La búsqueda por la identidad personal, el saber who I am y who is who viene desde décadas atrás. La mayoría de las artes han abarcado este conflicto, algunas responden las dudas de sus protagonistas, otras terminan con más incertidumbre y misterio en el porvenir del niño adolescente adulto. Desde Holden Caulfield [1], Gabriel Guía [2], Antoine Doinel hasta la más reciente Christine “Lady Bird” McPherson.
En The Florida Project (2017), de Sean Baker, el mundo infantil se ve atacado por el cercano universo adulto donde yace la pedofilia, la violencia, la prostitución, la cárcel, lo ilegal, la pobreza y la hambruna. La gente clase mediera que llega a Orlando, Florida para buscar la ideología feliz proveniente de un Disney World que se mantiene a kilómetros de los barrios pobres. ¿Quién quisiera visitar hoteles donde la gente vive ante la falta de hogar y una economía estable?
Al igual que el mundo donde los infantes Moonee, Scooty y Jancey viven, Andrea Arnold se interesa en hablar de los pequeños nichos existentes en Estados Unidos donde reposan los usualmente llamados White Trash. Bien podría decirse que American Honey (2016) es una vista al futuro que depara a los pequeños niños de Sean Baker; incluso Fish Tank (2009), pese a estar ubicada en East London.
“You’re my best friend and this may be the only time I’m going to see you again”, dice Moonee mientras llora. Jancey agarra su mano y ambas corren hacia el rosado, fantasioso e irreal resort de Mickey Mouse. La última secuencia termina en una escena donde las dos niñas corren a su lugar ideal. Igual que en Los 400 Golpes (1959), nadie sabe qué les concederá el futuro. Sin embargo, la vista siempre está al frente, hacia el mar, hacia las olas o un castillo lleno de nubes a lo alto. En ambas ocasiones, la infancia termina y espera impaciente para avanzar a una nueva etapa.
Pero a diferencia de Antoine en Los 400 Golpes, Moonee no busca saber quién es; tan solo vive el presente colorido en compañía de sus amigos. Juntos bajo el nada molesto calor del verano. Sin embargo, Halley, la joven madre de Moon, sí vive en ese mundo: ¿qué hacer? ¿Qué no ser? ¿Hacia dónde ir? ¿Hasta qué limites llegar? La indecisión y la pesadez de una sociedad represora llegan a caer en este personaje; sus dudas, acciones y malas oportunidades la llevan a ser juzgadas por personas que jamás comprenderán un poco de lo que ella vive.
Uno de los logros de Sean Baker es que siempre se mantiene fiel a sus protagonistas, toda la película está generada desde la perspectiva infantil. Jamás los idealiza, al contrario, pone una perspectiva tierna, inocente, audaz y sin límites. Además, aquí los niños no son tontos ni ignoran su contexto, siempre están conscientes de lo sucedido a su alrededor y comprenden qué significan sus acciones, para bien o mal. Sobra decir, todo fotografiado por la mano de Alexis Zabé [3] al tono de una imagen postal que cualquier visitante de Florida podría enviar a su familia como recuerdo; pero siempre bajo el contexto de la violencia latente.
Tal como hizo en Tangerine (2015), sus personajes femeninos se sienten reales y jamás lo enjuicia. Sigue sus acciones, decisiones y emociones hasta que llegan al límite; nunca pone imaginarios en ellas. Lo más importante se da al mostrar diferentes facetas femeninas en absoluto estereotipadas. Va desde la figura fraternal, la abuela, la amiga o la recién casada; todas con actitudes, pasado y situación completamente diferentes.
Al final, Baker termina con la fantasía eterna: el encuentro en un parque de diversiones que detiene el paso del tiempo, crecer es imposible y la falsa fantasía es lo ideal hasta que el tiempo gana y Moonee se convierte en Mia, de Fish Tank, o Sasha, de American Honey.
[1] El Guardián Entre El Centeno, de J. D. Salinger.
[2] La tumba, de José Agustín.
[3] Director de Fotografía mexicano. Su trabajo se observa en Temporada de Patos, Luz Silenciosa y Lake Tahoe.
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