La realidad de nuestro día a día. Y la de los demás.
Una vez más, el cine nos demuestra que la importancia de una gran película no está en el estándar americano ni en la proporción de su presupuesto, sino en las pequeñas intenciones, en las decisiones y en los obstáculos a los que nos enfrentamos cada día.
Moonee (Brooklynn Prince), una niña de seis años, pasa el verano junto a su madre en The Magic Castle, un motel de Florida cercano a Disney World. Moonee y sus amigos compaginan la diversión e inocencia de la edad con las consecuencias de pertenecer a una clase social baja. Mientras, los adultos que la rodean lidian los efectos de la crisis y tratan de sacar adelante lo poco que les queda.
Sin pretensiones, sin directrices, solo lo indispensable: la realidad. Así comienza una cinta con la que el director Sean Baker (junto con Chris Bergoch al guion) se centra de nuevo en la parte marginal y escondida de la moneda. El director recurre al día a día de un grupo de niños para contarnos el sentido agridulce de la vida, las decisiones y los enfrentamientos a los que nos vemos sometidos en todo momento y que, desafortunadamente, no entienden de edades, ni de clases, ni de cualquier otro factor más que del azar. Y aquí es donde reside el mensaje de la película, en lo que podía haber sido y no fue, en la aceptación de nuestro azar, en las acciones que nos definen como personas, como madres que harían cualquier cosa por proteger a sus hijos, como arrendatarios que intentan hacer de un mísero motel de habitaciones un lugar acogedor, como niños que tratan de hacernos sonreír ante la dureza de cada acontecimiento. El espectador no tarda en dejarse llevar por las emociones y sentimientos que se palpan a través de las escenas, olvidándose de estar contemplando una película con la clásica estructura de tres actos. Y esto nos lleva a hacernos la gran pregunta: ¿Qué es The Florida Project?
Tomar como arma principal la dualidad en sí misma es un acierto en toda regla. No es casualidad ubicarnos en un motel llamando The Magic Motel cuando Disney World se encuentra a un par de manzanas. Las locaciones, cubiertas de colores pasteles, nos llevan a otra dimensión donde podemos olvidar el marco social de los personajes, donde la salida parece estar cada vez más cerca y la inocencia rezuma presencia. Sin embargo, en un instante volvemos a estar inmersos en situaciones fatídicas, en diálogos dirigidos a quebrar todo lo que nos rodea.
Los distintos personajes nos presentan dos caminos con un destino común. Moonee pasa por un cambio físico y emocional que se acentúa en un marco social maltratado, tratando de adecuarse al tipo de vida que le ha tocado vivir al mismo tiempo que soñar sigue siendo viable. Por otro lado, Halley (Bria Vinaite) y Bobby (Willem Dafoe) son dos adultos resignados, exentos ya de aspiraciones y cuyas decisiones se enfocan a revelarse dentro de su pequeño círculo o a la aceptación y el deseo de ser útil en su propio destino.
The Florida Project es un llamamiento, un aprendizaje personal y al mismo tiempo globalizado de lo que supone combinar la felicidad de los pequeños momentos con los fracasos, la alegría con la tristeza, la aceptación con el cambio. El progreso de la película se basa en la sucesión de momentos y la escena inicial, tan sencilla y útil como para defender el lema “menos es más”, es el primer aviso para dejar atrás las pretensiones de manera voluntaria. Todo parece cobrar explicación al encontrarnos con uno de los finales que llevábamos esperando durante mucho tiempo. Una última carrera hacia la libertad para, sin ningún tipo de progresión, abrirnos los ojos a todo lo que ocurre fuera de nuestra burbuja. Todo lo que podemos y no podemos ser.
No dejarse llevar por las apariencias carece de sentido con este homenaje a los pequeños detalles. The Florida Project no vende más de lo que ofrece, y eso se convierte en un punto fuerte de cara al público. No engaña, ni dentro ni fuera de la sala de cine, solo invita a reflexionar, a dedicar un poco de nuestro tiempo para valorar dónde nos encontramos, quiénes somos y cómo hemos llegado hasta aquí. Un soplo de aire fresco con una de las propuestas más originales de este año, carente de estructuras porque, al fin y al cabo, la vida no se rige por ninguna de ellas.
Por: Sara Salguero
Twitter: sarita_sr93
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