Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Hay una hermosa y enorme casa que está siendo construida. Varios albañiles se encuentran en el jardín de la misma, concentrados en sus labores. Se escucha música de fondo, parece que es cumbia, armonizando el ambiente. De pronto, un hombre cae del piso de arriba.
Con esta escalofriante escena, tan cruda como la propia realidad de muchas edificaciones en las que hay accidentes mortales, comienza la ópera prima del director mexicano David Zonana, que lleva por nombre Mano de obra. El filme nos cuenta la historia de Francisco Cruz (interpretado por Luis Alberti), un albañil que trabaja en la construcción mencionada, y resulta ser además familiar de Claudio, el hombre que ha caído y falleció. Cuando busca que a la viuda -quien vive en condiciones precarias y está embarazada- se le indemnice como es debido, se topa con respuestas que le dificultan el proceso y sólo le dan largas. Al ver que no hay voluntad por parte de los involucrados de que la compensación se realice, Francisco intentará hacer justicia por mano propia, situación en la que se verán eventualmente involucrados sus compañeros de trabajo y amigos.
Como puede notarse a leguas, el tema central de Mano de obra es la desigualdad. Observamos como un grupo de trabajadores -que viven en situación de pobreza-, trabajan para terminar una mansión que será habitada por un solo hombre. Ver esta disparidad de formas de vida nos hace sentir, como espectadores, la desesperanza de las personas que están creando algo con sus manos, tan espectacular y bello como esta casona, que al final no será de su propiedad. Francisco y los albañiles comprenden también que, tristemente, nadie ve por ellos ni se preocupa por su integridad: Ni quienes los contratan ni quienes les mandan. No importa si es el millonario dueño, o hablamos del sindicato o de sus líderes, todos se aprovechan de ellos y de su necesidad, de las pocas ofertas laborales que hay en su campo, y de la falta de conocimiento que tienen en materia legal y laboral. Es por esto que, cuando deciden retribuirse por sí mismos lo que nadie está dispuesto a otorgarles, es muy difícil para el público juzgarlos con rigor; ya empatizamos con su situación, porque todos hemos pasado (en mayor o menor grado) por injusticias y desigualdades, así que su victoria es un poco nuestra también.
Para lograr una película cuyo discurso de lucha fuera integral, David Zonana no solamente se documentó acerca de revoluciones de distintas partes del mundo, también pasó tiempo suficiente entre obras y construcciones para conocer el comportamiento de sus trabajadores y aprender su jerga (con lo que además pudo darle veracidad a su guion). Otro de los aciertos del director fue contratar a albañiles reales para que actuaran siendo los coprotagonistas, dándole así frescura y autenticidad a las escenas. Hace también de la mencionada casa un personaje más, que tiene su propio arco narrativo y pasa de ser un espacio inmaculado y vacío a variopinto y sobresaturado, completando así una fotografía que le transmite a su público un trabajo redondo.
Se siente como si Mano de obra estuviera dividida en dos actos: Una vez que logran la justicia para su lado de la historia, nuestros personajes de enfrentan a varios entredichos, siendo uno de los principales quedar en las manos de Francisco, quien, al haber fungido de “Robin Hood” para su gremio, se enfrentará inevitablemente al monstruo de la corrupción y el empoderamiento ¿Será capaz de alejarse de los mismos patrones contra los que peleó? ¿Entenderá la magnitud de su liderazgo, o se verá devorado por ella?
Aunque parece que hablamos de un contexto muy mexicano, Mano de obra no es percibida como una situación restringidamente nuestra. La desigualdad, la lucha de poderes, la disparidad de clases y los comportamientos éticos y morales que maneja en su narración, pueden verse no sólo en varios países de Latinoamérica, sino del mundo entero (no por nada ha tenido un exitoso paso por festivales como los de San Sebastián, Toronto, Zúrich y Londres). Gracias a que la película deja muchas situaciones sugeridas, todos sus espectadores somos capaces de ponernos en los zapatos de los personajes e imaginar qué haríamos en dilemas similares, cada uno desde su trinchera, privilegio o conciencia, y ese es el más grande acierto de la cinta: Se mete en el pensamiento de su audiencia, haciéndole replantear sus creencias, moralismos y certezas.
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