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Foto del escritorDavid Cavazos

Pinocho de Guillermo Del Toro: El niño de madera con más alma que el cine ha visto.

Por: David Cavazos (@DavidCav21)


Hace menos de tres meses tuvimos la adaptación live action de Pinocho por parte de Disney bajo la dirección de Robert Zemeckis. Una adaptación que retomaba la otra versión de la historia de Carlo Collodi: la película animada de Walt Disney Pictures de 1940. Ahí me pregunté: ¿quién fue el valiente que quiso lanzar una versión moderna de Pinocho el mismo año que Guillermo Del Toro haría lo propio? Esa fue, sin duda, la hazaña más suicida que he visto por parte de algún ejecutivo de Disney. En mi comentario de esa lamentable versión protagonizada por Tom Hanks, mencioné que la versión del director mexicano sería la que iba a brillar y resonar en la mente del público. Y no me equivoqué en lo absoluto.


Guillermo Del Toro regresa un año después de Nightmare Alley, con la co-dirección de Mark Gustafson, para retomar la historia de Collodi y situarla en la Italia de la década de los 30, en pleno período de Benito Mussolini. Años después de la pérdida de su hijo Carlo (referencia a la vista), el carpintero Gepetto, recaído en la depresión y en la bebida, corta el tronco de un pino y construye a un niño de madera al cual le concedió el nombre de Pinocho. El resto ya se lo han de saber, pero la historia carga con ciertas variaciones que no solamente se dedican a contextualizar la historia, sino a profundizar la razón de ser de su historia y sus personajes. Pinocho de Guillermo del Toro convierte la madera hueca en algo fino, bello y siniestro, con la representación del niño de madera con más alma que se haya visto en el cine. Los personajes están al servicio de una historia sobre la paternidad, la soledad y la bondad como Guillermo Del Toro lo sabe hacer, al igual que usa sus elementos característicos para darle una lore única y cautivante. Así como es la mejor representación de Pinocho en el cine, también lo es de Gepetto y el Grillo, porque cada uno tiene su propósito y su aprendizaje con el que el espectador siente y entiende.

Tan bella como el encanto de Pinocho y tan oscura como sus antagonistas y un fascismo cargado, Del Toro ha hecho una maravillosa adaptación a través de un stop motion espléndido y canciones que le otorgan mucho corazón. Aunque la película está cerca de llegar al catálogo de Netflix, es gratamente recomendable que puedan disfrutarla en cines. Es el tipo de historias que se agradecen apoyar y disfrutar con la familia. Eso sí, no es una película enteramente infantil ni tampoco es enteramente para adultos. Hay un buen balance entre los temas más oscuros y políticos para que los jóvenes puedan ver una capa más en esta historia. Así como la paternidad que representa en el punto de vista de un showman y su mascota, un soldado seguidor de Mussolini y su hijo, como también con Gepetto y Pinocho, una relación que se trabaja a fuego lento. Las cosas que la versión de Zemeckis de este año estableció (el uso de las mentiras, por poner un ejemplo), Del Toro las mejora a pesar de ser co-escritor y director. Los profundiza y trabaja en el sentir de cada uno, reconociendo la inteligencia del espectador. La versión de 1940 es todavía más respetable, pues tiene un mensaje mucho más conciso a costa de los temas oscuros, pero también posee uno de los elementos más escalofriantes de Disney, la escena donde los niños se convierten en burros. A falta de factores políticos, el tercer clásico animado de Disney se apoderó del mensaje de estar atento ante los problemas y tu conciencia, eso fue lo que la versión de Zemeckis nunca entendió y, en afán de verse modernos, nos dieron una versión sin mensaje y carente de alma.

Ya sabíamos que este Pinocho iba a brillar, pero no contaba con que nos iba a robar el corazón de principio a fin. Hay que tener mucha creatividad a la hora de narrar para que una historia ya conocida siga siendo emocionante. Pinocho de Guillermo Del Toro se volverá icónica y vivirá en el corazón de los espectadores, tal como cierto grillo novelista.

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