Por: David Cavazos (@DavidCav21)
Una vez más, Marvel llega a las pantallas, aunque sea en temporadas no acostumbradas (ésta llega en septiembre cuando normalmente llegan en mayo, julio y noviembre), y toca introducir a un nuevo miembro de este universo, un personaje que promete ser de los más poderosos. Shang-Chi hace su debut en el MCU con La Leyenda de los Diez Anillos en una Fase 4 que se ve muy prometedora.
Este personaje, salido de los cómics de los años 70 de Steve Englehart y Jim Starlin, ha sido un personaje relativamente desconocido para las audiencias actuales. Aunque para los mandatos de Disney esta película es un “experimento”, concepto mal utilizado por esto, con esta nueva superproducción nos intentan presentar no solamente un nuevo personaje sino un nuevo mundo. Marcado por su pasado, Shaun vive en Estados Unidos como un vallet parking junto con su mejor amiga Kate. Poco a poco, el pasado de Shaun (cuyo nombre real es Shang-Chi) va a demandar su presencia para enfrentarse ante la persona más poderosa que conoce y que, alguna vez, quiso.
Realmente mis expectativas hacia esta película no eran las más altas ni las más bajas. Cuando se trata de algo de Marvel, ya sé perfectamente qué esperar y la emoción por hablar de esta película se convierte en desidia. Ese es mi caso con Shang-Chi. Entre más comentarios con hype leo sobre esta película, más consciente estoy de lo que voy a ver. Simplemente una película entretenida. Eso es lo que recibí, una película entretenida, con algunas de las mejores cosas que Marvel nos ha mostrado en cine, pero que también, dentro de sus propias ambiciones narrativas, termina flaqueando en una historia cuya primera hora es muy interesante, pero su segunda se arrastra y pierde su impacto, sobretodo porque ya sabemos quién será su villano, no se convierte en algo sorprendente, ya nos definen quién va a ser la amenaza y solamente esperamos el acto final para que se armen los trancazos. Eso fue lo que me afectó en esta cinta, hay una rara mezcla entre ambición y simpleza que terminó mermando mis emociones.
Lo que más puedo disfrutar de la nueva entrada de la fase 4 del MCU es la dupla entre Simu Liu y Awkwafina, ambos brillantes en pantalla. También con escenas de acción de las más dinámicas del MCU (mi favorita es la del autobús, una especie de Speed a la Marvelita). El mundo y los poderes son interesantes, eso no lo niego. Tenemos una rivalidad de padre e hijo muy interesante a pesar de que, a comparación de lo que vimos con Starlord y Ego en Guardians of the Galaxy Vol. 2 (2017), en esta nueva película no es el giro de la trama, ya nos lo presentan, ya lo conocemos, y eso termina por perder impacto. Las escenas de acción están bastante bien logradas (cuando los efectos especiales se dejan apreciar bien) con movimientos de cámara que homenajea diversas películas de artes marciales.
A pesar de lo anterior, sería una mentira decirles que la disfruté. La disfruté a medias. Mientras que la primera hora es trepidante, interesante y con un sabor distinto. La segunda hora de película se descalabra entre el desorden y la simpleza. Pierde fuerza, dinamismo y nos estancamos de manera garrafal. A pesar de que la batalla del último acto es fenomenal, la historia es la que no le hace mucha justicia a este mundo. El futuro del MCU será interesante ante la llegada de los Eternals y Spider-Man: No Way Home, pero con Shang-Chi solamente tenemos algo entretenido con algunas cosas destacables. Pero nada más.
Me atreveré a hacer este descarado juego de palabras. Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos no es una Shang-Chingonería, tampoco es una Shang-Chingadera. Simplemente es Shang-Chi. Es entretenida, tiene sus momentos bien ganados y te podrá garantizar un buen rato en la sala de cine. Pero su historia y su planteamiento pudieron haber sido mejor tratados en un balance entre exploración de personaje y presentación de mundo, porque ese desbalance termina pagando factura en el ritmo. Con las escenas post-créditos es el mismo caso, están bien, pero no excelentes.
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