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Foto del escritorAle Vega

The Humans: Pasando con naturalidad la barrera entre el lenguaje teatral y el del séptimo arte

Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)

 

El Día de Acción de Gracias es uno de los más representativos de la cultura estadounidense por su espíritu festivo e íntimo. Se unen los seres queridos alrededor de la mesa, y entre deliciosos platillos, partidos de futbol americano y memorias cariñosas, se refuerzan los lazos consabidos y se agregan recuerdos a la historia colectiva. Siendo esta pintura un ejemplo entrañable de felicidad, se vuelve mucho más relevante cuando su retrato se aleja sin miramientos del idealismo: no todo es color de rosa, menos aun cuando tiene que ver con la familia.



‘The Humans’ es la versión cinematográfica de aquella obra escrita por Stephen Karam que se estrenó en el 2015, y cuyo éxito la llevó a Broadway en el 2016. Adaptada por el propio autor, nos cuenta la historia de Brigid (Beanie Feldstein) y Richard (Steven Yeun), un par de novios que se acaban de mudar a un apartamento en Chinatown y deciden inaugurarlo invitando a sus parientes a celebrar ahí la mencionada fecha. Así es como llegan los padres de Brigid (Jayne Houdyshell y Richard Jenkins), su hermana Aimee (Amy Schumer) y la abuela Momo (June Sqibb). Lo que comienza siendo una inocente reunión provocará que salgan a flote sentimientos que se ignoraban, temores individuales y tensiones no habladas, mientras flota encima de ellos un aire de desconcierto.

 

‘The Humans’ pasa la primera barrera, esa de trasladar el lenguaje teatral al del séptimo arte, con naturalidad y elegancia. Siendo la obra de un solo acto, la sinergia de los actores era vital para que las conversaciones y acciones fueran una coreografía orgánica. La elección de los intérpretes que conforman este largometraje es un acierto mayor, ya que cada uno aporta por sí mismo y como parte de un conjunto. Siendo dos actrices que son ubicadas por sus películas de comedia como Feldstein y Schumer quienes resaltan por la seriedad y el nerviosismo que proyectan, y su relación como hermanas transmite una inesperada complicidad. La comunicación no verbal existente en el matrimonio Blake demuestra que, a pesar de los inconvenientes por los que atraviesan, se conocen y comprenden de maneras en las que sólo una pareja de tantos años podría presumir. Steven Yeun vuelve a regalarnos un papel tímido pero intenso (similar a su presencia en ‘Minari’) y June Squibb nos aprieta el corazón en una mirada vacía, cuyo trasfondo sólo permite ser dilucidado por lo escrito en una carta.

 

Y, si bien este elenco es espléndido en cada momento, el verdadero protagonista de ‘The Humans’ es el hogar donde se encuentran. Stephen Karam eligió un espacio dentro del edificio en donde vive como locación, y son sus paredes y su fachada lo que más le habla al espectador. La maravillosa cinematografía de Lol Crawley (que se ha hecho cargo de filmes como ‘Vox Lux’ y ’45 Years’) nos lleva por sus recovecos, en los que observamos a detalles la pintura que se va descarapelando, las tuberías y sus goteras, el yeso desmoronado de las esquinas y los sitios estrechísimos en los que algunos personajes casi se sienten escondidos. Empezamos viéndolos de reojo, como si los espiáramos, adentrándonos a su mundo y analizando su lugar, para poco a poco convertirnos en un miembro más, al mismo tiempo que nos hemos prácticamente mimetizado con el departamento. Son estas imperfecciones, comunes en todas las casas pero que aquí resultan inusitadamente incómodas, las que hipnotizan: la sensación no radica nunca en la superficie, por supuesto, sino en qué es lo que se filtra a través de las grietas.



Estrenada en el Festival de Cine de Toronto del 2021, ‘The Humans’ nos demanda cuestionarnos cuánto de lo que viven nuestros protagonistas tiene que ver con nosotros. Hay mezcla de ansiedad, lejanía, olvido y resentimiento, y el ambiente se tensa tanto que lo que creíamos que era miedo a la incertidumbre tiene un aura casi fantasmal. Stephen Karam crea, con sutileza y minimalismo, un microcosmos donde demuestra que cuando no comulgamos con las creencias y pensamientos del otro, somos capaces de anularlos. A final de cuentas, es algo que sucede frecuentemente con nuestra especie, y hasta en las mejores familias.

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