio director del filme, vociferará cuanto sea necesario para que la impunidad no quede en el olvido.
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