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Foto del escritorFreddie Montes

Mank: De formas y fondos

Por: Freddie Montes (@FreddieMontes)


El director David Fincher busca su primer Oscar de la mano de ‘Mank’, la cinta que nos cuenta el proceso que siguió Herman Mankiewicz para completar el guion de la mítica ‘Citizen Kane’.

‘Mank’ está dirigida por David Fincher y escrita por Jack Fincher. El primero es famoso por ser responsable de grandes cintas como ‘Seven’, ‘Zodiac’ y ‘The Social Network’, y otras no tan grandes, pero sí muy populares, como ‘Fight Club’ y ‘The Curious Case of Benjamin Button’. Lo interesante es quién es Jack Fincher. Para empezar, es el padre de David, lo curioso es que este hombre falleció hace 17 años, dejando escrito el guion de esta película con la intención de que algún día su único trabajo como guionista de cine viera la luz. Finalmente, tras muchos años y seguramente más modificaciones hechas por David de las que él mismo confiesa, llega a nosotros, gracias a Netflix, uno de los filmes más esperados de este 2020, el cual amenaza con ser protagonista de la próxima temporada de premios.


Esta cinta nos muestra a un convaleciente Herman Mankiewicz, mejor conocido como Mank, quien pasa sus semanas de recuperación trabajando, por encargo, en el guion de la que será la ópera prima de un joven talento de la radio: Orson Welles. La película va intercalando esta etapa en la vida del escritor con flashbacks que nos muestran, a través de sus propios ojos, cómo funcionaba la industria del cine en los años cuarenta, qué consecuencias tuvo en él llevar una vida de excesos y, sobre todo, quienes fueron los personajes reales que inspiraron su gran obra.

Lo primero que llama la atención de esta cinta es su valor visual. Fincher, para rememorar al cine clásico, decide filmar su película en blanco y negro, pero no solo eso, también juega con la nitidez de la imagen con la intención de que no parezca una película actual simplemente filmada en tonos oscuros o una obra antigua pasada por un proceso de remasterización, sino una película realmente realizada en la primera mitad del siglo pasado, incluso añadiendo, de manera digital, ciertas imperfecciones que eran propias de los celuloides. Aunado a esto, el director no solo homenajea al cine clásico hollywoodense, también le hace honores a la cinta ‘Citizen Kane’ en particular. Y es que la manera de irse a negros, de iluminar sus escenas, de mostrar a sus personajes y de poner la cámara son herencias propias de la forma de dirigir de Orson Welles.


¿Todos estos elementos de dirección son capaces de engolosinar a la crítica y a los votantes de La Academia? La respuesta es sí, por supuesto que sí. No es la primera vez que Fincher nos regala un coctel de elementos que sabe que lo harán atractivo de cara a la temporada de premios, lo vimos con ‘The Curious Case of Benjamin Button’. Pero, en esta ocasión, no podemos tildar a Fincher de pretencioso, ya que los recursos no son utilizados de manera gratuita, todos van de la mano con lo que se está narrando y mostrando, ayudando a crear una experiencia visual como pocas dentro de su filmografía.


Para sumarse más puntos frente a los académicos, Fincher no deja ningún guiño en su película que suponga que la industria cinematográfica actual funciona con las mismas mañas y malos manejos que en los años cuarenta, evitando caer en una crítica al sistema de estos tiempos, el cual se conforma por las personas que deciden quién gana premios y quién no. Así mismo, nuestro director, a sabiendas de las tendencias políticas del mundo del espectáculo gringo y, en especial, de la ciudad californiana de Los Ángeles, posiciona a su personaje principal en los terrenos de la izquierda norteamericana, dándole particular importancia a esta parte de la historia. Estos elementos hacen que Fincher salga bien librado frente a los votantes en busca del primer Oscar de su carrera.


Pero a ‘Mank’ no solo le suma el aspecto visual, también brilla en el rubro histriónico. Gary Oldman nos ofrece una de las mejores actuaciones de toda su carrera, siendo el responsable de los únicos destellos de encanto que tiene su personaje. Amanda Seyfried también cumple en uno de los grandes trabajos dentro de su filmografía, le crees que es una diva del Hollywood clásico con toques de pedantería acompañados de inocencia. Lily Collins podría ser la sorpresa de la película, es la acompañante de escenas de Oldman y logra estar a la altura y al nivel de él en todo momento, además, es el personaje que más juega con las emociones y estados de ánimo. Arliss Howard y Charles Dance también están impecables en personajes con los que no te gustaría encontrarte nunca.

