Por: Freddie Montes (@FreddieMontes)
Cinco años después de entregarnos su bien lograda Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, Martin McDonagh regresa a la escena fílmica con The Banshees of Inisherin, cinta ganadora de tres Globos de Oro y que con sus nueve nominaciones al Oscar se ha convertido en una de las principales candidatas a ganar la estatuilla como mejor película.
En una isla al oeste de Irlanda, la tranquila y monótona vida de Pádraic (Colin Farrell) se ve amenazada cuando su mejor amigo Colm (Brendan Gleeson) decide poner fin a su amistad de forma abrupta bajo el argumento de que su aburrida presencia le quita tiempo y energía para dedicarse a la música, con la cual busca trascender no sólo dentro de su comunidad presente, también en las generaciones futuras. Así es como Pádraic, con el apoyo de su hermana Siobhán (Kerry Condon) y de un joven con muchos problemas llamado Dominic (Barry Keoghan), hará hasta lo imposible por recuperar a su amigo de toda la vida, sin imaginarse las consecuencias que esto desatará.
Partamos del punto de que estamos ante una trama muy sencilla, visto de forma superficial, sólo es la historia de dos amigos cuya amistad se encuentra atravesando un momento complicado en un lugar en el que no pasa nada interesante y con apenas un par de subtramas que envuelven a los dos personajes secundarios. Pero lo interesante de este relato son todas las lecturas que brotan de su simple premisa. Para empezar, la tesis que está a la vista nos cuestiona sobre el futuro que puede o no tener una relación conformada por dos tipos con distinto carácter y metas de vida totalmente opuestas. A partir de esto, McDonagh pone sobre la mesa uno de los planteamientos filosóficos más simples en esencia, pero más profundos al momento de buscarle una respuesta: ¿Qué es más valioso para trascender como ser humano? ¿La razón o los sentimientos? Así, el guion de este filme constantemente nos presenta momentos en los que nos cuestionaremos si es más importante ser recordado como una persona valiosa dentro de un primer círculo cercano o buscar trascender ante terceros, a veces mediante elementos como el arte (en este caso la música), aunque esto represente sacrificar la convivencia con los tuyos.
En medio de este ya intenso debate sobre las relaciones interpersonales, nos encontramos con una segunda lectura aún más profunda, pues hay un elemento de la trama que en un primer momento podría parecer meramente anecdótico, pero que es fundamental para entender el fondo de The Banshees of Inisherin, y es que este relato transcurre a la par de la guerra civil irlandesa, misma que se está librando a unos metros de la isla en la que se desarrolla la película. Para comprender un poco mejor la relevancia de este conflicto dentro de esta historia, el resumen más básico de aquel enfrentamiento, con el perdón de cualquier historiador que me lea, es que inmediatamente después de la guerra de independencia de Irlanda, quienes habían luchado como hermanos por parte del bando irlandés, se vieron obligados a dividirse en dos grupos enfrentados entre sí, los que estaban en pro del tratado angloirlandés y los que estaban en contra. Y es precisamente en este punto en el que comprendemos que nada en el libreto de McDonagh es casualidad, pues más allá de toda la exposición de personalidades que implica la premisa principal, somos testigos de una perfecta analogía de un conflicto bélico dentro de esta reducida isla, con la representación, en cada uno de sus dos protagonistas, de aquellos libertarios que no estaban dispuestos a aceptar condiciones impuestas enfrentándose a un bando más conservador que se encuentra cómodo protegiendo el statu quo, los cuales tuvieron que enfrentarse a pesar de haber peleado codo a codo, por los mismos ideales, apenas unos meses atrás.
Traspasando la barrera de los dos protagonistas, también hay ciertas subtramas que valen la pena retomar, pues a través de los personajes secundarios podemos observar a los afectados indirectos de la guerra. Por un lado, tenemos a la hermana, interpretada por Kerry Condon, a través de la cual logramos entender a aquellas personas con potencial para ser algo más que simples espectadores del conflicto pero que son incapaces de despegar, no por ellas mismas o por quienes las rodean, sino por el lugar en el que les ha tocado vivir. Así mismo, el personaje de Barry Keoghan nos permite posicionarnos en otra esquina social, la de aquellos marginados de los grupos poblacionales que son vistos como problemas y que son disminuidos a pesar de que su forma de ser es consecuencia precisamente de lo que la sociedad ha hecho en ellos, privando a todos a su alrededor de uno de los personajes que más cosas interesantes tienen por aportar. Por supuesto que toda esta exposición de personaje no funcionaría de la misma forma sin las grandes actuaciones de todos los involucrados, quienes, en conjunto, también conforman el mejor elenco del año.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente para sustentar que estamos ante el mejor guion cinematográfico del 2022, esta historia, que bien podría tratarse de una autentica tragedia griega, está contada desde un tono de comedia negra que no sólo aligera la trama, sino que permite que exista una mayor conexión con los personajes, pues lejos de lamentarnos por Padraic o Dominic y de enemistarnos con Colm o Siobhán por sus decisiones, logramos comprender de mejor manera todos sus matices, así como justificar buena parte de sus decisiones, pues esta narrativa contada en unos tonos abajo del drama permite desdibujar la barrera de los comentarios críticos y hacer que el espectador se sienta identificado con los personajes en pantalla.
Más allá de todas las maravillas narrativas que convergen en este filme, somos testigos de uno de los grandes trabajos de dirección del año, pues Martin McDonagh, quien consiguió su primera nominación al Oscar como director por este trabajo, nos obsequia una muestra de que no es necesario mover la cámara de manera frenética o regalarnos grandilocuentes momentos visuales para conformar una labor de dirección aplaudible, pues este gran trabajo lo es debido a que el británico sabe perfectamente donde poner su cámara y cómo trasladarla por sus pequeños escenarios para adentrarnos a través de su lente en las inseguridades de sus personajes. A esto se suma una encantadora banda sonora, cortesía de Carter Burwell, que acompaña de manera perfecta a los dramas de esta historia, así como la sublime fotografía de Ben Davis y una labor de edición loable por parte de Mikkel E. G. Nielsen que nos regala un relato ágil a pesar de desarrollarse en escenarios tan contenidos y con tan pocos personajes. Y aunque poco se hable del trabajo sonoro del filme, este es fundamental, pues casi sin que el espectador se dé cuenta, lo adentra en su casi bélico cuento de una forma intima pero asombrosa.
En resumen, The Banshees of Inisherin tiene, como ya muchos lo han señalado, el mejor guion del 2022. Pero su estatus como una de las mejores películas del año se debe también a un extraordinario trabajo histriónico, una dirección impecable, un gran trabajo de edición, una banda sonora que sirve como un perfecto acompañamiento y una fotografía hermosa que intima cuando debe de hacerlo y engrandece los escenarios cuando así lo requiere el relato. Martin McDonagh se anota otra palomita en su filmografía y se posiciona ya como uno de los directores contemporáneos más interesantes de la escena fílmica internacional.
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