Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Ti West se encontraba en Nueva Zelanda, país en el que las restricciones por COVID se manejaban distinto al resto del mundo en aquel momento, filmando ‘X’. La locación primordial de dicha cinta era una granja, enorme y avejentada, acompañada de un granero. Ambos sitios fueron armados en armonía con la esencia del slasher que los habitaba.
Es claro que las grandes mentes no se detienen, aun cuando el proyecto en cuestión haya finalizado. Con los múltiples impedimentos derivados de la emergencia sanitaria y un set construido por el gusto del director y a su disposición, surgió de la creatividad de West una propuesta original: ¿Qué tal si expandimos esta historia de terror?
‘Pearl’ es el resultado de ese experimento, que se encarga de mostrarnos la etapa joven de uno de los papeles principales de ‘X’. Pearl (Mia Goth) vive con sus padres en una granja en Texas, esperando que Howard (AlistairSewell), su marido, vuelva de la guerra. Pasa sus días ayudando con las tareas propias del lugar y cuidando a su padre (Matthew Sunderland), al lado de una madre estricta (Tandi Wright) que busca evitar contagiarse de la terrible influenza española. Sin embargo, el verdadero sueño de Pearl es ser bailarina, y convertirse en una estrella de fama mundial. ¿Será capaz de lograrlo, a pesar de las limitantes familiares y las escasas oportunidades que se le presentan?
‘Pearl’ se nos ostenta entonces como una precuela, que funciona perfectamente como una película individual, pero además enriquece la experiencia al verla en conjunto con ‘X’. El eje de ambas es la actuación de Mia Goth, quien ha fincado su carrera gracias a su aparición en filmes de tintes oscuros, como thrillers y de horror. En esta entrega, su personaje es una muchacha de grandes ambiciones y un carácter peculiar, que navega entre lo triste, soñador y explosivo. Mia carga con las emociones del largometraje, y las lleva a grados inesperados cuando la observamos furiosa, extasiada o en llanto. Su acento, lo suficientemente marcado para adentrarnos en su entorno y hacernos parte de su pasado, le comparte al espectador el nivel de desesperación que aumenta, casi desaforadamente, al mismo tiempo que la violencia de sus elecciones. Lo que Goth desarrolla con tal fuerza e impecabilidad es algo pocas veces visto en el género, que sin duda permanecerá en la memoria del público que lo atestigua.
Pero no sólo la protagonista es destacable en ‘Pearl’. La cinematografía de Elliot Rocket es otro de los atinos mayúsculos de la cinta, ya que homenajea la época del tecnicolor, que se reconoce en aquella época dorada de Hollywood y nos hace recordar clásicos como ‘The Wizard of Oz’ o ‘Mary Poppins’. La corrección de color y la brillantez de su paleta atrapa el ojo de la audiencia, contándole un cuento en el que la ensoñación invade los campos de la realidad. Las selecciones de vestuario y los tonos que predominan, con sus contrastes e intensidad, coreografían con el ímpetu de la trama, tanto en lo dulce de los anhelos como en lo terrible de la ira y sus consecuencias.
De la misma manera, el score, creado por Tyler Bates y Tim Williams y grabado en Tennessee con una orquesta, se vuelve pieza fundamental de ‘Pearl’. Va acorde con aquellas épocas en las que la industria se adornaba de glamour, mismas a las que Pearl ansiaba pertenecer, y va in crescendo conforme las situaciones se desbordan. Llenan así el oído de todos y engrandecen la experiencia de la pantalla grande. Secuestrados por el impacto visual y deleitados por la música que nos invade, sólo hay que dejarnos llevar para disfrutar de la sangre, el hartazgo y las ilusiones grandilocuentes.
Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Venecia del 2022 y halagada por íconos como Martin Scorsese, ‘Pearl’ llega dispuesta a robarse la atención y el corazón de los fans del terror, pero también de aquellos que no lo son tanto. Su inteligencia y hechura demuestran que las recientes y venideras ramas del género dan para hacernos admirarlo y consumirlo más, de formas diferentes. Ti West es nuevamente un ejemplo de realizadores que no necesitan grandes nombres o presupuestos para embelesar, y pueden regirse solamente por una encomienda: “Hacer lo mejor que pueden con lo que tienen”.
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