Por: David Cavazos (@DavidCav21)
Cuando un mexicano escucha el nombre de Eugenio Derbez, lo primero que se le puede pasar por la mente es: un explotador recién salido a la luz, parte del síndrome del mal cine en nuestro país, o un comediante de opinión ambivalente que salió a relucir a finales de los 90. Cuando el público estadounidense escucha el nombre de Eugenio Derbez, solamente puede pensar en dos cosas: CODA y Radical. La coincidencia entre ambas películas es que resultaron ser premiadas en Sundance, la primera ganándose al público y el jurado, mientras que la segunda triunfó con las audiencias. Pero mientras Derbez no mantiene la mejor imagen, pues casi nadie lo puede asociar con el drama sabiendo que es un hombre que ha dedicado buena parte de su carrera a la comedia, llega Radical a demostrarnos de lo que es capaz.
Basada en hechos reales y, a su vez, en el artículo “A Radical Way of Unleashing a Generation of Genuises” de Joshua Davis escrito en 2013, nos situamos en un pueblo marginado de Tamaulipas en el año 2011, donde el golpe del narcotráfico sacude la seguridad todos los días. Ahí, la escuela primaria José Urbina López recibe a un nuevo profesor, Sergio Juárez (Derbez), quien estará al mando de un grupo de niños de sexto grado que han obtenido el más bajo puntaje a nivel nacional en la prueba Enlace. La misión de su director es mejorar ese resultado, por lo que pretenden que Sergio sea el encargado de lograr dicha tarea. Pero el detalle con Sergio es su método de aprendizaje, porque prácticamente no tiene ninguno. Su labor como docente se verá impulsado por sus propios alumnos para que ellos puedan aprender lo que sea, que se vean marcados por la motivación de ser mejores y aspirar a lo que ellos quieran, usando métodos radicales.
Antes de que cualquier mexicano que no ha visto la película saque la quemada frase de “es una copia de…”, es importante reconocer la valentía de Radical por ser una película ambigua dentro de dos extremos muy comunes dentro del cine actual: la comedia optimista y la tragedia casi llegando a la porno miseria. Tal pareciera que el cine mexicano no puede tener un Sobreviviendo a mis XV sin que un Heroico exista. No puede haber un Mano de Obra sin No Manches Frida 2. Son dos extremos muy opuestos, pero son los más habituales que encuentras en las salas de cine. Radical posee el don de atraer a ambas audiencias, a los que encuentren una historia con una motivación latente que puede conmover, pero también un discurso que deja en claro cuales son las prioridades del gobierno, del sistema educativo y de varios padres de familia que viven las 24 horas de su día en sus empleos de doble turno, todo antes que los niños.
Christopher Zalla dirige y escribe una mirada honesta a la precariedad de un sistema educativo y no mantiene un solo discurso, sino cuatro. Estos son repartidos de manera inteligente en sus respectivos personajes. Paloma (Trejo), una de las niñas más listas y que sueña con la astronomía, pero se ve limitada viviendo en la extrema pobreza y cuidando a su papá, mientras este ultimo limita a su hija diciéndole que esas metas nunca se cumplirán y que las deje. Lupita (Solis), una niña que siente curiosidad por la filosofía y la docencia, pero se ve atrapada en una vida de eterno cuidado a sus hermanos mientras sus padres están trabajando, plan que se ve a largo plazo. Nico (Guardiola), un niño que indirectamente se ve involucrado en el contrabando de drogas gracias a su hermano, viéndolo como un posible futuro hasta que descubre el sentido de pertenencia en la escuela. Cada niño está interpretado de forma estupenda y cada uno mantiene un excelente discurso.
Por último, el profesor Sergio, un hombre que es transferido a dicha escuela a propósito con tal de incentivar a los niños a creer en sí mismos. Sabe que el mundo que los rodea está lleno de peligros, muerte y precariedad, su misión es encontrar un poco de fe en que puedan encontrar una mejor vida a través del aprendizaje. Su mayor enemigo es el sistema de aprendizaje anticuado, dicho que cada mexicano tuvo que pasar, además de una corrupción no solamente con el gobierno, sino también entre los maestros. Eugenio Derbez encuentra el balance perfecto entre el carisma y el drama, sabe cuando darle al espectador una sonrisa, como también está consciente de en qué momento debe cambiar de matiz. Logra una interpretación excepcional, su rol en esta película se abstiene de cualquier mensaje basado en un “échale ganas”, sino en algo que todo maestro debe tomar nota, a lo que realmente se debe aspirar, la clave es que un maestro sea la herramienta para motivar a los alumnos y viceversa. Es algo que falta mucho hoy en día. A ello se le une el personaje del director de la escuela (Haddad), quien poco a poco se ve convencido de que la motivación para una mejor clase y un mejor alumno es la conexión entre maestro y estudiante.
Queda claro que la película es un crowd pleaser, está diseñada para encantar a las audiencias y tiene todas las convenciones de una película de este tipo, hay diálogos que puedes predecir al instante y situaciones que ya puedes imaginar. Tiene el balance de hacerte sentir bien, al igual que conmocionar. Un poco similar a lo sucedido con CODA, pero que funciona por dar un mensaje muy necesario a la audiencia, con algo de crítica, pero también de carisma, logran hacer las cosas de forma que puedas entender el contexto y valorar todo lo que aprendiste en tus años de estudiante, aunque la forma de aprenderlo nunca fue la adecuada.
Como alguien que ha estudiado para ser docente, que también ha podido experimentar la profesión y que entiende perfectamente los problemas de este sistema, es muy oportuno ver cómo una película como Radical logre abrir este tema para dialogar, lo inesperado es que Eugenio Derbez sea el causante para iniciar esta plática. Desde cualquier ángulo, Radical combina el cine de discurso con el entretenimiento para dar un drama que puede ser inspirador. No esperaba que fuera tan buena, pero Derbez usó los métodos más radicales para crear una de mis películas favoritas de este año.
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