Por: Alejandra Vega (@PATHGRETEL)
Todd Field es un caso peculiar en la cinematografía, por decir lo menos. De ser un actor bajo las órdenes de grandes como Woody Allen, Nicole Holofcener o Stanley Kubrick, pasó a crear sus propios filmes, de los que fue director y guionista. Así fue como llegó en 2001 su ópera prima titulada ‘In the Bedroom’, a la que le sucedió la osada ‘Little Children’ en 2006. Ambas adaptaciones lo llenaron de halagos y nominaciones, haciendo de su obra una de las más llamativas para la crítica y el público. Presumiendo tal nivel de éxito y con un futuro promisorio, Field desapareció del ojo público por 16 años.
Hoy, gracias a un conjunto de grandes mentes y una ejecución impecable, llega a las pantallas de cine ‘TÁR’, el deslumbrante regreso de Todd Field. Esta cinta tiene como protagonista a Lydia Tár (Cate Blanchett), una exitosa directora de orquesta que se encuentra en el punto más alto de su carrera, próxima a llevar a cabo una grabación en vivo de la 5ta Sinfonía de Mahler. Respetada por su liderazgo frente a la Filarmónica de Berlín, Lydia busca seguir cosechando triunfos que la encumbren, de la mano de su esposa Sharon (Nina Hoss) y su asistente Francesca (Noémie Merlant). Para su mala fortuna, estos planes se verán opacados por el suicidio de su otrora colaboradora Krista, y la aparición de una nueva chelista llamada Olga (Sophie Kauer). Lydia se encontrará en una espiral de acusaciones mientras se ve inmersa en una nueva obsesión.
Al haber estado ausente en la industria durante tan largo periodo, a Todd Field le dio tiempo suficiente de moldear, al menos en la estructura mental, al personaje principal de ‘TÁR’. Si bien permaneció ocupado laborando en publicidad y contribuyendo en distintos proyectos, es claro que su prioridad fue darle forma a una mujer en extremo complicada, cuya esencia se sabe erigida en el podio, donde los demás se encuentran - de manera metafórica y literal - a sus pies. El cineasta construyó este proceso pensando en Cate Blanchett desde un inicio para personificarlo, e incluso asegura que, si ella no hubiese aceptado, la película no hubiera visto nunca la luz.
Esta convicción nos lleva a preguntarnos qué agrega la presencia de Blanchett a ‘TÁR’, y cuando uno por fin observa la cinta se da cuenta de que, simplemente, lo aporta todo. No sólo tiene que ver con los aprendizajes que tuvo que adquirir para el papel - como tocar el piano o hablar alemán -, también aquello que conforma la grandeza de Lydia, como la fuerza de su carácter, la seguridad de sus acciones y la alevosía en su rol, consciente de que su poder e inteligencia son el arma que le otorga lo que anhela, aún si esto raya en lo abusivo o inmoral. Cate, quien tiene en su haber un sinfín de actuaciones hermosas y memorables, nos regala una más para la lista al arrastrarnos en su vorágine de deseos, que se corona con pesadillas, dolores crónicos, y gritos inexistentes. Invoca la atención absoluta del público, pero no le permite dilucidar si está de su lado o en su contra: ¿Podemos realmente juzgar los errores y horrores de un ser apasionado?
Su impecable trabajo está engalanado por la compañía de Nina Hoss, a quien apreciamos de manera frecuente en las producciones de Christian Petzold, y Noémie Merlant, laureada por interpretar a Marianne en ‘Portrait of a Lady on Fire’. Componen un trío con grandes virtudes que se verá inevitablemente corrompido, cada una decidiendo desde las aristas que les son convenientes, y con base en las repercusiones generadas por las elecciones de Lydia. Otorgando una representación teatral y cautivante, se ven complementadas por el delicado entorno creado por el cinefotógrafo Florian Hoffmeister, al mismo tiempo que dan espacio para que luzca la exquisita música de Hildur Guðnadóttir, quien desarrolló el score de este largometraje durante 14 meses.
Estrenada en el Festival de Cine de Venecia del 2022 – donde Blanchett ganó la Volpi Cup -, ‘TÁR’ es el cuento de la estrella más rutilante del firmamento. Sin embargo, como no todo lo que brilla es oro, y sabiendo que las caídas son más duras cuando se está más arriba, la moraleja que esperábamos al final del mismo se desvanece conforme se va constituyendo en su lugar una disyuntiva contundente: ¿Cuál es el mayor fracaso para un ser que vive por la música? ¿Perder el prestigio de una carrera, o dejarla ir por completo?
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