Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Pocos cineastas tienen una visión tan definida y reconocible como el texano Wes Anderson. Los componentes del sello que lo caracteriza han conquistado la audiencia de todas partes del mundo: enamoran sus colores, su peculiar humor, la perenne simetría de su fotografía, sus elecciones musicales y sus personajes, que son tan únicos como el propio realizador. Tiene la capacidad de relatar singularidades de manera creativa, y ha sido eso lo que volvió memorables a filmes como ‘The Royal Tenenbaums’, ‘Fantastic Mr. Fox’ o ‘The Grand Budapest Hotel’, por mencionar algunos.
Es entonces que, con este bagaje de éxitos bajo el brazo, vuelve a la pantalla grande a través de una trama que, en su hechura, desafía lo que conocíamos de él y a lo que nos tenía acostumbrados. Fue en el Festival Internacional de Cine de Cannes de este año que Anderson presentó al fin, después de las dificultades pandémicas, la ansiosamente esperada ‘The French Dispatch’ (en nuestro país lanzada como ‘La Crónica Francesa’). La película trata acerca de la publicación semanal – ficticia - llamada Liberty, Kansas Evening Sun, cuyo editor es el carismático Arthur Howitzer Jr. (Bill Murray), quien tiene a su cargo un atajo de talentosos periodistas. En aras de colocar los mejores textos en el último número de este suplemento, descubrimos las historias de los destacados escritores Lucinda Krementz (Frances McDormand), J.K.L. Berensen (Tilda Swinton), Herbsaint Sazerac (Owen Wilson), y Roebuck Wright (Jeffrey Wright). Estos nos llevarán, respectivamente, por el testimonio sobre el líder de las protestas estudiantiles (Timothée Chalamet) y la chica de la que se enamora (Lyna Khoudri); el extravagante artista Moses Rosenthaler (Benicio Del Toro), su musa/guardia de la prisión (Léa Seydoux), y el curador interesado en comprar su obra (Adrien Brody); un recorrido en bicicleta por Ennui-sur-Blasé, la ciudad en la que se encuentran situados; y una más sobre un afamado cocinero (Stephen Park) con la responsabilidad de resolver un crimen.
‘La Crónica Francesa’ fue creada a partir de las ideas que tenía Anderson de hacer a) una antología, b) una cinta francesa, y c) un homenaje al periodismo y, más concretamente, al reconocido The New Yorker. El director ha sido fanático de dicha publicación desde muy joven, cuando la descubrió en onceavo grado y se prendó de su contenido. Después de pasar años recolectando ediciones anteriores hasta completar una colección que comienza desde la década de los 40’s, quiso enaltecer todo lo que había leído y aprendido de aquel equipo, concretamente de su quisquilloso fundador y editor Harold Ross, y sus colaboradores estrella -James Thurber, A.J. Liebling, Joseph Mitchell, Rosamond Bernier, James Baldwin-. Fue gracias a esta “obsesión”, y al desarrollo que creó de la mano de Roman Coppola, Hugo Guiness y Jason Shwartzman, que logró esta intrincada película. Por si fuera poco, ésta está engalanada con sus actores amuleto, a los que les añadió algunos nombres galos como Mathieu Amalric, Guillaume Gallienne, Cécile de France, Vincent Macaigne, Damien Bonnard, y Benjamin Lavernhe.
Si bien ‘La Crónica Francesa’ presume ser todo aquello que ya le conocemos (y le apreciamos) al cineasta, el recibimiento de la audiencia está divido. Por una parte, están aquellos que sí han disfrutado su mezcla de historias, sus encuadres en blanco y negro que se entrecruzan con tomas de vívido color – y hasta una divertida animación inspirada en los cómics franceses -, y sus escenas inspiradas en realizadores icónicos como Godard, Truffaut, Clouzot y Becker. En el otro lado del espectro tenemos a aquellos que critican su voracidad al querer contar demasiado, de hacer una cinta exacerbada cuya trama no pretende que el público se identifique, y echa toda la carne al asador en pos de complacer únicamente a su director. Sea una u otra la postura del espectador ante el filme, lo cierto es que en el alma del mismo encontramos la esencia de Anderson: Romance, soledad, amistad y muerte, todo enmarcado en la elegancia visual que tanto adoramos.
Efectivamente, Wes tiene un sello que lo ha convertido en el favorito de miles, quizá millones. Y, al ser alguien que ha otorgado por años trabajos hermosos e incomparables, quizá sea hora de que vayamos “dándole permiso” de que se aboque a aquello que lo vuelva loco, y que lo utilice para desaforarse, así como sucedió en ‘La Crónica Francesa’. Al fin y al cabo, lo que se hace con pasión es lo que traspasa la pantalla, y nosotros seguiremos siendo esos fanáticos leales en espera de su próxima creación.
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