Por: Ana Villarín (@anapau_villa)
Tan solo un año después del estreno de West Side Story, película que recibió 7 nominaciones a los premios Oscar, el legendario director estadounidense Steven Spielberg está de vuelta con The Fabelmans, que tan solo hace unos días recibió la misma cantidad de nominaciones que su predecesora.
Es difícil pensar en un sólo director que demuestre tanto dominio sobre los aspectos técnicos del arte cinematográfico como lo hace Steven Spielberg. Desde el estreno de Jaws en 1975 ha marcado un estándar para otros cineastas, y no es hiperbólico declarar que la industria de Hollywood como la conocemos hoy en día simplemente no existiría si no fuera por él.
A Spielberg le debemos el propio nacimiento de los blockbusters que cada año dominan la taquilla, y la influencia de películas como Close Encounters of the Third Kind, E.T the Extra-Terrestrial y Minority Report sigue estando presente de forma muy evidente en el cine de ciencia ficción del presente. Para no hacer el cuento más largo: Steven Spielberg es un genio, un hecho innegable ya sea que te gusten sus películas o no. Por esto, no es ninguna sorpresa que el anuncio de que iba a dirigir su propia película semiautobiográfica causara tanta emoción entre los amantes del cine.
La posibilidad de ver el nacimiento de una leyenda desde su perspectiva siempre va a ser emocionante, en especial porque, entre todas las historias que Spielberg ha contado a lo largo de su carrera, nunca antes se interesó en contar una que fuera tan personal para él. Sin embargo, por más que el guionista Tony Kushner y el propio Spielberg se hayan inspirado en la vida del director para realizar esta película, la realidad es que nunca llega a sentirse tan personal o introspectiva como uno esperaría.
The Fabelmans relata la historia de una familia disfuncional modelada en la familia Spielberg, empezando el fatídico día en el que Burt y Mitzi Fabelman (interpretados por Paul Dano y Michelle Williams respectivamente) llevan al cine por primera vez a su único hijo, Sammy. Esa función de The Greatest Show on Earth inmediatamente despierta su pasión innata por el cine, a tal grado que se propone a replicar una de las secuencias más famosas de esta clásica película porque siente la necesidad de entender cómo fue lograda.
Spielberg rápidamente deja claro que Mitzi es quien apoya las ambiciones artísticas de Sammy, ya que ella soñaba con ser una pianista profesional antes de casarse y convertirse en ama de casa para poder criar a sus cuatro hijos. Por otro lado, Burt nunca ha sentido más que un interés insustancial por las artes, ya que su verdadera pasión radica en la ingeniería. Incluso cuando Sammy se convierte en un adulto joven y trabaja para refinar su habilidad como cineasta, nunca logra convencer a su papá de que su pasión es más que un pasatiempo. No importa lo orgulloso que Burt diga estar de él cada que muestra una de sus películas durante noches familiares o en eventos para su tropa de boy scouts, está claro que sigue con la esperanza de que su hijo siga sus pasos y se convierta en ingeniero.
Es entendible que un gran número de personas se sientan identificados con Sammy al ver la película. No solo porque la actuación de Gabriel LaBelle es la más sólida del elenco, incluso en las escenas que comparte con sus coestrellas que llevan trabajando en la industria desde antes que él naciera, sino porque el dilema principal con el que batalla es algo por lo que casi todos hemos pasado.
