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  • Foto del escritorAle Vega

The Zone of Interest: Horror solapado por indiferencia

 

A finales de la década de los 90’s, el nombre de Jonathan Glazer era por demás conocido y respetado en la industria musical. Su carta de presentación consistía en haber realizado comerciales para marcas como Nike, Mazda o Kodak, trabajos que eventualmente le llevarían a filmar videos para bandas de la talla de Blur, Jamiroquai, Nick Cave and the Bad Seeds o Radiohead. La capacidad de su mirada y la creatividad de sus conceptos no sólo estaban ya constatadas, también le estaban abriendo las puertas para aventurarse en obras más riesgosas.

 

Hoy Jonathan Glazer tiene tras de sí cuatro largometrajes que le avalan, siendo el último de estos 'The Zone of Interest' (‘Zona de Interés’). La cinta tiene como protagonistas a la familia Höss, integrada por el comandante Rudolf (Christian Friedel), su esposa Hedwig (Sandra Hüller) y sus cinco hijos. Viven en un hogar amplio y opulento, y reciben todo tipo de comodidades y consideraciones. Sin embargo, detrás de los muros que bordean su casa, se localiza una de las desgracias más grandes que se han vivido en la historia de la humanidad: el campo de concentración de Auschwitz.

 

Abordar un acontecimiento tan trágico como el que se afronta en ‘The Zone of Interest’ sólo puede hacerse cuando quien decide intentarlo se maneja a través de una vasta documentación y la mesura suficiente. Si bien Glazer toma como referencia primordial el libro homónimo de Martin Amis, colabora además con el Auschwitz Museum para acceder a los archivos de la verdadera familia Höss, con testimonios de los empleados y sobrevivientes. Es en este tono que construye la normalidad de los protagonistas, quienes se encuentran al lado de un infierno que han elegido ignorar: Rudolf se precia de llevar a cabo su labor de manera eficiente y de pasar su tiempo libre con los pequeños, y Hedwig disfruta siendo ama de casa, recibiendo regalos constantes. Estando ambos encandilados en su burbuja de privilegio, transmiten al espectador el hielo de unas conciencias ásperas, prácticamente inexistentes.

 

Lo que rodea a nuestros personajes principales habla mucho más de lo que los diálogos de los mismos pueden expresar. El director londinense replica, gracias al diseño de producción elaborado por Chris Oddy, la casa original de los Höss, para luego mostrárnosla de forma aséptica en la cinematografía de Łukasz Żal. Es así como nos adentramos en sus jardines y pasillos, impecables y simétricos, que en otro tenor hasta podrían verse lindos. Sin embargo, el mencionado equipo acierta en mantener un ambiente enrarecido, en el que la abundancia, con sus florecientes jardines y la alberca con tobogán, se convierte en una suerte de limbo, un espacio que emana disonancia, artificialidad y egoísmo.

 

Tema aparte son los vistos, acompañados de los sonidos, que se perciben atrás del caserón: Glazer exhibe algunas volutas de humo, provenientes de trenes y maquinarias, en donde sucede un horror que no es necesario que nos expliquen: nosotros sabemos ya de qué actividad provienen. Cenizas, tos y restos de personas aparecen en los alrededores como vestigios de maldad.  Éstos van de la mano con el espectacular diseño de sonido de Johnnie Burn, quien recopila y expone una nada edulcorada mezcla de sonidos de botas, crematorios, disparos y voces humanas cargadas de dolor. Se escucha lejano, no requiere ser estridente, con su perenne presencia enuncia niveles de agonía que nos obligan a preguntarnos cuánto más desalmado se es posible ser.

 

Estrenada en el Festival de Cine de Cannes y nominada a cinco premios de la Academia, ‘The Zone of Interest’ confía en la inteligencia del espectador para exponerle una miseria que, aunque se ha presentado anteriormente en el cine, en esta ocasión lo hace por medio de la narrativa de un cineasta con sensibilidad y contundencia, y un singular acercamiento a una perturbadora cotidianidad. Quizá la mayoría de los alemanes no deseen que el eco de dicho suceso siga reproduciéndose, pero Glazer les recuerda, con astucia de sobra, que ni el olvido ni la omisión caben en la memoria colectiva: que siga pronunciándose con todas las letras, para que las atrocidades nunca se repitan.

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