En cuanto al guion es necesario, para su análisis, dividirlo en dos partes: su forma y su fondo. En cuanto al primer concepto, nos encontramos con un guion bastante ingenioso, que, en un claro homenaje a los escritores de cine, nos cuenta esta historia haciendo énfasis en los momentos claves de un guion, como los actos y el clímax. Así mismo, a sus saltos en el tiempo se le agregan los encabezados que forman parte de los guiones escritos, Con todo esto se nos recuerda o se nos muestra, según sea el caso, que los guiones no se limitan a las frases que dicen los personajes.


El problema en este apartado, que se traduce en el punto flojo de toda la película, es el fondo del guion. Y es que, sencillamente, no transmite nada. La historia, emulando a la forma en la que está filmada la cinta, es completamente gris. Los personajes son planos, sin alma, quizá no importaría tanto si solo pasara con los secundarios, ya que son muchos e implicaría un gran esfuerzo acomodar todas sus historias personales en poco más de dos horas de metraje, pero es increíble que ni las secundarias principales (con las que la película sí busca que hagamos empatía), ni el protagonista, puedan contar con una construcción de personaje medianamente decente.


Por si esto fuera poco, estamos ante una historia que comete el error máximo de una biopic: no aprovecha a su personaje principal para decirle algo a los espectadores. Aunque la película tiene sus momentos interesantes, hay otros tantos en los que parece que estamos viendo un anecdotario, algo más cercano a un producto documental que a una dramatización. Es curioso que, en contrasentido con sus elementos visuales tomados del cine clásico, ‘Mank’ sea un pésimo homenaje a las formas narrativas del cine hollywoodense de antaño, ya que se olvida por completo, incluso, de desarrollar un conflicto que le de sustento a la trama.


Seguramente se preguntará, querido lector, si la idea de que el protagonista de esta cinta sea un tipo gris, que funcione como una especia de antihéroe, no es un homenaje el propio protagonista de ‘Citizen Kane’. Mi respuesta es que es muy probable, pero hay algo que ‘Mank’ no tiene y que sí tenía, como su valor principal, aquel clásico del cine: un rosebud. Y es que el mensaje de la cinta de Welles, y en concreto del guion de Mankiewicz, era precisamente eso, que hasta el hombre más solitario, frío y abnegado, tiene un rosebud que marca su vida. Es increíble que teniendo ahí, frente a sus ojos, la muestra clara de cómo darle alma a un personaje de este estilo, lo hayan dejado pasar.


Si usted no ha visto ‘Citizen Kane’ seguramente se preguntará si es necesario verla antes de ‘Mank’. Mi idea es que la película de Fincher se sostiene bien sin esas referencias, pero claro que le suma muchísimo a la experiencia el conocer la obra en que basa, esto sin contar que el único spoiler que se puede hacer de aquella cinta se menciona aquí. Tampoco es necesario entender cómo funcionaba (y funciona) la política estadounidense y su relación con los medios, pero claro que le suma mucho a la idea del filmes. No se necesita conocer cómo se escribe y qué contiene un guion, pero ayuda mucho al homenaje y revolución que busca la cinta. De la misma manera, considero que tampoco es requisito leer todo lo que se ha dicho sobre la disputa entre Mank y Welles, pero, nuevamente, le suma a la película el hecho de saber sobre esto y, sobre todo, de ver cierta redención hacia este personaje tan maltratado por la historia.

En conclusión, ‘Mank’ es una película muy atractiva en todo lo relativo a lo visual, pero con muchas carencias en el apartado narrativo. A pesar de ser una película del estilo “cine dentro del cine”, no es una opción si lo que buscan es una carta de amor al cine, más bien es una crítica a todas las prácticas que envuelven la producción cinematográfica. Lo que sí vemos en lo nuevo de David Fincher es un homenaje a la forma de hacer películas en el Hollywood clásico, a las aportaciones como cineasta de Orson Welles, a su propio padre e, incluso, a él mismo. Lo curioso es que Fincher, entre tanto homenaje, se olvida de homenajear al que sí debía de hacerlo: al talento para contar historias de Herman Mankiewicz.

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