Con el respaldo de Steven Spielberg y Martin Scorsese como productores, Bradley Cooper regresa a la silla de director con su segundo largometraje tras del fenómeno musical que fue A Star is Born. En esta ocasión, Cooper se aleja de la figura del remake para adentrarse en la biopic de uno de los representantes más importantes en la historia del musical, Leonard Bernstein. Para los que no les suena el nombre, Bernstein es el máximo responsable de la música de la reconocida obra West Side Story. A diferencia de otras biopics que hemos visto este año, esta historia no es precisamente sobre el ascenso y éxito del compositor, sino de la complicada relación matrimonial que tuvo con Felicia Montealegre a raíz de las inclinaciones sexuales de Bernstein.
Bradley Cooper realiza un trabajo impresionante tanto detrás como delante de la cámara. Su habilidad como director se destaca en la forma en que captura la energía y la emoción de la música clásica, envolviendo al espectador en la magia de la interpretación musical en medio de una madurez dentro de la dirección que lo ha llevado a mostrar mejores ideas a través de lo visual y sonoro para capturar al público con lo que mejor sabía hacer Bernstein, la música. El guion de Josh Singer y también de Cooper se encarga de mostrar el desequilibrio del compositor entre su vida personal, para proteger sus inclinaciones (reprochables para ese tiempo), como en su vida laboral, llena de pasión y un gran amor por el arte musical.
Como actor, Cooper ofrece una interpretación convincente y apasionada de Bernstein. Logra transmitir la complejidad del personaje, mostrando sus luchas internas, sus inseguridades y su dedicación innegable a la música. Más allá de las polémicas que tuvieran que ver con el tamaño de su nariz, se muestra el respeto tanto a la trayectoria del artista como a su vida personal. Pero el verdadero corazón de esta película recae en Carey Mulligan, quien interpreta a Felicia, es la pieza maestra de una conmovedora historia de amor que abunda de momentos tanto emocionalmente desgarradores como tiernos, gracias a ese impecable dúo en pantalla que forma con Bradley.
La cinematografía de Matthew Libatique y el diseño de producción contribuyen a la atmósfera de la película, transportando al espectador a diferentes momentos y lugares en la vida de Bernstein a través de un sabio uso del color y la edición. El uso hábil de la música clásica en la banda sonora realza aún más la experiencia cinematográfica, mezclándose de manera armoniosa en los sentidos y demostrando cómo Cooper ha estado asociando la música con el cine en sus dos películas como director, haciéndola una pieza muy importante dentro de su filmografía.
Drama, romance y música son los ingredientes que Maestro usa con maestría, un recorrido emocional por el artista, su arte y su vida alrededor del secreto, como también por el amor incondicional. Bradley Cooper regresa a demostrar de lo que es capaz tanto detrás como delante de la cámara en una temporada de premios muy competida, en la que quizás se vaya con las manos vacías, algo que ya es tradición con el actor. Una gran historia que merece ser contada con la mejor de las partituras.
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