Por: Freddie Montes (@FreddieMontes)
Cuarto largometraje del cineasta estadounidense Antonio Campos cuyo guion está basado en la novela homónima de Donald Ray Pollock.
Un ex marine religioso, un inocente joven, un par de predicadores extremistas, fieles devotas de la palabra del señor, una pareja de delincuentes y un sheriff corrupto convergen en los estados de Ohio y West Virginia con lazos que van más allá de la religión.
Uno de los estrenos más recientes de Netflix es ‘The Devil All the Time’, cinta que llama la atención desde un inicio gracias a su prometedora premisa e interesante elenco pero que se ve ligeramente afectada por la poca experticia de un director y escritor como Antonio Campos que aún mantiene el estatus de “prometedor”. Esta inexperiencia no se traduce, ni de cerca, en una película de pobre calidad, pero sí en una historia que con un mejor manejo o ciertos ajustes de tuercas pudo haberse convertido en la ‘Magnolia’ de estos tiempos.
El primer punto valioso de este relato es la forma en que trata el tema religioso. La mayoría de las decisiones que toman sus personajes, generalmente erróneas, parten de su propio fanatismo, pero está tan bien llevado todo este asunto que jamás se convierte en un relato anti religioso o que tenga la intención de transmitir que ser un fiel creyente está mal, más bien es un relato que busca expresar que el extremismo, sin importar hacía donde sea encausado, nunca trae consigo buenas consecuencias.
Otro punto positivo de este filme es su fantástica ambientación. El director, de la mano de su diseñador de producción, consigue trasladarnos como espectadores a estos puntos lúgubres de los Estados Unidos. El ambiente no sólo se ve sino que se siente y hasta se huele oscuro, triste, horrible y amenazante. Por supuesto que todo esto no tendría tan buenos resultados sin la impecable labor del encargado de fotografía, Lol Crawley, que logra hacernos parte de cada escena como si fuéramos un feligrés más, pero también nos adentra de tal manera en sus cuadros que podemos sentirnos atrapados en esta trama cuando la escena se desarrolla en un cuarto diminuto de la misma manera que cuando estamos a las orillas de una interminable carretera o en medio de un enorme bosque.
Sin embargo, donde esta producción encuentra mayor valor es en su ensamble actoral. Aunque ninguno es considerado como un protagonista total, se puede decir que Tom Holland es quien carga con el peso de la cinta en la mayor parte de su metraje, y la realidad es que lo hace de maravilla, es capaz de demostrar que detrás de ese chico encantador hay un histrión con tablas capaz de recorrer varias emociones. Robert Pattinson también le suma mucho al relato con su potente interpretación, sin duda dan ganas de verlo más tiempo en pantalla. El mayor activo en este apartado es Bill Skarsgård, quien más allá de su increíble valor histriónico se aprovecha de que su personaje es el mejor armado, y quizá el único con un arco de personaje impecablemente desarrollado. El resto del elenco lo hace bastante bien, aunque algunos simplemente son víctimas de la pobreza narrativa de sus personajes. El único que cae en los terrenos de la ridícula sobreactuación es Harry Melling.
El problema de este filme, retomando el tema sobre la poca experticia de su autor, es que no es capaz de ajustar algunos detalles narrativos relacionados tanto con sus personajes como con el desarrollo de la historia. Todos nuestros personajes terminan por llegar al extremo de la locura, pero en pocos de ellos vemos un proceso que nos haga entender cómo es que llegan a estos niveles, es difícil comprender que se muevan de un punto “A” a un punto “C” sin haber pasado jamás por el punto “B”, provocando así que algunos momentos de la cinta se sientan provocativos sin justificación alguna, simplemente porque sí.
Así mismo, algunas historias personales son muy pobres como para empatizar con ellas, pero se entiende y justifica su aparición porque no hay manera de dejarlas fuera ya que sin ellas sería imposible completar este engranaje narrativo. Esto último sirve muy bien para ejemplificar mi punto, tener un mayor recorrido tras la cámara y la pluma le hubiera permitido saber a qué personajes quitarle minutos, a cuales agregarle algunos, en que historias aumentar la intensidad o en cuáles acelerar el ritmo para hacer que este fuera un relato mucho más completo. Todo esto se resume en una película de 138 minutos que llega a sentirse larga pero, al mismo tiempo, se queda corta.
Un punto que ha generado más críticas que elogios es el hecho de contar con un narrador omnisciente, el cual es el mismo Donald Ray Pollock, autor de la novela que aquí se adapta. Desde mi perspectiva, esto es un punto positivo pero que, nuevamente, pudo ser explotado de mejor manera. Esta voz serena dentro de un ambiente hostil le suma muchísimo a este gótico entorno, pero, por momentos, funciona más como un repetidor que como un narrador. Este recurso se pudo haber utilizado precisamente para conector momentos de mejor manera o para sumarle a las historias personales que, como comentaba, se sienten inconclusas.
En conclusión, ‘The Devil All the Time’ es una apuesta interesante, sobre todo para el catálogo de Netflix. Cuenta con un gran diseño de arte, un casi perfecto trabajo actoral, una fotografía que hipnotiza y varios puntos positivos en su guion, pero se queda corta en el desarrollo de algunos personajes e historias. Lo que no dudo es que le vaya bien en su camino dentro de la temporada de premios de Hollywood ya que muestra, en plenos momentos prelectorales, la precariedad en la que viven algunos estados conservadores que son tan fieles a la religión como al partido republicano. Pero ese, es otro tema…
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