Por: Juan Tlapalamatl (@Jul_ElSombrero)
Llega la cuarta entrega de uno de los estudios de animación más reconocidos de América Latina, Huevocartoon, y sus tan características películas de huevos con Un rescate de huevitos como el más reciente proyecto en pantalla.
Toto, el gallo, su gallina Di y sus amigos huevos parecen haber encontrado la calma en Granjas el Pollón, con el nacimiento de dos huevitos dorados, Uly y Max, que confirman la dicha en la comarca. La paternidad sobreprotectora de Toto con sus huevitos se da al mismo tiempo que unos ladrones rusos se intentan apoderar de los huevos de oro de Granjas el Pollón para llevarlos a presentaciones gourmet.
Las aventuras de Toto y sus amigos salen de México para encontrarse en el Congo y otorgar más versatilidad a la historia, pero con el mismo amparo de los personajes ya consolidados. A diferencia de las otras entregas, esta película destaca por un mensaje ambiental más implícito que, sumado a la cinta tan divertida, hace que pase casi desapercibido.
El excelente trabajo de doblaje no pudo ser una excepción, adecuada a la forma a la que nos tiene tan acostumbradas las películas de Huevocartoon, con Bruno Bichir, Angélica Vale y Carlos Espejel como protagonistas, y la suma de Jesús Ochoa, Mayra Rojas, entre muchos más al reparto.
Después de 15 años de Una película de huevos (2006), la producción de estas películas ha evolucionado notablemente y es observable en los gráficos y el humor siempre adecuado a las generaciones que van pasando por las salas, pero sin olvidar, sin duda, su concepto tan característico del lenguaje en doble sentido.
Esta ha sido la segunda película de la serie que he visto en el cine y tengo que asumir que, aunque las ganas por verla no me sobraban, he encontrado un poco de nostalgia en recordar la película que hace tanto tiempo llegó al cine y un poco de orgullo de que al menos haya propuestas que traten de mejorar y sí lleguen a cartelera, aunque sea en una o dos funciones.
La película tiene muchos puntos de mejora, especialmente en la agilización de la historia que hace que haya actos como mal ‘tijereteados’ pero que no terminan por causar confusión al final de la película, pues no es una historia muy compleja como para ser desmenuzada paso por paso. Al verla presentí que la animación, con un estilo muy mexicano hace casi 20 años, parece ir tomando formas más generales del mercado internacional de animación, aunque aún con mucho trabajo por realizar para competir con las grandes industrias pero manteniéndose viva en épocas donde el cine se mantiene aferrado con las uñas a las “antiguas formas” de hacer y ver cine.
Es de reconocer el trabajo empeñado en esta película que tardó 4 años en consolidarse, con música original grabada en Bulgaria y que suma a la producción con un sonido más envolvente y pulcro.
Un rescate de huevitos no es la gran película para ver el fin de semana, pero es un reflejo de un cine mexicano que lucha por mejorar a pesar del contexto al que se enfrenta.
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