Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Pareciera que de Nuevo Orden, la película más reciente del director mexicano Michel Franco, ya se ha dicho todo. La cinta ha gozado, desde el momento en que se hizo acreedora al León de Plata y al Leoncino d’Oro en el Festival de Cine de Venecia, de atención mediática al por mayor. Sabíamos muy poco acerca de qué era lo que encantó a los jurados de dicha premiación, pero había grandes esperanzas entre el público pendiente de que resultara ser un filme espectacular y memorable… Hasta que salió el tráiler, y la bomba estalló.
Nuevo Orden es una distopía situada en el México del 2021. Nos presenta desde el inicio a Marian (Naian González) y a Alan (Darío Yazbek), un par de jóvenes de clase alta que están a unos minutos de casarse dentro de una enorme casa en el Pedregal, cuando algunos manifestantes irrumpen dentro de la misma con el fin de amedrentar y robar los bienes de todos los invitados. Fortuitamente, en el momento en que esto sucede la novia no se encuentra ahí (salió por una emergencia); sin embargo, ésta queda atrapada en medio de una ciudad que arde entre el caos. Escapar de la locura que ha explotado y, posteriormente, de la militarización que se ha impuesto para mantener a los inconformes a raya, hará que nuestra protagonista –al lado de Cristian (Fernando Cuautle), su chofer- atraviese una cadena de eventos violentos, horribles y tortuosos.
Explicada la premisa de una manera sencilla, podríamos creer que la cinta no tiene tantos pecados, pero en cuanto las escenas que mostraba el tráiler llegaron a las redes sociales, vimos un común denominador que incomodaba y ofendía por igual: La manera en la que la clase baja es retratada. Los manifestantes –quienes, por supuesto, son de piel morena - arremeten con violencia desmedida, barbáricos y salvajes, mientras que los ricos son gente asustada que trata de defenderse hablando con ellos civilizadamente. Los contestatarios se manejan entre palabras altisonantes y golpes, y en las tomas de lo que sucede en las calles observamos un sinfín de graffitis, pintas y destrozos en los que se insulta a los ricos, pero que no clarifica en ningún momento cuál es la causa real de las protestas. Michel Franco cuenta que la rebelión tiene como base el hartazgo respecto a la desigualdad, pero en la pantalla no nos muestra nada de eso, solamente hay hordas de gente enojada que no pareciera tener ninguna razón coherente. Mención aparte, que es muy importante realizar, para el hecho de que Franco decide usar el verde como el color principal con el que atacan los pobres; y este factor, aunado a los planos frontales en los que se observa reiteradamente al género femenino como protagonista, es una referencia obvia y tergiversada del movimiento Marea Verde.
Esa “primera parte” tristemente le da la razón a los que criticaron los avances sin verla: Todo está tan mal representado como lo imaginábamos. La segunda parte, sin embargo, es harina de otro costal. Michel Franco nos enseña lo que sucedería de tener que controlar a la población a través de la militarización. Dejar en las manos del ejército los toques de queda, la ayuda a los ciudadanos, los castigos y las represalias, sería sin duda la peor de las decisiones de cualquier gobierno. Es fácil imaginar qué rumbo tomaría todo eso: la injusticia, el abuso de poder y la avaricia serían, efectivamente, el nuevo orden, y este es el factor escalofriante del filme que vale la pena ser discutido y desmenuzado. A veces pareciera que no estamos tan lejos de tener que enfrentarnos a algo tan terrible, y es en casos extremos como éste que la población debe estar unida y saber qué hacer y hacia donde llevar el actuar colectivo para alcanzar el bienestar de la mayoría. Esta es la parte fuerte de la cinta, la que puede y debe llevarse a conversación.
Efectivamente, de Nuevo Orden ya se ha dicho todo. Se ha dicho hasta de más. Como público, tenemos la responsabilidad de observarla lo más neutralmente posible y formar la opinión propia para decidir, con base en nuestras creencias y entendimiento, si la película amerita que la abucheemos o la aplaudamos. Puede incluso que merezca ambos, y eso no está mal.
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