Por: Freddie Montes (@FreddieMontes)
Viola Davis y Chadwick Boseman, en la última actuación de su carrera, protagonizan esta adaptación cinematográfica de la obra de teatro de August Wilson estrenada en 1982.
Basada en hechos reales. Durante una calurosa tarde veraniega en el Chicago de 1927, los músicos de Ma Rainey, conocida como la “Madre del Blues”, esperan la llegada de su cantante para comenzar con la grabación de su nuevo disco de estudio mientras comparten ideas sobre el papel de los afroamericanos en la escena musical y social del país. La llegada de Ma Rainey, contrario a lo que se esperaba, desata las tensiones dentro del grupo, principalmente por la actitud de Levee, el joven pero ambicioso trompetista de la banda.
Hay dos tipos de películas que son particularmente difíciles de hacer: aquellas que cuentas un hecho de la vida real y las que adaptan una obra de teatro. El tema con las primeras es que muchos autores se enfocan tanto en los hechos que terminan por descuidar su tesis, relegando a un segundo plano el hecho de que nos tienen que contar algo a través de su producto, ofreciéndonos una especie de anecdotario o trabajo documental. En cuanto a las adaptaciones cinematográficas de obras teatrales, suele pasar que los directores se olvidan del lenguaje cinematográfico y en lugar de mostrarnos una adaptación terminan por simular una puesta en escena grabada. El caso de Ma Rainey's Black Bottom es particular, ya que juega en las orillas de estos inconvenientes pero, en términos generales, logra salir bien librada.
Dirigida por el poco experimentado George C. Wolfe, esta cinta no expone la vida de un personaje, simplemente se enfoca en lo sucedido durante una tarde específica, con un grupo reducido de personas y teniendo un par de habitaciones como escenario. Esta situación permite que la tarea de transmitir un mensaje conciso sea mucho más sencilla. El problema es que los primeros destellos sobre el qué de la película tardan mucho en llegar, generando un primer acto tedioso y derivando en una tardía empatía con nuestros protagonistas.
Es evidente que este filme tiene un estilo muy teatral, pero los juegos de cámara y, sobre todo, el trabajo en el montaje resultan en una experiencia visualmente interesante que no parece la simple filmación de una obra de teatro. Aunque, nuevamente, los problemas en este sentido se hacen presentes en el primer acto debido a que, al no aparecer a cuadro el personaje que provoca dichos cambios de escena, todo se desarrolla en un diminuto cuarto con personajes cuyos diálogos no resultan, hasta ese momento, ser lo suficientemente poderosos.
Haciendo a un lado estos detalles, nos encontramos con un filme que brilla en la mayoría de sus rubros. Como lo mencionaba en el párrafo anterior, su montaje es algo que debe reconocerse ya que no solo aporta agilidad al relato, también crea números musicales impecables, y vaya que es complicado montar este tipo de escenas. Por otro lado, los vestuarios son fantásticos y lo poco que se aprecia de las calles, autos y edificios, ya que las escenas exteriores son contadas, logra remontar al espectador a la época exacta en la que se desarrolla la historia. Además, el trabajo de los diseñadores de arte y del fotógrafo hacen que como espectador sientas el calor y te sofoques a la par de los personajes, esto incluso si ves la película durante una fría noche decembrina (se los digo por experiencia). Por último, el trabajo sonoro también es impecable, no solo en lo evidente, como lo son las voces al cantar y el sonido de los instrumentos musicales, también al capturar diminutos detalles como las pisadas, el rechinar del piso y los sonidos de los aparatos de grabación.
Por supuesto que las actuaciones son lo que más atrae la atención hacia esta producción. Por un lado está Viola Davis, uno de los pesos pesados de la industria, y por el otro tenemos a Chadwick Boseman, quien falleció el pasado 28 de agosto, en la última actuación de su carrera. Sobre la primera mencionada hay que reconocer, primero, su compromiso en cuanto al aspecto físico para ponerse en la piel de la “Madre del Blues” y, segundo, que la vemos brillar en un papel que rompe un poco con lo que nos tenía acostumbrados, aquí no hay penas ni sufrimiento, estamos ante la interpretación de una mujer segura de sí misma. Además, en esta ocasión no le es necesario llevar sus decibeles histriónicos al máximo nivel, logra cumplir y brillar sin necesidad de moverse de su línea. Esta mujer ya tendría asegurado el Oscar si no hubiera recibido la estatuilla tan recientemente. Aun así, estamos ante una feroz competidora.
Por otro lado está Boseman, cuyo personaje sí navega por todo tipo de emociones, lo vemos pasar de la pedantería a la frustración y de la coquetería a la tristeza, siempre de manera impecable. Su nominación al Oscar está segura, pero, a falta de ver la actuación de Hopkins, me parece que su estatus como favorito se debe al tema nostálgico más que al mérito, aunque si la estatuilla es para él estoy seguro que a nadie nos va a molestar. Lo cierto es que este actor tiene a su favor, más allá de lo evidente, un par de escenas que son clásicas en las películas que buscan triunfar en las ceremonias de premios, aquellas en las que el personaje se avienta un conmovedor monologo frente a la cámara, obviamente en close up para que el espectador sea testigo de las lágrimas que brotan de sus ojos. Ninguna queja con ello, son escenas poderosas y fundamentales para la cinta, pero las pretensiones del director son innegables.
Para cerrar con el apartado histriónico considero importante señalar que, contrario a lo que podría pensarse, la película no solo busca que brillen sus dos protagonistas, la realidad es que todo el elenco cumple por igual. Con esta película la audiencia es testigo de lo que representa un verdadero ensamble actoral en el que cada uno de los involucrados, sin importar si tiene más o menos diálogos o escenas, se apoyan para sumarle al filme sin necesidad de proteger o hacer brillar a alguien en específico. Mención especial a Glynn Turman quien ya fue reconocido por el Círculo de Críticos de Los Ángeles y podría ser la gran sorpresa de la temporada de premios. El SAG a “mejor ensamble actoral” debe ir para esta cinta.
En resumen, los problemas de ‘Ma Rainey's Black Bottom’ se encuentran en su primer acto, pero una vez superados esta cinta se convierte en una experiencia interesante. Está claro que sigue al pie de la letra el manual para triunfar en los Oscars: elenco afroamericano, historia sobre el racismo, vestuario y locaciones de época y contar un hecho de la vida real. Sin embargo, todo indica que, aunque puede llenarse nominaciones, sus opciones reales de triunfo se reducen al apartado histriónico. Más allá de su calidad, es interesante ver una historia sobre el racismo que no se enfoca en los hechos, sino en las cicatrices que dejan los mismos en todo un grupo poblacional.
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