No obstante, el defecto principal de la película justamente recae en lo genérica que llega a sentirse. Si no fuera porque entras con conocimiento previo de que la historia que se está contando es sobre Steven Spielberg, fácilmente podría ser confundida con un coming-of-age sobre un niño cualquiera que sueña con ser un director de Hollywood. Spielberg alterna entre concentrarse en el amor que Sammy siente por el cine y el amor que existe entre sus padres que poco a poco va desapareciendo, pero nunca logra desarrollar por completo ninguno de estos dos enfoques. Un par de escenas muestran breves estallidos de inspiración que reflejan el ojo que tiene Sammy para la innovación, pero no se dedica el tiempo suficiente a mostrar cómo fue que aprendió a realizar un largometraje en primer lugar. La película nos hace creer que la genialidad de su protagonista estuvo presente desde su nacimiento, y la ausencia de cualquier tipo de fracaso hace que se sienta menos auténtica de lo que busca ser. Desde el primer video que hizo, el trabajo de Sammy es adorado por todos los que lo ven. Nunca se vuelve más complejo que eso. La objetividad dentro del cine siempre va a ser un mito, pero es incluso más elusiva cuando se trata de un director contando la historia de su propia vida.
A diferencia de su talento prodigioso, los problemas abundan en el ámbito familiar, pero incluso estos son resueltos con conflicto mínimo y consecuencias que no se sienten tangibles. Las discusiones entre Mitzi y Burt son duras, incluso explosivas en ciertas ocasiones, pero el desmoronamiento de su matrimonio no carga con la gravedad que debería porque desde el inicio se ve como inevitable dado las personalidades monótonas de ambos.
Spielberg representa a sus padres con la misma distancia emocional que representaría a personajes ficticios, empatizando de la forma más superficial con los problemas de salud mental que plagan a su madre y reduciendo a su padre a un hombre tan sumergido en su trabajo que descuida las conexiones que tiene con su familia. Tanto Michelle Williams como Paul Dano hacen su mejor esfuerzo por demostrar por qué se les considera como dos de los actores más talentosos de la actualidad, pero la dirección de Spielberg hace que se noten caricaturescos en escenas que deberían ser emocionales. Esto no es ayudado por la actuación de Seth Rogen quien, por más que parezca una buena opción para interpretar al cómico mejor amigo de Burt, Benny, no logra convencer en sus escenas más dramáticas.
Cerca del final, Spielberg muestra a través de Sammy cómo el gen del cineasta puede llegar a ser una maldición, haciendo que te conviertas en un perpetuo espectador en búsqueda de inspiración para su próximo proyecto, evitando que empatices por completo con lo que ocurre a tu alrededor porque estás atrapado en tu propia mente que no puede dejar de imaginar historias, y visualizar cómo las podrías llevar a la pantalla grande. Y por más que sea su película más íntima, pareciera que Spielberg se rehúsa a tratarla como tal.
Habiendo dicho todo esto, cabe aclarar que está lejos de ser una mala película. Al fin y al cabo, Steven Spielberg es un cineasta tan hábil que incluso sus películas más “débiles” son mejores de lo que usualmente se puede ver en el cine. De todos los proyectos que se estrenaron en el 2022, está entre las más impresionantes a nivel técnico, conformada de toma tras toma que deja fascinado por su ejecución que es prácticamente perfecta, particularmente todas las secuencias en las que podemos ver a Sammy sentado frente a la cámara de edición. Puede que el nivel de atención a lo técnico distraiga del aspecto emocional en ciertos momentos, pero no por esto debe ser despreciado.
Aunque la película no necesariamente triunfa como un trabajo autobiográfico, sí lo hace como la simple historia de un niño que logra alcanzar sus sueños a pesar de la incertidumbre, la indecisión, y los problemas personales a los que toda persona en la cúspide de la adultez se debe enfrentar. Es prácticamente imposible ver The Fabelmans y no salir del cine habiendo reafirmado la belleza de este arte, y la importancia de no abandonar aquello que te apasiona por seguir un camino más incierto del que te da una profesión más tradicional.
Puede que sea decepcionante que Spielberg no haya mostrado más de sí mismo en una película que prometía dar un vistazo a aquellas partes del director que es imposible vislumbrar a menos que él las revele, pero vale la pena verla simplemente porque se trata de una obra realizada por un hombre que tiene un mejor entendimiento que todos, de las posibilidades que únicamente existen dentro del cine.
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