Por: Carlos Mideros Báez (@MiderosBaez)
Luego de su estreno en el Festival de TIFF en 2021 y con la posibilidad de representar a Ecuador para los Premios Oscars, Javier Andrade trae a cines su nueva película titulada: Lo Invisible. La cinta se fija en el personaje de Luisa, quien regresa a su casa luego de pasar un tiempo en un centro psiquiátrico después de una severa depresión postparto. Ahora, rodeada de su familia y empleados que se esfuerzan para volver a la normalidad, veremos como ella se adapta mentalmente a su vida. ¿Qué tal salió?
Esta cinta se ha vuelto de las producciones ecuatorianas más populares a nivel mundial en un largo tiempo, poniendo a su país de origen de vuelta en el ojo para el fomento del arte audiovisual. Luego de ver la película con ese antecedente y sin haber oído de la trama, es un producto muy interesante viniendo de un lugar donde rara vez destaca el ámbito cinematográfico. El guion está lleno de simbolismos que no quieren tirarle a la cara del espectador, lo deja pensando hasta el final de la película para que vaya digiriendo todo de a poco. El ritmo es muy lento, pero va apegado de todos los demás elementos para crear una atmósfera de estrés y agobio, terminan generando que la mayoría de escenas en la casa se sientan hasta clautorocias por cómo están filmadas y editadas. La fotografía de Daniel Andrade se acopla a la música de Paola Navarrete y Mauro Samaniego para sumarle una belleza visual en su estética que la hace destacar más.
Anahí Hoeneisen como la protagonista eleva su personaje de manera que nos adentramos a su piel con cada sentimiento que transmite en la película, está siendo el foco central de toda la historia y es lo mejor manejado. Aun con el buen manejo que tuvo, el resto de personajes son un tanto descuidados en importancia. La cinta va propia de subtramas entre la gente que rodea a Luisa para su viaje pero casi ninguna tiene el tiempo para sacarle más jugo a la trama, tanto su familia como los empleados quedan en segundo plano cuando se trata de escritura. Se terminó preocupando más en la protagonista y el resto de ámbitos que terminó descuidando a las demás piezas del cast que adicional quedan opacados por la actuación principal.
Quitando que pudo mejorar la escritura de los personajes secundarios y su papel en la historia, es una de las producciones ecuatorianas más interesantes que han dado de qué hablar de manera internacional. Toca el tema de la depresión con un uso maduro de los simbolismos y nos adentra al personaje principal por medio tanto de la actriz como de su guion. Todos los elementos hacen que terminemos con una pesadez que quizás parezca intimidante para los pescados ecuatorianos casuales, pero que demuestra el talento que puede haber en el país para contar historias.
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