Por: Freddie Montes (@FreddieMontes)
La ganadora del Premio Arca y de la Copa Volpi a mejor actriz en el pasado Festival Internacional de Cine de Venecia llega a Netflix con la intención de sumar nominaciones en la presente temporada de premios.
Estamos tan acostumbrados a que las personas que pierden algo o a alguien pasen por las famosas etapas del duelo (negación, ira, depresión y aceptación) que cuando alguien no cumple con alguna de ellas prácticamente lo obligamos a sentir o actuar como marca la costumbre. Solemos pedirle a la gente que llore o que se enoje, llegando a asegurar que si no lo hacen es porque la situación no le causa dolor, y después de un tiempo les decimos que es momento de superar lo sucedido y seguir adelante. Lo que muchas veces cuesta entender es que no todas las personas viven una pérdida de la misma manera, los tiempos y las formas de actuar son propias de cada individuo. Es por esto que, dentro del género dramático, las películas cuyas tramas giran en torno a personajes que se enfrentan a una pérdida llaman particularmente mi atención, siempre me resulta interesante ver facetas del duelo que se salen de lo común, encontrarme con personajes que demuestran que el estado de negación puede durar más de lo establecido o que la tan ansiada aceptación puede aparecer de manera inmediata sin que eso signifique una ausencia de dolor. Y es precisamente esta exploración a las reacciones tanto de los protagonistas de una pérdida como de sus secundarios lo que le da vida a ‘Pieces of a Woman’, el nuevo largometraje del cineasta húngaro Kornél Mundruczó.
Este filme nos cuenta la historia de Martha, una joven cuya vida cambia radicalmente tras perder a su hijo durante un parto casero. En las semanas posteriores al hecho, esta mujer no sólo debe lidiar con su pérdida, también se ve obligada a dejar en segundo plano su sentir debido a los problemas que enfrenta con Sean, su pareja, y Elizabeth, su madre.
El primer punto que llama la atención de esta cinta es la forma en la que divide su historia. La mayor parte de su primera media hora está dedicada exclusivamente al momento del parto, resultando en una secuencia simplemente magistral. Para empezar nos encontramos con algo que es sumamente fuerte pero no de manera gratuita, el impacto de esta escena nace un trabajo muy íntimo por parte del director, quien hace uso del plano secuencia para hacer del espectador un testigo más dentro de la casa. A esto se le suman trabajos actorales de primer nivel y unos diálogos que transmiten y conectan de manera perfecta lo sucedido pero que están ausentes cuando las imágenes muestran lo necesario.
Después de los veinticuatro minutos de la secuencia del parto tenemos nuestro primer corte, aparece el título del filme y es ahí donde los pecados de esta cinta llegan a escena. Y es que en su intención por abarcar las reacciones y emociones de varios personajes frente a una pérdida, el filme termina por mostrarnos más de lo que nos cuenta. La segunda parte del filme se reduce a fragmentos de una historia que no siguen un hilo conductor y que presentan subtramas con la misma facilidad con las que las dejan en el olvido. Todo esto aderezado con simbolismos bastante claros y uno que otro lugar común. Es cierto que la experiencia tras la cámara de Mundruczó permite que cada una de las tomas se sientan realmente intimas, pero cada corte nos recuerda que estamos ante escenas interesantes por sí solas pero inconexas dentro de un producto cinematográfico.
El rubro en el que la cinta sí logra brillar en todo momento es en el histriónico. La encargada de encabezar el elenco y de cargar con el peso del filme es Vanessa Kirby, una joven que en este trabajo no solo encontró su graduación definitiva como actriz, también la segura nominación al Oscar como mejor actriz y, en una de esas, la primera estatuilla de su carrera. Lo más valioso de su actuación es la dualidad de emociones que presenta, somos testigos de una mujer que parece no estar tan afectada como otros por lo que sucede, pero, dentro de esta frialdad externa, no hay ni una escena en la que no seamos testigos de gesticulaciones o movimientos corporales que exhiben a una mujer cargada de sentimientos que no le permiten alcanzar la plenitud en su día a día y que, a pesar de tener una pareja y el supuesto apoyo de su familia, se encuentra realmente sola.
Kirby es acompañada por Shia LaBeouf, quien es el más perjudicado por el guion al tener varios momentos que lo hacen caer en lo caricaturesco, sin embargo, el hombre sale bien librado principalmente por lo que hace en la secuencia del parto, acompañando a la protagonista en el entendido de que su labor no es robar cámara sino apoyar para que ella brille. Por otro lado tenemos a Ellen Burstyn, la reina de la actuación que, con 88 años de edad, está cerca de convertirse en la actriz de mayor edad en ser nominada a un Premio Oscar. Es cierto que su papel es más pequeño de lo que uno espera, pero todos los momentos en los que aparece en pantalla son un verdadero deleite, alejada de los estándares de la madre amorosa pero guardando cierto encanto dentro de su insoportable personaje.
El duelo de una madre, la forma de actuar de una pareja tras una pérdida, las afectaciones de salud de una persona adulta, la soledad de la mujer, las expectativas que se tienen de una persona durante un duelo. Esta cinta pudo haberse enfocado en cualquiera de estas premisas, finalmente optó por abordarlas todas, lo cual no está mal, pero sin una idea clara sobre a donde iba terminó por quedarse a medias en cada una de ellas. En resumen, los primeros treinta minutos de ‘Pieces of a Woman’ podrían quedarse como un cortometraje y ganaría todos los premios del mundo, pero como producto final le rinde un homenaje a su título en español ‘Fragmentos de una mujer’, y es que esta cinta es eso, los fragmentos de una historia.
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